Siempre pensamos que es el corazón, pero el órgano que más media en el amor es el cerebro. Sin embargo, la mayoría de estudios científicos que buscan explicar quién nos atrae o de quién nos enamoramos están plagados de estereotipos y constructos sociales. Lo que sí sabemos es que el amor, de pareja, de amistad o de familia, mejora nuestra salud.
La ciencia busca respuestas incluso para preguntas tan complejas como qué es el amor, para qué sirve y cómo opera en nuestros cuerpos. En un asunto tan delicado y con tantas aristas, repasamos lo que sabemos y lo que no.
Las hormonas
Son las sustancias químicas mensajeras en nuestro cuerpo y regulan desde procesos fisiológicos hasta nuestros estados de ánimo. Las hormonas son claves en algunas esferas de nuestras vidas, como el sexo, pero también el amor en muchos de sus aspectos. Por ejemplo, hormonas como la testosterona o el estrógeno pueden influir en la libido y el deseo sexual.
Durante el enamoramiento, son otras las hormonas responsables de hacernos sentir eufóricos y enganchados: por ejemplo, la dopamina, que se libera cuando hacemos cosas que nos hacen sentir felicidad y placer, es una de las protagonistas. Lo mismo sucede con la norepinefrina, también relacionada con nuestros sistemas de alerta y situaciones de riesgo. Ambas pueden influir incluso en hacernos perder interés en comer o dormir.
De hecho, el enamoramiento despierta los recorridos cerebrales de los sistemas de recompensa, ampliamente mediados por la dopamina. Los efectos son parecidos a los que se activan en el abuso de sustancias o en los vicios comunes, como comer dulces. Nos hace sentir tan bien que debemos consumir más para seguir teniendo la misma sensación. Por eso, una ruptura llega a parecerse al síndrome de abstinencia.
Por otra parte, el amor no es solo el primer impulso, sino también es construir un vínculo duradero de apego y afecto. En ese sentido, una de las hormonas más presentes es la oxitocina, relacionada con los sentimientos de bienestar y empatía. De hecho, la oxitocina aparece en varios momentos clave, como el sexo, el momento de amamantar o el parto. Tres momentos bien distintos pero unidos por un elemento en común: son básicos para la creación de un vínculo de afecto.
Los estereotipos
Medir, cuantificar o determinar el amor desde la ciencia, supuestamente objetiva, es difícil. Especialmente porque el romance, la atracción, el deseo y el afecto están profundamente atravesado por dinámicas socioculturales. De hecho, hay varios estudios científicos que se han construido desde visiones estereotipadas sobre lo que creemos que es el amor, o lo que consideramos atractivo, contribuyendo a este tipo de sesgos.
Por ejemplo, hay estudios que concluyen que la atracción se da a través del olor de las personas, a raíz de las feromonas, unas sustancias químicas que emitimos. Unas investigaciones que aseguran que los hombres se sienten más atraídos a las mujeres que están en su momento más fértil, mientras que muchas mujeres eligen a sus compañeros porque son los que tienen un ADN más distinto a ellas, algo que favorecería la reproducción.
Otros estudios aseguran que nos parecen atractivas las caras más simétricas porque las relacionamos con individuos más sanos, una relación que rápidamente se demostró que no era cierta.
Este tipo de postulados suelen basarse únicamente en relaciones heterosexuales y tienden a obviar que la atracción está mediada por lo que socialmente se considera bello, igual que el amor, que está plagado de ideas preconcebidas.
Los cuidados
Probablemente, cuando la ciencia intenta explicar el amor, hay más incertidumbres que precisiones. Sin embargo, hay una cosa que sí está clara: los vínculos de afecto duraderos mejoran nuestra salud. Un estudio concluyó que las personas casadas tenían entre un 10% y un 15% menos riesgo de muerte prematura.
Según la Universidad de Harvard, hay varios factores que pueden explicar eso: el matrimonio ayuda a que dos personas estén pendientes respectivamente de su salud, también influye en tener unas rutinas que contribuyan a un estilo de vida saludable y suele tener efectos positivos en nuestra salud mental.
Sin embargo, atribuirlo únicamente al matrimonio puede ser, de nuevo, una caída en el preconcepto del amor. Se ha demostrado que vínculos afectivos de amistad o familiares también contribuyen a mejorar nuestra salud de la misma forma que lo puede hacer una relación amorosa.