1,5°C. Una cifra aparentemente sencilla que se ha extendido en casi todas las conversaciones que atañen al medio ambiente. En esencia se trata de un compromiso de más de 190 países, la base del Acuerdo de París de 2015. Un texto que dictaba que en un esfuerzo global, la tierra no debería superar ese límite de temperatura respecto a la época preindustrial.
Más allá de la promesa, el acuerdo y las líneas esbozadas hace siete años en la capital gala, traspasar el umbral de los 1,5°C traería consecuencias medioambientales devastadoras: sequías prolongadas, lluvias torrenciales, la subida abrupta del nivel del mar y la pérdida de biodiversidad.
Ante este panorama, la ciencia se ha propuesto analizar qué tan lejos está el planeta de alcanzar el objetivo de los 1,5°C. Teniendo en cuenta las políticas adoptadas por los países y también a nivel mundial, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente asegura que el mundo va rumbo a alcanzar, por lo menos, los 2,8°C en 2100.
La cifra preocupa a los expertos, que demandan mayor acción, un pedido que parece toparse con la indiferencia de muchos gobiernos.
“Las temperaturas futuras van a depender de las emisiones de los gases de efecto invernadero. Desafortunadamente en la última década, de 2000 a 2019, las emisiones de estos gases han sido las más altas que hemos tenido en toda la historia de la humanidad”, asegura pEdwin Castellanos, autor del IPCC y director de Ciencia para América Latina de TNC.
“Si seguimos con las emisiones actuales, la temperatura de 1,5°C podría alcanzarse tan rápido como en el año 2030”, sentencia Castellanos.
El crítico panorama también lo ilustra el informe ‘Emissions Gap Report’ de 2022 de la UNEP que rastrea la implementación de los NDC, la Contribución Determinada a Nivel Nacional, de cada país. Es decir, analiza si los diferentes gobiernos han cumplido con las promesas “básicas” o esa “hoja de ruta” establecida hacia la reducción de gases de efecto invernadero que se hicieron en la COP 26, hace un año.
El rastreo deja una conclusión concreta: “El mundo debe reducir las emisiones en un 45% (a 2030) para evitar una catástrofe global”.
Pero la realidad dista de dicho objetivo. “Esto no está pasando, si vemos las emisiones actuales y las recientes, la tendencia es al alza”, asegura Castellanos.
De hecho, los niveles atmosféricos de los tres principales gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano y óxido nitroso) alcanzaron nuevos máximos históricos en 2021.
La temperatura del mundo ya es de 1,1°C más que en la era preindustrial. Un aumento que este 2022 dejó algunos indicios de lo que acarrearía superar el margen del Acuerdo de París o incluso de superarlo con creces.
Las prolongadas olas de calor desde China a Europa y Estados Unidos, las inundaciones sin precedentes en Pakistán y la hambruna en el Cuerno de África fueron algunas de ellas.
El peso de la inequidad global
La temperatura del mundo aumenta y causa estragos en todas las latitudes, sin distinción. Pero sus responsables y más afectados distan de ser los mismos.
Un solo dato revela las desigualdades entre los países desarrollados y en vía de desarrollo en términos medioambientales. Colectivamente, los miembros del G20, compuesto por las principales economías industrializadas y emergentes del mundo, son responsables del 75% de las emisiones globales de GEI.
La ONU también apunta a que la lista de países contaminantes per cápita, por individuo, está encabezada por las principales economías del mundo como la estadounidense, la china o la rusa.
En cambio, los efectos de la crisis climática golpean con mayor fuerza a los países menos industrializados.
“Lo que ocurre es que la vulnerabilidad está cercanamente vinculada con los factores socioeconómicos de la población. Entonces, los países menos desarrollados tienen poblaciones en mayor pobreza y por lo tanto en menor capacidad de hacerle frente a estos cambios. Son poblaciones que actualmente ya están viviendo en situaciones precarias y ya tienen problemas para sobrevivir”, asegura Castellanos.
Muy por el contrario de los países más contaminantes, German Watch expone que son, en gran medida, aquellos del sur global los que han sido más afectados por la emergencia climática.
Puerto Rico, Myanmar, Haití y Filipinas encabezan la lista de los países y territorios con el mayor índice de riesgo climático a largo plazo entre 2000 a 2019. Esta es una medición que tiene en cuenta el número de fallecidos, las pérdidas económicas y el índice de Desarrollo Humano, entre otros.
Se trata de una deuda histórica. Una que este año ha sido recalcada más que nunca por los países en vías de desarrollo que demandan, a gritos, su pago que no logra saldarse con el paso de los años y a pesar del evidente deterioro de la situación climática.
¿Una ola de calor sin precedentes?
La misma preocupación recorría desde China a Europa y Estados Unidos. El calor se volvía insoportable. El 2022 dejó imágenes de millones de personas buscando refugios y agua para hacerle frente a las altas temperaturas. Las olas de calor se extendieron en tiempo y en espacio.
China vivió la peor ola de calor de su historia. Así lo dio a conocer el Centro Climático de Beijing (BCC), teniendo en cuenta la intensidad promedio de los eventos de olas de calor, la escala de impacto y su duración.
Las altísimas temperaturas se extendieron desde el 13 de junio hasta el 30 de agosto cuando el país encontró cierto alivio con la llegada de las primeras lluvias monzónicas. Una temporada récord, desde que comenzaron los registros, superando los 62 días que se habían presentado en 2013.
En Europa, las olas de calor fueron “inusualmente intensas y generalizadas”, pero no del todo inesperadas. El IPCC ya había advertido que estas serán cada vez más frecuentes y tendrán mayor impacto.
Mayo de 2022 será recordado por miles de europeos por los indicios de uno de los veranos más cálidos en la historia de muchos países del Viejo Continente.
Mientras corrían los días de este mes, llegaba un aire más caliente que el promedio del Sáhara occidental y se desplazaba hacia el norte del territorio europeo. Portugal, España, el sur de Francia y partes del oeste de Italia se veían enfrentadas a temperaturas inusuales.
Los termómetros en Francia marcaban que el país atravesaba el mayo más caluroso desde que comenzó sus registros en 1900 y Portugal no se enfrentaba a ese tipo de temperaturas en más de 90 años. Ese país informó de una ola de calor en la primera mitad del mes y de una «explosión de calor», un aumento repentino excepcional de las temperaturas, poco tiempo después.
La experiencia de mayo encendía las alarmas sobre los meses de verano por venir. Y las preocupaciones estaban lejos de carecer de fundamento. Europa vivió su junio más cálido, junto con el de 2021. España, Francia e Italia se ahogaban con temperaturas que superaban los 40°C.
El panorama en julio estuvo lejos de ser alentador. Una ola de calor intensa y prolongada que comenzó en España y Portugal se extendió más al norte y al este; hacia Francia, Reino Unido, Europa central y Escandinavia. Algunos países registraron el julio más seco de su historia.
Por primera vez en su historia, Reino Unido soportaba temperaturas de más de 40 grados y marcaba un preocupante récord de 40,3 °C en su territorio. Mientras que el suroeste europeo registraba su julio más cálido.
Unos récords de los que nadie puede alegrarse de romper. Y que más allá de las marcas, tiene enormes efectos a nivel social, económico e incluso en la salud.
“En el sector agricultura, por ejemplo, al aumentar las temperaturas también lo hacen las sequías y esta falta de agua afecta a los regadíos disminuyendo la productividad de las cosechas y puede provocar a futuro problemas de abastecimiento alimentario”, señala para France 24 Raquel García Monzón, especialista de energía del Programa de Clima y Energía de WWF España.
García señala especialmente las afecciones en la salud en poblaciones vulnerables como “los ancianos y los niños”.
De hecho, según la Organización Mundial de la Salud, al menos 15.000 personas murieron específicamente por calor en 2022 en Europa. Solo en España, las víctimas mortales estuvieron cerca de las 4.000, una cifra similar en Alemania durante los tres meses de verano.
El calor se sintió con fuerza más al oeste del planeta. Estados Unidos recibió una cúpula de calor a principios de septiembre derivando en temperaturas que establecieron máximos históricos.
El fuego se extendió por California haciendo evacuar a miles de sus hogares y poniendo en peligro a los árboles más altos del mundo, las secuoyas, y la fauna del estado.
Solo el 7 de septiembre de 2022, más de 61 millones de personas estaban bajo avisos, alertas y advertencias activas de calor extremo, según el Servicio Meteorológico Nacional.
La situación vivida en Estados Unidos dista de convertirse en solo un mal recuerdo. Los expertos alertan que emergencias como las de 2022 podrían volverse más catastróficas con el paso de los años y poner en peligro más vidas humanas. Ya entre 2004 y 2018, se produjo un promedio anual de 702 muertes relacionadas con el calor en Estados Unidos, según los CDC.
Las inundaciones en Pakistán encienden alarmas
El año 2022 dejó escenas contrastantes. El norte del planeta ardía, y poco después un tercio del territorio pakistaní quedaba bajo el agua. El país asiático vivió unas inundaciones sin precedentes.
Más de 1.700 fallecieron a causa de las lluvias y las inundaciones. Unas que afectaron a un total de 33 millones de personas, cerca del 15% de su población.
Las inundaciones desembocaron en una enorme crisis económica y social. Unos 20 millones de personas necesitaron asistencia humanitaria y los daños materiales se calculan en 30.000 millones de dólares, según el Banco Mundial. Y según señala Hammad Naqi Khan, Director general de WWF Pakistán, estas afectaron en un 2% la economía del país.
Mientras que un reporte de ‘Relief Pakistan’ estima que los daños totales, los costos directos de los activos físicos destruidos o dañados, superarán los 14.000 millones de USD y las pérdidas económicas totales, los cambios en los flujos económicos resultantes del desastre y valorados en términos monetarios, alcanzarán los 15.200 millones de dólares.
Al mismo tiempo, muestra que las necesidades estimadas de rehabilitación y reconstrucción de manera resiliente son de al menos de 16.300 millones de dólares.
“Tuvimos inundaciones enormes en 2010, pero las inundaciones de 2022 no tenían precedentes. Creo que todos decimos que Pakistán es uno de los países más vulnerables pero hemos visto esos impactos en esa vulnerabilidad a pesar de que nuestras emisiones per cápita son menos del 1% mundial”, señala Khan.
Meses atrás, el primer ministro pakistaní hacía unas declaraciones similares y aseguraba: “Pakistán nunca ha visto un ejemplo más claro y devastador del impacto del calentamiento global… La naturaleza ha desatado su furia en Pakistán sin mirar nuestra huella de carbono, que es casi nula. Nuestras acciones no contribuyeron a esto”.
Mientras que el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, sentenciaba: “He visto muchos desastres humanitarios en el mundo, pero nunca he visto una carnicería climática de esta escala”.
Y aunque el punto más delicado de estas inundaciones pasó hace meses, sus efectos continúan siendo evidentes en el país asiático. Según un informe de la ONU del 5 de diciembre, “unos ocho millones de personas siguen potencialmente expuestas a las inundaciones o viven cerca de zonas inundadas”.
Al mismo tiempo, los desplazamientos derivados de las inundaciones siguen siendo una realidad. Solo en la provincia de Sindh, una de las más afectadas, 240.000 personas siguen sin volver a sus hogares.
«Todavía hay cientos de miles de personas que están desplazadas y que siguen viviendo en las calles, hubo unos pequeños alivios, hubo países que donaron y proveyeron algunos alivios financieros”, asegura Khan.
El sector de la agricultura, clave para la economía del país, sigue agonizando. Tal como muestra la organización ‘Disaster Philanthropy’, “unos 9,4 millones de acres de área de cultivo en Pakistán se inundaron potencialmente en agosto”. Lejos de revertirse estos daños, la tragedia medioambiental ha puesto en dudas la seguridad alimentaria del país a largo plazo.
Según la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (UNOCHA), “las inundaciones actuales han agravado la inseguridad alimentaria y la desnutrición en las zonas afectadas por las inundaciones”.
Los agricultores se ven enfrentados a una inflación masiva que, según ‘Foreign Policy’ alcanzó el 36% en el mes de octubre en comparación con el año anterior.
Preocupan también las repercusiones que las inundaciones han tenido en la salud debido al saneamiento deficiente y el agua contaminada.
“Hemos visto comunidades en las que han crecido las vulnerabilidades. No tienen acceso a la comida como lo tenían antes. Ni tampoco a cuidados de salud”, asegura Edward Taylor, coordinador de emergencias de Médicos Sin Fronteras Pakistán.
Y añade: “Una de nuestras preocupaciones más grandes es que estamos viendo una inusual tasa de malaria que es verdaderamente excepcionalmente alta. Estamos llegando al invierno y se habría esperado que hubiera bajado”.
Según la OMS, Pakistán se encuentra entre los 10 países del mundo con un mayor número de niños no vacunados o subvacunados. El organismo asegura que las inundaciones han profundizado las brechas y han dificultado el acceso a centros de inmunización.
Pakistán, en primera línea contra la inequidad medioambiental
Tras las inundaciones, Pakistán alzó la voz y se hizo escuchar en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2022, la COP27.
En Sharm el-Sheikh, Egipto, el primer ministro pakistaní, Shehbaz Sharif, no solo habló sin tapujos sobre la “hipocresía” de los países industrializados, sino que también propuso incluir la financiación de pérdidas y daños como un tema central de la agenda de la conferencia. Impulsó la creación de un fondo que serviría para la reconstrucción de infraestructuras afectadas y la construcción de otra nuevas. «Llamamos a quienes tienen el poder y el músculo financiero para cambiar el curso de la historia en voz alta y clara, y para eso es esta conferencia. Señoras y señores, es ahora o nunca. Para nosotros, efectivamente, no hay planeta B», sentenció Sharif.
El mandatario demandó un reajuste de las políticas sobre el cambio climático y que los países más vulnerables ya tocados por los estragos del medio ambiente no deberían verse afectados por préstamos de los países más ricos.
Tal como muestra ‘The Guardian’, “Pakistán aportó esa determinación a las negociaciones y, como presidente del bloque negociador G77 más China, logró mantener unidos a los países en desarrollo frente a pérdidas y daños, a pesar de los esfuerzos de algunos países ricos por dividirlos”.
Pero la realidad es que el fondo todavía no ha arrancado y sigue estancado. “Creo que pueden pasar años antes de que este fondo de pérdidas y daños pueda operar y pueda jugar el rol que debería estar jugando en el momento en el que estamos hablando”, concluye Khan.
La tragedia de la hambruna en el Cuerno de África
Las extremas temperaturas también hicieron estragos en el Cuerno de África. Una sequía que ya se ha prolongado durante años, encontró sus niveles más altos este 2022.
Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales se trata de la “peor sequía en cuatro décadas” en Etiopía, Kenia y Somalia.
“Las consecuencias son devastadoras, son drásticas, son ya varias estaciones de sequías, las peores de los últimos 40 años. Y esto implica muchas cosas, que la producción de cereales ha disminuido, que los animales se están muriendo de sed porque no hay pastos ni agua, que la gente agota sus reservas económicas y que en definitiva hay millones sin comer”, asegura para France 24, Pilar Orduña García, integrante del Grupo de Trabajo de Acción Humanitaria y Subgrupo de Localización de La Coordinadora y responsable de acción humanitaria de Oxfam Intermón.
Según Naciones Unidas, casi 26 millones de personas en esta zona se enfrentan al hambre extrema, y algunas áreas ya alcanzan niveles catastróficos de hambruna.
«Muchas veces las niñas son obligadas a contraer matrimonio en edades muy tempranas, muchas veces son ellas las que se saltan las comidas», Pilar Orduña.
Las consecuencias a niveles sociales son múltiples. Orduña asegura que esta crisis afecta de manera más “desproporcionada” a las mujeres y a las niñas.
“Se agravan riesgos existentes de violencia de género, muchas veces las niñas son obligadas a contraer matrimonio en edades muy tempranas, muchas veces son ellas las que se saltan las comidas”, alerta.
A principios de octubre de 2022, unos 8,5 millones de personas, 4,2 millones de ellos niños, se enfrentaban a una grave escasez de agua, mientras que 20 millones requerían asistencia alimentaria inmediata como consecuencia de la sequía.
Los menores también son unos de los más afectados. Según Unicef, «el número de niños en la región del Cuerno de África que sufren de desnutrición aguda severa, la forma más mortal de desnutrición, se ha disparado”.
Y de la misma manera señala Amador Gómez, director de investigaciones e innovación de Acción Contra el Hambre: «Los niños son los primeros que sufren la desnutrición aguda, los niños menores de cinco años, los niños lactantes. La desnutrición aguda severa es la expresión más traumática de la carencia de alimentos, es esa que amenaza la vida del niño”.
Tal como muestra Oxfam, hay más de 44 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria en dicha región del mundo. Y según un informe de la organización publicado en mayo, una persona podría estar muriendo de hambre cada 48 segundos.
La situación es especialmente delicada en Somalia. Según reporta ‘WeForum’, un tercio de los hogares del país perdieron su ganado durante el año pasado y las cosechas de cultivos cayeron un 70%.
“Estamos viendo cómo algunas partes de Somalia se acercan a los umbrales más críticos, todavía no están, pero se están acercando a esa zona 5 que se caracteriza porque una de cada cinco familias vive en una situación extrema de falta de alimentos, porque comenzamos a ver que hay más de un 30% de desnutrición en la población infantil», asegura Gómez.
Solo en Somalia, más de la mitad de su población necesita asistencia humanitaria. Se esperaba, a principios de año, que el número de personas con inseguridad alimentaria aguda aumentara de 3,5 millones a 4,6 millones en mayo.
“Somalia ha sufrido lluvias muy escasas en las últimas cinco temporadas consecutivas. Y esto no tiene precedentes. Es una sequía catastrófica que ha causado muertes del ganado a gran escala y esto deriva a que millones de personas han perdido sus fuentes de ingresos”, asegura Orduña.
Las cada vez peores condiciones climáticas en el país se suman al conflicto que sigue atravesando su territorio, complicando la llegada de asistencia humanitaria.
Así lo afirma John Otieno, activista para el Cuerno de África y África del este de Acción Contra el Hambre: «La situación política y de seguridad, incluso el acceso a la comida ha sido un problema en Somalia, incluso para las organizaciones, ahora estamos esforzándonos para transportar los alimentos para enfrentar la malnutrición ¿Por qué? Porque hay ciertas áreas que están siendo controladas por los insurgentes. Los padres y madres tienen que buscar ayuda sanitaria en instalaciones en tierras lejanas. Y llega la muerte. Porque si eres un niño desnutrido y tienes que caminar 50 o 100 kilómetros para buscar salud, eso ya te pone en una situación muy difícil».
La crisis en el Cuerno de África es multifactorial. Pero los expertos coinciden que de haber un mayor calentamiento de la tierra, este podría profundizar aún más la ya preocupante hambruna en dicha región del mundo en los años por venir.