«Estamos a punto de empezar un nuevo capítulo en la historia de Guatemala», aseguró el nuevo presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, en la red social X, en vísperas de su investidura.
Luego de una transición marcada por una arremetida judicial y numerosos intentos por frenar su asunción al poder, Arévalo de León será investido este domingo 14 de enero.
Arévalo llega a la Presidencia tras su victoria en las elecciones de 2023, en las que su principal bandera fue un discurso contra la corrupción.
Pero, desde que pasó en junio de 2023 a la segunda vuelta, de forma inesperada, ha tenido que sortear numerosos intentos de la Fiscalía para que le sea retirada su inmunidad y que se anule el resultado electoral.
Arévalo, de 65 años y que ha denunciado las acciones de la Fiscalía como un intento de «golpe de Estado», jurará el cargo en el Teatro Nacional, en una sesión de un Congreso que le será adverso tras la suspensión de su partido, Semilla, lo que puede reducir el margen de maniobra de sus diputados.
Embestida judicial
Durante meses, Arévalo denunció la arremetida de la Fiscalía, que incluso allanó sedes del tribunal electoral y decomisó papeletas de votación, y aseguró que el Ministerio Público buscaba impedir su investidura.
Dentro de esas acciones varias personas fueron detenidas, otras abandonaron el país y se registraron una serie de acciones legales a favor y en contra del presidente electo.
Arévalo, sin embargo, contó con el apoyo de gran parte de la comunidad internacional, incluyendo a Estados Unidos, la Unión Europea, varios países latinoamericanos y organismos internacionales, como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la ONU. Washington incluso impuso sanciones contra fiscales, jueces, funcionarios y unos 100 diputados, a quienes señala de corrupción y de socavar la democracia.
La Corte de Constitucionalidad, máximo tribunal del país, tuvo que exigir garantías para el traspaso de mando, e incluso el jueves 11 de enero le concedió un «amparo» a la vicepresidenta electa, Karin Herrera, ante rumores de una orden de captura.
Arévalo sucederá en la Presidencia al derechista Alejandro Giammattei, a quien algunos de sus seguidores señalan de apoyar a la fiscal general, Consuelo Porras, protagonista de la embestida judicial contra el nuevo presidente y su círculo político.
El próximo mandatario ha dicho que entre sus primeras medidas estará pedir la renuncia de la fiscal general, Consuelo Porras. Pero los analistas advierten que la ofensiva en su contra está lejos de acabar.
Van a tener al presidente emboscado, al primer descuido querrán levantar su inmunidad y destituirlo», afirma Manfrendo Marroquín, cofundador de la organización Acción Ciudadana.
La tarea le será inmensa. «Gobernará coexistiendo con la fiscal que» lo «ha atacado» y «afectado la democracia a niveles inimaginables», afirma Edie Cux, director de Acción Ciudadana, versión local de Transparencia Internacional.
«Reconstruir la democracia»
En su ruta a la investidura, Arévalo obtuvo tuvo el apoyo decisivo de los jóvenes, muy activos en redes sociales, y los indígenas (40% de los 17,8 millones de guatemaltecos), que protestaron durante varios meses para exigir la renuncia de la fiscal general.
Arévalo alcanzó ese apoyo popular tras generar grandes expectativas en una sociedad marcada en la última década por la corrupción, incluso desde la esfera del Ejecutivo, azotada por la violencia de las pandillas y del narcotráfico y donde seis de cada diez guatemaltecos vive en pobreza.
Uno de cada dos niños menores de cinco años sufre desnutrición y el analfabetismo es del 18%. La situación económica ha generado la migración de decenas de miles de guatemaltecos en busca de trabajo en Estados Unidos, cuyas remesas ayudan a sostener el país (20% del PIB), según datos oficiales.
Rafael Pérez, un diseñador gráfico de 42 años, asegura que no espera un «cambio drástico» en el país con la Presidencia de Arévalo, pero sí hay «esperanza de que se puedan crear las bases para un mejor futuro».
Hijo del primer presidente democrático de Guatemala, Juan José Arévalo (1945-1951), gestor de reformas sociales, el futuro gobernante prometió cerrar el grifo de dinero público que ha enriquecido a las élites, mientras la población pasa penurias.
Precisamente el Movimiento Semilla, de Bernardo Arévalo, nació de las manifestaciones contra la corrupción registradas en Guatemala en 2015 y que dieron paso ese año a la detención del expresidente Otto Pérez Molina (2012-2015) por millonarios escándalos de sobornos.
Pero para avanzar en lo social, según Arévalo, debe comenzar la «lucha sostenida y gradual» por rescatar instituciones que dice fueron «cooptadas» por las «élites corruptas», como la Fiscalía y los tribunales.
Su estrategia incluye la creación de una comisión que proponga reformas para frenar el enriquecimiento ilícito y el clientelismo político en una Guatemala que ocupa el puesto 30 en el ranking de corrupción de Transparencia Internacional, de 180 países.
Le toca una tarea importantísima e impostergable de reconstruir la democracia» y lograr la gobernabilidad, comentó el exprocurador de Derechos Humanos Jordán Rodas, exiliado en Washington.
Su experiencia en resolución de conflictos, dice Rodas, puede ayudar. Arévalo también es filósofo, estudió en Israel y Países Bajos y habla cinco idiomas.
Nació en Montevideo y vivió de niño en Venezuela, México y Chile, en el exilio de su padre tras el golpe de Estado orquestado por Washington contra el progresista Jacobo Árbenz (1951-1954).