Por: Jesús Heraldo Rueda Suárez/ Es hora de cambiar, no podemos seguir alimentándonos de intolerancia, de divisiones debemos aprender a respetar a entender que en la diferencia está el construir, estamos viendo cómo se marcan diferencias y a través de ellas abonando una cultura de odio la cual lleva a una práctica de todos contra todos casi que, aprendiendo a odiar a alguien, revisemos:
Esas marcadas y acentuadas diferencias se dan en muchos escenarios veamos unos: se nos ha dicho que los ateos son gente sin Dios que llevan vidas basadas en el desorden, o que los de color son perezosos, vemos como los liberales hablando contra los conservadores o los de izquierda contra los de derecha y viceversa, o los flacos discriminando a los gordos, o los del sur y los del norte o los de millos y los de Santafé, o la homofobia y xenofobia, o porque se es judío o musulmán y así se fueron acrecentando los odios por pensar diferente, además se nos dieron consejos para “no dejarnos”, “para contraatacar”, para “protegernos de los demás”.
Esa nefasta política del “todos contra todos”, alimenta una personalidad narcisista, cimentada en el “Yo” y se convierte en el eje de la personalidad por eso escuchamos frases como “yo tengo la razón” “nadie sabe por las que he pasado” “nadie ha sufrido tanto como yo”, “yo si me doy cuenta de todo”, esto trae consecuencias físicas y mentales, dado que esa persona no podrá confiar, expandirse, compartir y alimentarse de las experiencias de otros, o darse o entregarse a los demás, llevando a esa persona a creerse el centro del mundo.
Odiar debilita mucho, el odio es una pandemia de fácil contagio, que además hace mucho daño y trae consecuencias devastadoras, no permite trabajar en equipo, no se sabe hacer equipo, no va a permitir estar en grupo, todo su actuar gira en torno a la división, no permite asociarse para alcanzar metas comunes, cada día que pasas odiando estas más atrapado, más encarcelado.
Uno de los objetivos principales del discurso del odio es difamar a personas, a través de la difusión de estereotipos y rumores, lo que significa que se afecte la percepción que la población general tiene sobre los mismos.
Recordemos el famoso cuento cherokee en nuestros corazones existen dos osos, uno de color negro que representa la envidia, aflicción, codicia, arrogancia, resentimiento hacia mí mismo, siente lástima hacia mí, actúa desde la culpabilidad, tiene un fuerte complejo de inferioridad, miente, es orgulloso, falso y su ego no posee límite, el otro de color blanco representa la alegría, me ayuda a alcanzar la paz conmigo mismo, su amor es incondicional hacia los demás, actúa desde la esperanza con serenidad, humildad, bondad y benevolencia, demuestra constante empatía, generosidad, compasión y fe, ¿cuál ganará esa batalla interior? definitivamente el que alimentemos más.
El cultivar el sentimiento de odio te convierte en una persona solitaria, triste, vengativa, oscura, desleal, envidiosa, malvada, desequilibrada, con baja autoestima e insegura. No dejes que tu ser se convierta en esto.
Aprendamos a respetar, a compartir, a amar, a perdonar, nos podemos llevar muchas sorpresas ya que aquellos que aun siendo diferentes pueden llegar a ser nuestros amigos, nuestros socios, muchas veces en el otro lado puede estar esa persona esperando para darnos un abrazo.
Toda forma de discurso de odio es discriminatoria, es violenta, dado que su principal objetivo es contribuir a crear un clima general de intolerancia que genera consecuencias muy concretas para los grupos afectados y para la sociedad en general.
Cultivemos el perdón, es la herramienta que nos va ayudar a liberarnos de cargas, a caminar livianos y felices por la vida.
Perdonar nos ayuda a dejar rencores, deseos de venganza y aquellas emociones negativas, producto de una situación que nos afectó, no se trata de olvidar, se trata de recordar sin rencor, para llegar a perdonar a alguien, es bueno ponerse en su piel, juzguemos menos y comprendamos más.
Trasladando este tema a la situación actual por la que estamos pasando en nuestro país, vale la pena tomar como ejemplo una nación como Japón, este país fue víctima de dos bombas atómicas, en las ciudades de Nagasaki e Hiroshima, tuvo dos opciones sentir odio y convertirse en un país violento o asumir con resilencia, perdón, educación y trabajo en equipo para convertirse en la nación que es hoy.
En Colombia necesitamos ya cambiar muchas palabras y acciones, cambiemos esas palabras que nada aportan y son mal contextualizadas, revolución, lucha, violencia, cambiémoslas por resiliencia, educación, trabajo en equipo, perdón, veámonos como lo que somos colombianos que vivimos en una misma casa, el policía, el campesino, el político, el estudiante, el trabajador, todos somos iguales con pensamientos y trabajos diferentes.
Extirpemos ya todo aquello que nos ha hecho daño y hagámoslo con trabajo, con propuestas, con argumentos, con unión, pero ya no más, no permitamos que estas enfermedades hagan metástasis, una metástasis que afecta a la nación entera y beneficia a unos pocos, esas enfermedades son: corrupción, narcotráfico, guerrillas, delincuencia común, paramilitarismo, somos capitanes de nuestra propia vida, somos parte de este hermoso país, nacimos acá por algo, vivamos una vida de forma constructiva, pero con pasión, Sion es la tierra prometida, vamos a esa tierra, hagamos de nuestra vida y de nuestro país algo hermoso, no permitamos que otros dirijan el timón de nuestro barco y para dirigir el timón de nuestra nación elijamos gente capaz, gente honesta, gente con valores, gente con educación, gente con don de servicio, gente trabajadora, gente que piense en el bien común, gente que quiera la nación.
Ahora pregúntense ¿estamos viviendo nuestra vida así?, ¿está el país en manos de gente así?, si no es así, fácil, cambiemos el rumbo, pero hagámoslo bien, con ideas, con un plan trazado, con preparación, con conocimientos, si hay un pueblo recursivo, inteligente, trabajador ese se llama Colombia.
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*Profesional en Mercadeo
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