Por: César Mauricio Olaya Corzo/ Que el tiempo que dura en fumarse el chicote un campesino se convirtiera en una medida de longitud, tiene mucho y todo que ver con la cultura santandereana, con la raigambre social de nuestros pueblos, con la historia y con las historias tejidas a lo largo del universo de los caminos, donde se fraguó la historia de buena parte de nuestra historia.
Con satisfacción y orgullo termino este año con la participación como coautor en el que será mi décimo quinto libro y el cuarto que lleva la valiosa impronta de Ediciones UIS.
Un libro que como todos, cogió vuelo tras una conversación amena sobre nuestro territorio y sus posibilidades con el rector de la Universidad Industrial de Santander, Hernán Porras Díaz, quien al tocar el tema de la caminería, una de mis pasiones de muchos fines de semana, concluyó en el visto bueno para comenzar a trazar el mapa virtual de la idea de convertirlo en el libro que hoy comienza su periplo sin fronteras de mano en mano, de lectura en lectura y de mirada en mirada; pues como lo dice en voz al viento mi maestro en esta lides, el filósofo Carlos Nicolás Hernández, un libro le pertenece a sus autores hasta que inicia su vuelo sin norte, del partidor de su futuro, que es la imprenta donde éste ve la luz.
El libro Caminos de Santander. A tabaco y medio, es literalmente un viaje por el corazón de nuestra geografía, pero lo es también, un viaje profundo por la historia, la economía y por supuesto, por el paisaje privilegiado que adorna cada trayecto, sea este por tierra, agua o a través de la vía férrea.
Es un recorrido que se ilustra en la pluma de destacados historiadores como Armando Martínez Garnica y María Cristina Úsuga Soler a cargo de los capítulos sobre los caminos del Virreinato y los caminos del río; economistas como Juandiego Serrano Durán y Diego Rivera Gómez, que desarrollan los capítulos sobre los caminos del siglo XIX y los caminos de hierro (el tren) y terminando con el capítulo a mi cargo sobre el uso de estos caminos en la actualidad por parte de los caminantes que domingo a domingo, se adentran por estos trazados pletóricos de sorpresas y aventuras.
Cada página es un descubrimiento de nuestra piel; la piel que cubre nuestra historia, la que trazaron los indígenas antes del descubrimiento cuando su uso era trascendental para la economía del intercambio y definía la geografía de sus territorios.
La misma piel que les salvaría la vida a los hombres de Jiménez de Quesada cuando bajando por el gran Yuma en búsqueda del camino del Inca, se encontrara en la necesidad de abrir un camino hacia esas montañas que desde las barrancas bermejas, se perfilaba al oriente y que terminaron por conducirlo primero siguiendo el curso de las aguas del Carare y del Opón, para emprender la travesía cordillera arriba y llegar al hoy territorio de Chipatá, donde se haría la primera misa al interior de la Nueva Granada.
Emprender el recorrido por los caminos que plantea este libro cargado de fotografías de referencia, es una tarea que el propio ingeniero Hernán Porras, califica como la mejor retribución que pude hacer la UIS a la comunidad que nutre con sus estudiantes, la esencia misma del primer centro académico del oriente colombiano. –“Los santandereanos debemos mirarnos en el espejo de nuestro territorio, de nuestra historia y esta es la savia que nos garantiza el posesionamiento en el universo del saber de nuestro país.”-
Y si se quiere una mayor razón para validar este documento literario y visual como un hijo de nuestra UIS, basta con descubrir las nuevas opciones que brinda al lector, a través de múltiples accesos usando los códigos QR, que se convierten en una puerta abierta a un descubrimiento de rutas virtuales, mapas, fototecas, audios y decena de recursos complementarios.
Anexo al libro, una bella compilación de “Cuentos del Camino”, descubiertos por el máximo narrador de nuestra ciudad, el ingeniero de petróleos Francisco ¨Pacho¨ Centeno, que se dio la tarea de recorrer los caminos, hablar con la gente, recoger sus testimonios y armar un conjunto de cuenteria popular que nos hace erizar de sentimientos por la memoría viva de nuestros campesinos, tradición y raigambre de nuestra santandereanidad.
El gran Machado lo canta en su poema: Caminante no hay camino, se hace camino al andar, todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar; al terminar la lectura del libro, se habrá hecho un camino, el camino de reencontrarnos con el camino que nos hizo llegar a donde hemos llegado.
Correo: maurobucaro2@gmail.com
Twitter: @maurobucaro