Por: Orlando Rondón Azuero/ Y pensar que el descenso se inició, con la apariencia de ir escalando una gran montaña en cuya cúspide, se encontraba el rescate del honor de ser egresado de uno de los colegios más emblemáticos de la ciudad de Bucaramanga.
Tuve la fortuna de ingresar en el año 1975, al Instituto Técnico Superior Damaso Zapata aprobado por la resolución # 5254 del ministerio de educación nacional, integrado al Instituto Tecnológico Santandereano dirigido por los hermanos de las escuelas cristianas, una semana después que entraron todos los estudiantes de Bucaramanga a primero de bachillerato como se decía por esa época y gracias a la gran preocupación de mi hermana mayor, que trabajaba en la oficina de la Aduana Nacional ubicada en la carrera 27 con calle 48.
Un compañero de trabajo, quien realizaba los decomisos de las mercancías de contrabando, le iba a regalar al hermano cristiano coordinador de bachillerato, un gran televisor para permitir la matricula extraordinaria de su hijo, el televisor era tan grande que mi hermana consideró que había cupo para otro estudiante más.
El lema del Colegio es vivir y vencer y bueno pienso que durar seis años repitiéndolo, nos agregó a todos los que estudiábamos, esa fuerza extra para meternos en problemas y no rendirnos tan fácilmente. Ahí gracias a un profesor, aprendí a tenerle miedo a la electricidad y gracias a otro profesor, el abuelo Balaguera, a divertirnos con la grasa, jugar con el aceite y limpiarnos con la estopa, para terminar sucios pero contentos. Esas dos formas de enseñanza me llevo a ser bachiller en la especialidad de mecánica e inclusive a terminar luego en la Universidad Industrial de Santander, la Ingeniería Mecánica.
Ahora viene el rescate del honor de ser egresado, del colegio donde nació la UIS y las Unidades Tecnológicas de Santander, ya que un egresado que llegó a ser alcalde de Bucaramanga, le dio por derrumbar tres edificios, incluyendo el teatro, el sitio aquel donde concursé declamando poesías del indio Rómulo. La cereza en el pastel, es que los contratistas, el interventor, los que participaron en los diseños previos, eran casi todos egresados del colegio y derrumbaron los edificios sin tener plata para construirlos de nuevo, situación que a cualquiera lo llena de coraje y más a los que nos tomamos en serio eso de vivir y vencer.
¿Pero por qué pudieron llegar tan lejos y dónde radica el verdadero interés de ir socavando el terreno del Tecnológico Damaso Zapata?
Es lamentable que el egresado alcalde, quien tuvo la oportunidad de llegar a convertirse en el mayor orgullo de la institución, se favoreciera del tiempo de la pandemia, para recibir por parte de los integrantes del consejo directivo de ese entonces, el tapete rojo y el consentimiento total para hacer y deshacer con la infraestructura del colegio, desconociendo entre muchas cosas, el patrimonio cultural representado en la arquitectura de sus instalaciones, ya que existen actas de socialización y co-creación, firmadas por los representantes de los distintos estamentos de la comunidad educativa.
La lambonería, los egos, la ignorancia y finalmente la indiferencia, permitieron que el espléndido y excelso ramillete de egresados, llegaran a realizar las obras, hasta el punto, donde la mala calidad, diseños inapropiados y escenarios deportivos destruidos, fueron evidentes para algunos docentes y a los directos y verdaderos perjudicados: los padres de familia y estudiantes.
Estos actores son los que se encargan de dar a conocer la situación a la sociedad Bumanguesa, percatándose que el problema es mayor, ya que la situación es común en otras instituciones educativas públicas como el “Glorioso” colegio Santander, el INEM, la Camacho Carreño, entre otros, es decir, sin querer y sin darse cuenta, mostraron el nuevo nicho de negocios que estaría reemplazando al de los parques de la ciudad.
Y hablo de una cúspide disimulada, ya que es un gran abismo al que se enfrenta en soledad, los padres de familia y los estudiantes del Tecnológico Damaso Zapata, luchando por una justicia con el riesgo de terminar dándose cuenta que lo que menos existe, es una justicia por la cual hay que luchar, ya que los intereses ocultos son de una proporción gigantesca, entendiendo la razón por la que los mismos, hacen lo mismo y siguen en la misma con la complicidad de los mismos.
Entre esos intereses ocultos, figura el afán de ir desapareciendo los colegios públicos con formación técnica, contribuir al posicionamiento de las instituciones educativas privadas y ampliar las instalaciones de la mejor universidad pública con proyección mundial del oriente colombiano como se pudo apreciar con la absorción de la antigua sede del Instituto Técnico Nacional de Comercio.
En la primera y talvez única visita que realizará el nuevo alcalde al Colegio Tecnológico Damaso Zapata, quien no es egresado del colegio gracias a Dios (siempre mezclar la religión con la política da sus frutos), manifestó la continuidad de las obras, las mismas que se socializaron y co-crearon, esas que no corresponden a las necesidades del colegio, las que son el resultado de un diseño que reemplazo un teatro con capacidad para 800 alumnos, para reunir la mitad de esa misma cantidad en un espacio libre, lleno de paisajismo y belleza.
Al final de este recorrido bajando creyendo que subimos, recuerdo el cuento de la persona que a lo lejos en una playa se visualiza como si estuviera bailando y a medida que se acerca, se ve que está recogiendo estrellas de mar y arrojándolas al océano en una playa repleta de ellas, al preguntarle lo inútil de su actuar, responde que así sea una sola la que se salve, valdrá la pena. En medio de este absurdo conglomerado de intereses de doble moral, no falta él que escucha, reacciona, actúa y marca la diferencia, impregnando una vez más, esa fuerza extra para ¡vivir y vencer!
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*Líder social
Gracias sr Orlando rondón; como decían otrora los abuelos más claro no canta un gallo… Y totalmente nuestro país está en la ola de #EL NEGOCIO SOCIO; de cada uno de los que llegan a dirigir nuestras regiones el que más pueda llevarse ese es su trabajo.