Por: Diego Ruiz Thorrens/ Si existe un detonante que despertó a toda la ciudadanía a marchar y ser partícipes del gran paro nacional, ha sido el cúmulo (así, en bloque) de sentimientos que por años permanecieron enterrados tanto en la conciencia social como en el imaginario colectivo. Dos de ellos, emergieron con descomunal fuerza: (1) la rabia y (2) la indignación.
Rabia, porque sólo en un país como Colombia, algunos sectores políticos, anclados en el poder durante varias décadas (aliados al gobierno de turno), han insistido en promover desafortunados proyectos de ley que directamente afectan la vida de los ciudadanos; e indignación, porque la gente sencillamente está cansada, agotada de este gobierno y su eterno presidente, que durante décadas no aprendió a escuchar la voz de la ciudadanía; que replica a la perfección todo aquello que criticó con vehemencia de anteriores gobiernos y que descaradamente ha permitido el aumento tanto de la pobreza como de la violencia.
La sociedad se cansó. El aumento de la brecha entre ricos y pobres sigue creciendo obscenamente con cada nuevo gobierno. La gente está agotada porque su calidad de vida va directamente hacia un abismo del que maliciosa, perversa pero conscientemente nos buscan lanzar bajo la idea de “todo lo que hacemos es por el bien y el bienestar de nuestro país”. Estamos ante un gobierno criminal, que justifica cada desacierto cometido (en todas las esferas posibles) y que aun así, espera arrogantemente a que les demos las gracias.
Sobre los últimos sucesos se pueden escribir mil y una palabra. Sin embargo, en el día de hoy, quisiera resaltar un sentimiento, una ‘casi’ expresión social, sumamente desagradable, que toma más y más fuerza y es el de la aporofobia. ¿Qué es la aporofobia? Según el diccionario publicado por la editorial Oxford University Press, aporofobia es la “repugnancia o temor obsesivo a la pobreza y a toda aquella persona que es pobre”.
La persona que manifiesta su aporofobia no la identifica como tal. Como menciona la periodista Lina M. Ramírez, “la brecha entre ‘nosotros’ y ‘ellos’ se ha profundizado a tal punto, que el mayor miedo de “ellos” es llegar a ser como ‘nosotros’.”
En días recientes, esta expresión de clasismo y de pseudo colonialismo ha salido a relucir en casi todo su esplendor, y lo peor, lo más preocupante, es que está presente no sólo en el sector que algunos identifican como la clase alta, sino que comienza aparecer en la clase media y baja nacional.
Insisto, estas personas no escapan a ningún ciclo o estrato social, y en el departamento de Santander tristemente pululan por doquier. Algunos de ellos, por ejemplo, insisten en lanzar acusaciones infundadas como es afirmar que la actual crisis económica se debe, precisamente, a las actuales manifestaciones a nivel nacional; o de señalar a la población migrante radicada en nuestro país como responsables de la violencia ocurrida en las manifestaciones, lo cual no solamente es falso sino un total despropósito.
En un país como el nuestro, con un aumento (desproporcionado) de la pobreza y con mayores niveles de violencia debido a la falta de compromisos ante el cumplimiento de los acuerdos de Paz, es preocupante que existan personas que se desprendan de toda realidad, asumiendo fantasiosamente que la crisis económica es un asunto reciente, y no de políticas heredadas que han impulsado la corrupción y el nepotismo gubernamental. Y quizá lo más preocupante es que para estas personas, la identificación y rotulación de sectores sociales como los ‘otros’ potencia todo tipo de violencia, porque el ‘otro’, no tiene no es sujeto de los mismos derechos de aquellos que se identifican como un ‘nosotros’.
Quisiera decirles a estas personas que nuestro país afronta una crisis económica nunca antes vista, y esto ni se debe al paro, a las manifestaciones o es debido a la pandemia. Lo explicaré con cifras: Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), el año pasado 42,5% de la población estuvo en condición de pobreza, es decir, hubo un aumento de 6,8 puntos porcentuales (pps) frente a la cifra de 2019 (35,7%).
En total son más de 21,02 millones de personas las que subsisten con menos de $331.688 mensuales, un monto que, según el DANE, es la línea de pobreza en Colombia.
En 2020, 2,78 millones de personas ingresaron a condición de pobreza extrema.
Lo que agrava más la situación es que 7,47 millones de colombianos viven con menos de $145.004 al mes, es decir, viven en condiciones de pobreza extrema y sus ingresos no les alcanzan para una adecuada alimentación que les permita tener buenas condiciones de salud.
A su vez, recientes investigaciones académicas ponen de relieve este preocupante escenario. En palabras del Doctor Carlos Sepúlveda, decano de economía de la Universidad del Rosario: “La cifra es realmente crítica. (…) Tener 21 millones de personas por debajo de la línea de pobreza con un ingreso menor a $360.000 per cápita, realmente muestra una situación crítica que tenemos que atender”.
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*Estudiante de Maestría en Derechos Humanos y gestión de la transición del posconflicto de la Escuela Superior de Administración Pública – ESAP Seccional Santander
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(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).