Por: Ruth Stella Catalina Muñoz Serrano/ Quizás suene un poco soñador y efectivamente lo es, pero lamentablemente las ramas y procesos que nos han llevado a construir una visión del reconocimiento frente a alzar la voz, se haga de una forma agresiva y no me refiero solo vocalmente hablando, sino el hecho de expresar lo que se siente, lo que se piensa y esto significa que, como en reiteradas ocasiones lo he dicho en este espacio; yo no puedo irme en contra de los principios de otra persona, si yo como ser individual he elegido ser, me hago responsable precisamente de eso, pero si una comunidad y otra persona ha elegido tomar otras decisiones, que lo alejan de mis principios, a menos de que sienta que eso hiere quién soy y lo que pienso, no tengo por qué interrumpir lo que piensa el otro.
Es por eso que las individualidades, aunque tengan su propia voz y voto deben ser precisamente reconocidas a partir de ahí y si esa individualidad, se une al proceso pensamiento otra persona, ¡Bravo!, es excelente que se den estas convergencias; sin embargo, no es una ley que yo tengo que pensar como otra persona lo hace, y ahí está la línea imaginaria del respeto, en donde a partir de mi voz, que uso ojalá para construir a otro, para desarrollar a otros, pero no para obligar a nadie.
Hay una frase que hemos repetido mucho en los últimos tiempos y es que es mejor tener salud mental que tener la razón, parece que en los escenarios sociales, en los que para hacerse ver se necesita levantar la voz, no es así, de hecho, el quedar en silencio no da la razón, no siempre el que calla otorga; simplemente el que calla a veces no quiere estar en una discusión, no quiere tener que convencer al otro; porque su capacidad cognitiva no le va a permitir cambiar su forma de pensar, sino que precisamente su capacidad cognitiva llevará ensimismarse y continuar construyendo su pensamiento desde su propia razón.
Es así entonces, como el alzar la voz no garantiza tener la razón, tampoco garantiza libertad; lo que realmente garantiza el tener la razón, son las acciones que vienen acompañadas de la palabra y si con mis acciones le falto el respeto a otro básicamente, entonces lo pienso y hago, no tiene sentido; es totalmente irreal a una realidad totalmente externa a la mía, ¿con qué derecho puedo pasar por encima de otro pensando que mi acomodo? Ya lo que yo pienso será lo que es y más si es en una línea que acompaña muchas malas acciones y decisiones, creo que el resultado de esto es solamente una mala gestión, un mal proceso y luego la pregunta que hacemos desde lo social es, ¿por eso estábamos cómo estamos?
La crítica definitivamente trae ruin, la queja solo destruye a otro, cuando hay mucho que decir y poco que aportar; en el movimiento en masa se percibe, cuando una persona está dispuesta a cambiar, es porque está dispuesto a proponer y converger por encima de las diferencias de pensamiento que tenga con otra persona; sin embargo, si yo necesito alzar la voz para decir algo es porque necesito ser agresivo y no sé si la agresión traiga realmente la respuesta a lo que buscamos, la historia cuenta que no.
Todo lo anterior basado en desconfigurar la agresión como forma de comunicación, que sea mucho más trasparente y sensible, el decir la verdad no como fuente de agresión, sino como forma de cambio, entre mas amor lleve la verdad, mas valor tiene.
¡No seáis sabio en vuestra propia opinión! – Proverbios 3:7.
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*Docente, Psicóloga (UNAD), Especialista en Gerencia de Proyectos (Uniminuto), Magister en Psicología comunitaria (UNAD).
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