Por: Diego Ruiz Thorrens/ En este mes (Junio de 2019) se conmemoran 50 años de los históricos disturbios de Stonewall Inn, símbolo de la lucha, la resistencia contra la violencia y la emancipación de las poblaciones sexualmente diversas o LGBTI+ (el “+” encierra todas aquellas categorías más recientes, posteriores a los años 80 y 90s). El Stonewall Inn es un bar ubicado en el barrio de Greenwich Village en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, que en la actualidad sigue abierto al público.
La fecha, un 28 de Junio de 1969, trae consigo la memoria de decenas de personas, especialmente aquellas marginadas de la comunidad gay (transexuales, drag queens, jóvenes afeminados, prostitutos masculinos y jóvenes sin techo) que cansadas/os de la persecución, del miedo social, del acecho político entre otros, resistieron y enfrentaron con entereza la descomunal violencia propinada por una homofóbica Policía de Nueva York.
En esa revuelta mujeres y hombres, especialmente dos valientes Mujeres Transexuales cuyos nombres han venido resurgiendo y tomando más y más fuerza con el pasar de los años (Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera) quedaron inmortalizadas al salir al encuentro con la Historia: Marsha, Mujer Trans negra y trabajadora sexual y Sylvia, Mujer con herencia latina y posteriormente activista LGBT, demostraron que la población sexualmente diversa estaba harta de tanto terror. Las voces fueron tomando fuerza, acompañadas de mensajes que han perdurado en el tiempo como fueron “gay power” («¡Poder gay!») o “We shall overcome” (venceremos).
Recordemos que en aquel entonces la homosexualidad no sólo era perseguida sino también castigada incluso con cárcel. Por ello, aquel 28 de junio de 1969 pasó a la historia como el año de la rebelión y del “¡basta ya!”. Fue el año por la lucha y la libertad al dejar de ser ciudadanas y ciudadanos invisibles.
Sin embargo, en 50 años las poblaciones LGBTI+ han continuado resistiendo y siendo partícipes de todo tipo de luchas, unas con cada vez mayores impactos. Gracias a esa inconformidad y a la resistencia de las poblaciones LGBTI+ a nivel mundial hemos logrado identificar los avances y retrocesos en materia de derechos humanos. Algunos son simplemente abrumadores, como el silencio en los casos de violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes LGBTI+. Otras son más positivas y han logrado promover la equidad e igualdad en derechos, como la aceptación del matrimonio igualitario. También, este panorama nos ha permitido comprender que en más de 70 países del mundo la diversidad sexual sigue siendo tabú, y que en otros tantos países se castiga hasta con pena de muerte.
En Colombia, la homosexualidad dejó de ser prohibida hasta el año 1980 con el Decreto 100. En el año de 1991, la recién creada constitución brindó distintas herramientas y derechos nunca antes vistos como son el derecho a la igualdad, el principio constitucional del pluralismo y el derecho al libre desarrollo de la personalidad.
La sociedad Colombiana poco a poco ha venido construyendo procesos de apertura por el respeto de los derechos de las Poblaciones LGBTI+, excepto en contados casos dónde se ponen en juego interés políticos, donde algunos sectores políticos apuestan por discursos que entremezclan mentiras y desinformación para crear mayor caos y odio.
En ésta medida, algunos departamentos, ciudades, municipios e incluso corregimientos han logrado avanzar positivamente en la visibilización en Derechos Humanos de las poblaciones sexualmente diversas. Ciudades como Bogotá, Barranquilla, Cali, Cartagena, Pasto, Cúcuta entre otras ciudades cuentan con políticas públicas LGBTI+, y han logrado fusionar los liderazgos sociales de las poblaciones LGBTI+ con la exigencia, participación y movilización social orientada al reconocimiento de todas y todos.
Sí, existen fraccionamientos y diferencias entre organizaciones que trabajan por los derechos de las poblaciones sexualmente diversas, pero el bien común, la defensa por la libertad, por el derecho a amar a quién se desea, ha logrado que estas diferencias queden (momentáneamente) atrás.
En Santander la principal barrera, a mi parecer (más allá de los intereses que algunas organizaciones LGBTI+ dan a sus proyectos políticos, y que muchas veces choca con la visión social de otras organizaciones), sigue siendo el valor que le brindamos al machismo. La validación de conductas heteronormativas sigue siendo el pan del cada día, incluso dentro de algunos sectores poblacionales que se identifican como sexualmente diversas (principalmente, poblaciones de hombres gays, bisexuales y de hombres heterosexuales que tienen sexo con hombres), dónde todo aquello que represente feminidad, fragilidad o excesiva emocionalidad es directamente tachado, censurado, mal visto.
Esto afecta y seguirá afectando a las poblaciones que no se acomoden a esa heteronorma (lesbianas, mujeres bisexuales y mujeres transexuales) lo que directamente seguirá representando vulneraciones en derechos humanos, principalmente en violencias que pueden ser fácilmente identificables, como son la violencia física y sexual.
Visibilizar el machismo fuera y dentro del acrónimo LGBTI es una labor que todos nos debemos como sociedad. Pero más aún, transformar éstos machismos en comportamientos positivos que a su vez sean la oportunidad de apertura para la integración real de la diversidad sexual, es una deuda que nos debemos como humanidad.
Junio es el mes del Orgullo, de ser diferente, diverso, de Amar más allá de las normas que alguna vez quisiera obligarnos a cumplir, y que fueron hechas en base al prejuicio y la inequidad.
Ojalá algún día podamos abrazar la diversidad sexual libres de todo prejuicio y de todo machismo, comprendiendo que el abanico de la diversidad es mucho más amplio de lo que pensamos, tanto así, que todas, todos y todes podemos quedar cobijados, perfectamente, en éste grandísimo y espectacular arcoíris.
¡Feliz Mes de la Diversidad Sexual!
Twitter: @Diego10T