Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P/ León Tolstói cuenta que Pajóm se perturbó después de oír a las mujeres de su casa discutir sobre la vida agraria que llevaban y las tierras que no tenían. Esa discusión lo movió a buscar nuevos rumbos, a aventurarse en búsqueda de tierras, de progreso.
En Colombia, la ley 135 de 1961 fue la apuesta del presidente Carlos Lleras Restrepo por “reformar el agro de cara al bien común”, o al menos eso dice de forma literal el primer artículo de la norma. Eran años en los que se sumaron el miedo a los impuestos, la fuerza que adquiría el Movimiento Revolucionario Liberal, y la revolución en Cuba. Más que una reforma, quizá fue una contrarreforma.
La creación del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA) fue una gran propuesta de la misma norma. Se trataba de una entidad creada por la misma ley para hacerse cargo de la redistribución de tierras a partir de su dotación y adecuación. La ilusión continuó por varios años, pero fue cayendo en el desprestigio al punto de estar involucrada en temas de corrupción y despojo de tierras en favor de grupos paramilitares. Los bashkires chistarían sus lenguas, pero nosotros ni siquiera eso hemos hecho.
En medio de la catástrofe también surgieron otros organismos como el Instituto Nacional de Adecuación de Tierras, el Fondo de Cofinanciación para la Inversión Rural y el Instituto de Pesca y Agricultura. Luego, llegó el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural y por último, la aún vigente Agencia Nacional de Tierras. A pesar del desgaste institucional, parece que el estado de cosas sigue igual.
Ahora estamos ad portas de una nueva reforma agraria ya que el gobierno Petro busca cumplir por fin con el primer punto del acuerdo de paz y con una de las promesas de su campaña; se trata de una Reforma Rural Integral y ya se han dado los primeros pasos. A finales de septiembre, Lafaurie, en nombre de Fedegán, propuso la entrega de una gran cantidad de tierras para este propósito. Todo esto no deja de generar sospecha porque “de eso tan bueno no dan tanto”.
Volviendo a Tolstói, Pajóm fascinado por la posibilidad de llenarse de tierras, de lograr ser millonario, de extender sus posesiones como siempre lo había soñado: el sueño de todo ganadero. ¿Cuánta tierra necesita un hombre? es el título del relato de este hombre que fue víctima de su propia avaricia y que, como tantos en Colombia, intentó amasar una gran cantidad de tierras sin pensar más allá de sus propios intereses.
El caso de Fedegán es sospechoso porque ya en el mismo gobierno de Lleras se presentaron situaciones similares que terminaron en movimientos fraudulentos por parte de las entidades encargadas de la búsqueda del bien común. Además, la intención de aumentar el hato ganadero mencionada directamente por Lafaurie es un atentado contra el ambiente, a pesar de que él mismo cite supuestos estudios que niegan la debacle ecológica, estudios que se centran solo en las emisiones de los bovinos y no observan el consumo de agua de los mismos.
La contrarreforma de Lleras fue un caso fallido y tampoco pudo prevenir el avance de la revolución guerrillera naciente; por el contrario, el tiempo recrudeció la guerra y aumentó de forma abismal la desigualdad. Hoy somos uno de los países más desiguales del mundo y seguimos añorando que por fin se cumpla la función social de la propiedad privada consagrada en la Constitución Política de 1991. Es tiempo de cuestionarnos qué quizá, como no pudo comprender Pajóm en vida, sólo se necesitan “dos metros de tierra, de la cabeza a los pies”.
Apuntaciones:
“Mala mujer, no tiene corazón”, no solo es una frase de la gran canción de la Sonora Matancera, ahora es también el título del último libro de Beatriz Vanegas Athías. Un tercer hijo en este año fecundo para sus letras.
Es el colmo que, en pleno siglo XXI, la Editorial Almadía pretenda censurar a Carolina Sanín. Definitivamente un elemento clave para reconocer lo problemático y lo peligroso, de todo extremismo es el uso de la cancelación y la censura como mecanismo de control.
A 37 años de la toma y retoma del Palacio de Justicia, el gesto de Petro en la eucaristía presidida por Monseñor Luis José debería ser más un signo de unidad y reconciliación que de división y conflicto.
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
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