Por: Juvenal Bolívar Vega/ Hace 15 días escribí una columna en la que mostré cómo el Gobernador de Santander y el Alcalde de Bucaramanga gobernaban como si aún estuvieran en campaña. Pero después de 21 días de mandato, en el caso de la Gobernación, he podido darme cuenta que me equivoqué. El General ya definió un estilo de administración basado en lo único que conoce, la actividad castrense.
Dos hechos, de los tantos sucedidos con Juvenal Díaz Mateus en los últimos días, nos dejan claro que, cómo vamos, vamos mal, e igual como sucedió con el nefasto gobierno de Rodolfo Hernández (y que también advertimos en su tiempo), nos aprestamos a ver en el Palacio Amarillo solo shows mediáticos y desilusiones.
Dirán algunos que votaron por él, “dejen que comience a gobernar”; otros menos arrodillados comentarán, “es muy pronto para evaluarlo” y tal vez tengan razón. Pero hay algo que la sabiduría popular nos enseña: “árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza”.
Comencemos por el principio: Díaz Mateus fue un brillante militar, llegó a ser director de la Escuela Militar de Cadetes José María Córdova y director del centro de educación militar del Ejército y su formación le llevaron a alcanzar el grado de General. Durante el gobierno de Iván Duque, era el más opcionado a la comandancia del Ejército, pero su sueño se truncó con el cambio de cúpula militar en el arranque de la presidencia de Gustavo Petro.
37 años de servicio, de 57 que tiene de edad, es toda una vida de armas, de disciplina y de órdenes; en una organización con una administración rígida, con una estructura jerárquica donde la toma de decisiones y la autoridad fluyen de los niveles superiores de mando hacia los inferiores.
Este tipo de administración en lo público puede ser ineficiente porque la toma de decisiones puede ser lenta debido a la necesidad de que las decisiones fluyan a través de múltiples niveles jerárquicos. Además, puede llevar a una falta de flexibilidad para adaptarse a situaciones cambiantes, lo que es crucial en un entorno político y social dinámico. En la gestión gubernamental, a menudo se busca un equilibrio entre la eficiencia y la capacidad de respuesta, y la administración vertical puede no ser la mejor opción para lograr este equilibrio.
La Administración del General es un péndulo que ha venido oscilando entre el ‘yo mando aquí’ y el revanchismo político.
Ese primer hecho que nos permite augurar un futuro gris para el departamento y protagonizado por el mandatario seccional, se dio hace unos días en Barichara, en un encuentro de alcaldes de la provincia Guanentina en el que los mandatarios locales rogaron de Díaz Mateus su concurso para solucionar el problema de escasez de agua.
Los alcaldes se sorprendieron con una de las respuestas del militar retirado: “…Y el resto vamos a pedirle al Gobierno Nacional a ver si nos va ayudar, ese compromiso que dice que tienen con el agua y alrededor del agua, pues que lo hagan efectivo acá…”
Esas palabras del gobernador son las mismas que puede expresar el resentimiento de no lograr superar la existencia de un gobierno de izquierda, con un presidente exguerrillero que lo obligó a terminar abruptamente su carrera militar.
Yo no creo que, con toda la basura electoral promovida por el hermano del ‘yidispolítico’ Iván Díaz Mateus en contra del presidente de la República en tiempo de campaña, y ahora como gobernador, haciendo este tipo de apreciaciones que rayan con el respeto a la figura presidencial; podamos tener de nuestro lado la billetera amiga del gobierno Petro para invertir en nuestros proyectos regionales.
Si hacemos cuentas, Petro no le debe nada a Santander. De hecho, su votación fue inferior a la de Fico y Rodolfo, en primera y segunda vuelta, respectivamente. La lógica política define que los esfuerzos de los mandatarios se hacen en zonas electoralmente favorables. Entonces, estamos a merced de la generosidad social del presidente y con estas actitudes fallidas del General, podemos irnos olvidando de cualquier inversión para esta tierra.
La segunda situación desafortunada generada por nuestro gobernador en tan corto tiempo de su mandato ocurrió en Coromoro, una zona en la que la guerra azota con toda intensidad. Allí, olvidándose que ya no es uniformado, ni que su cargo causa línea de mando sobre la cúpula militar; públicamente le pegó una vaciada al coronel a cargo del Ejercito en la provincia.
Le cuestionó de forma grosera, dijo que no estaban haciendo nada para pacificar la zona. Una evidente usurpación de funciones, porque es el Presidente de la República el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas y como tal las dirige y dispone de ellas, directamente o por conducto del Ministro de Defensa Nacional.
Estos reiterados desatinos de Díaz Mateus, que incluyen la definición tardía de buena parte de su gabinete (20 días después de iniciado su gobierno); además de dejar en evidencia su ignorancia de la cosa pública y que aún se cree que las cosas se hacen al estilo militar; nos genera un clima de incertidumbre política que empieza a verse mal.
Lo bueno es que Juvenal Díaz Mateus aún puede enderezar su camino, puede hacer uso de la prudencia, cerrar la boca cuando su cabeza no está conectada con su cerebro y no librar batallas personales en perjuicio de los santandereanos.
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*Comunicador Social, maestrante en comunicación y docente universitario.
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