La abuela de Camilo opina e ironiza sobre política de forma tan sencilla y tajante que este le llama «La Cuchilla» en alusión a la Navaja de Ockham y estas son sus historias.
Por: Edwin Fernando Suárez Cadena/ –Se me olvidaba que ya empezamos la temporada de «yo por allá no voy» –le dijo La Cuchilla al taxista que habiéndose detenido cuando la anciana levantó la mano, le había preguntado hacia dónde iba–. Tranquilo, Señor… La platica de una carrera al sur de la ciudad se la merece alguien trabajador –concluyó mientras levantaba su mirada hacia la avenida atestada de vehículos en busca de otro taxi libre.
Al divisarlo, hacerle la seña, y no recibir la pregunta molesta, ingresó a la silla trasera, saludó, e indicó el destino.
–Mucho calor tan arrecho ¿Sí o no? –dijo el taxista tratando de iniciar una conversación. La anciana, que era una convencida tanto de la amabilidad como de que el servicio de transporte público no era obligatoriamente un espacio de construcción de relaciones sociales, y menos cuando estaba a punto de comenzar una llamada telefónica, atinó a asentir con un sutil «jum», decente, pero que impidió la continuidad del diálogo.
Inició entonces la llamada con su compadre, el sastre, a la par de los giros, cambios de velocidad y frenadas del pequeño taxi que poco a poco empezó a buscar el rumbo pedido.
En uno de los pares de semáforo el taxista sediento por la temperatura gritó:
–¡Negro! Deme uno de esos bien frío –y un espigado vendedor de bebidas energizantes se acercó y le entregó una botella plástica mojada por el combate entre el sol y el hielo de la nevera.
– ¿No tiene un billete que no esté rotico? –le preguntó el hombre al recibir el pago de su cliente mientras que este ya arrancaba dejando en el aire el humo del exosto.
–Tras de negro, exigente –comentó el chófer a su aparentemente distraída pasajera que enseguida dijo:
– No sea majadero que el color no importa –y justo cuando el conductor le iba a responder notablemente molesto, la anciana complementó–: Que sí, compadre…no importa el color de la telita.
Con dientes apretados el taxista dio un par de volantazos y tomó la siguiente arteria vial mientras que en el radio del auto sonaba lejano un narrador de fútbol. Otra curva a la derecha y una más a la izquierda, y en la esquina en la que debería hacer el pare señalizado el taxista no quitó el pie de acelerador teniendo que ser esquivado por una habilidosa taxista a quien de forma grotesca le gritó:
–¡Mucha brutaaaa! –diciéndole de inmediato a la anciana– Es que las mujeres solo sirven para la cocina.
–Usted mucho ser torpe ¿No ve que las mujeres tenemos las mismas capacidades de los hombres? –dijo la anciana, y ahogándole la respuesta al taxista de inmediato exclamó–: Yo no hago ese arreglo de las cortinas es porque no tengo tiempo y no porque no sea capaz, compadre… Bueno…sí señor… quedo pendiente… bueno…hasta luego.
La mujer colgó su llamada y evidentemente contrariado el chófer prefirió subirle a la radio que ya anunciaba al segundo finalista del mundial de Catar.
–Jum…ya van varios europeos que han ganado más de dos copas del mundo –terco, intento una vez más hacerle charla a La Cuchilla–. Yo si espero que Francia logre la igualdad.
– Yo también quiero que Francia logre la igualdad –respondió la anciana ante la sorpresa del chófer–. Pero, Francia, la vicepresidenta, y desde el ministerio de la igualdad, claro. Es que cosas como eso de que la gente sea racista, que haya desigualdad laboral entre hombres y mujeres, y que se la monten a las personas diversas en su sexualidad no me parecen chéveres.
El hombre evidenció con un gesto que no había comprendido lo que La Cuchilla le acababa de decir y que poco le importaba, así que ella prefirió cerrar la conversación con un: «Nada…que gane Francia», tomó el teléfono celular y escribió en su Twitter:
«El ministerio de la igualdad mucho ser necesario para que se defiendan los derechos de los vulnerados, pero eso sí, donde no se briegue a que desde chiquitos los zurrones se convenzan de tratarse como semejantes vamos a seguir estando conducidos a lo brusco de brecha en brecha».
Entonces oprimió la tecla para twittear mientras el taxista le remembraba la progenitora a un ciclista, y por la ventana se veía en una acera a una indígena Embera tratando de vender sus tejidos.
…
*Licenciado en Filosofía (USTA) y Magíster en Filosofía (UIS).
Twitter: @edwinfernando_