Colombia puede participar de esta bonanza explorando y eventualmente explotando a través de concesiones o alianzas público-privadas, pero esto requiere de los incentivos correctos, estabilidad política y seguridad jurídica.
Por: Javier Quintero Rodríguez/ La masificación del uso del queroseno hacia mediados del siglo XIX y luego del combustible para vehículos y fabricación de plásticos en el XX, convirtió al petróleo en un producto tan codiciado como el oro. Permitió que se amasaran impensadas fortunas y aceitó la transformación del panorama económico mundial y la geopolítica con la aparición de países “nuevos ricos”. El siglo XX vio el auge del “oro negro” y el XXI de reojo vislumbra su declive mientras centra su atención en la estrella en ascenso, al que llaman Oro Blanco, el Litio.
Este metal alcalino con número atómico 3 es el elemento más ligero de la naturaleza. Su color es blanco plata y es blando, con densidad baja. Entre sus propiedades más importantes está su alta capacidad calorífica y alta conductividad térmica, ideal para la fabricación de baterías que se utilizan en automóviles eléctricos, teléfonos celulares, computadores y un sinfín de aparatos electrónicos. Así mismo, se utiliza en la construcción de plantas solares y parques eólicos, por lo que será también clave en la transición energética.
El Litio, sin embargo, no es el único metal con demanda creciente. La minería tradicional ha enfocado sus inversiones sobre otros elementos de múltiples usos como el cobre, indispensable en la eléctrica, electrónica y las telecomunicaciones, y el níquel, cuyo principal uso es su aleación para conformar el acero inoxidable pero que también es clave en la conformación de las baterías para vehículos eléctricos. Ambos metales serán importantes en la transformación energética, ambos se encuentran en Colombia y sobre ambos debieran multiplicarse esfuerzos por su exploración y explotación con responsabilidad ambiental. Pero lo que hace diferente al Litio es su relativa novedad y la bonanza que desde ya se puede anticipar. Mientras el mundo produce anualmente 20 millones de toneladas métricas de cobre y 3 millones de toneladas métricas de níquel, la oferta mundial de Litio ronda actualmente las 100.000 toneladas.
Los principales productores de Litio son Australia, Chile y China con más del 80% del mercado y este último es el principal consumidor al ser el fabricante de baterías por excelencia. Para los próximos años se auguran transformaciones importantes en este mercado: La demanda proyectada para 2030, será 20 veces superior a la actual, unos 2 millones de toneladas, y en una vasta región de Suramérica, donde se encuentran los denominados salares andinos entre Bolivia, Argentina y Chile, se aglomeran dos terceras partes de las reservas del mundo que se acercan a los 100 millones de toneladas.
Colombia puede participar de esta bonanza explorando y eventualmente explotando a través de concesiones o alianzas público-privadas, pero esto requiere de los incentivos correctos, estabilidad política y seguridad jurídica, actuales carencias por las que hoy se tienen solo indicios de la existencia de depósitos en zonas de Boyacá, Cundinamarca y Santander. De comprobarse algunas reservas, habría hostilidad hacia esta explotación minera y sería imprescindible evaluar y mitigar el impacto ambiental de la producción, ya que en el proceso se evaporan, salinizan y contaminan grandes cantidades de agua dulce.
Hay otras oportunidades que, aunque podrían parecer un sueño inalcanzable, son reales. Con un vecindario potencialmente productor y socio natural a través de los salares andinos, Colombia podría desarrollar su capacidad productiva, tecnológica e institucional para absorber la materia prima y crear valor fabricando baterías para vehículos eléctricos. ¿Seremos capaces de encontrar El Dorado a partir del oro blanco?
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*Economista, MBA.
Twitter: @javierquinteror