Por: Érika Bayona López/ Tal como está consignado en el billete de 1.000 pesos colombianos, es importante retomar lo alusivo por Jorge Eliecer Gaitán ‘’Yo no soy un hombre, yo soy un pueblo‘’. La democracia es quizás el mejor espejo de la materialización de la soberanía, y por ello, el cliché de vivir sabroso va más allá de crear una empatía amarillista y que por el contrario exige al nuevo gobierno a establecer nuevas estrategias y espacios reales de reconciliación con miras de garantizar un real y efectivo estado social de derecho. Hay un nuevo gobierno porque el pueblo lo quiso así.
Aún no es claro qué quiere decir la expresión “vivir sabroso”, a pesar de saber que ya tiene un coro y de haber leído los 10 puntos que plantea el nuevo gobierno para garantizar que esa “sabrosura” nos cobije a todos los colombianos. Se decía que empezaríamos a vivir sabroso, pero con el pasar del tiempo lo realmente palpable ha sido una galopante inflación que nos está matando silenciosamente el poder adquisitivo y la capacidad de compra, con un dólar siempre alcista empobreciendo más y más la canasta familiar. Lo de vivir sabroso debe ser en los palacios; como lo es el único en Colombia, el Palacio de Nariño, por ejemplo.
Se plantea la paz verdadera y definitiva, el cuidado de los abuelos y de los niños, un ministerio de la igualdad entre hombres y mujeres, diálogo sin excepciones, oídos para escuchar a todos los colombianos, estrategias de seguridad contra la violencia, lucha contra la corrupción, protección del suelo y subsuelo, aire y cielo, desarrollo de la industria nacional, economía popular y el campo, hacer cumplir la Constitución.
Lo preocupante en cuanto a los puntos álgidos de la agenda presidencial, es el sistema de salud y la economía nacional, ya que es un asunto mayor y con altas prioridades donde se intenta cubrir de muchas maneras sus falencias que son graves y no pueden taparse con un dedo. Médicos y pacientes somos damnificados del sistema actual de salud que solo funciona cuando las acciones de los médicos con sacrificios de diverso tipo resuelven las demandas de los pacientes.
Vivir sabroso, maravilloso concepto y exacta filosofía necesaria para estos tiempos, donde se reportan 7 mil millones de ciudadanos en estado de pobreza. Y que, pese a necesitarse a gritos una política publica que reduzca esa brecha entre la pobreza y la vida digna, lo cierto es que crear una sociedad equitativa debe ser un sinónimo de reducir la pobreza e ignorancia con una justa y necesaria reforma educativa al igual que una reforma agraria.
Vivir sabroso es que la propiedad privada no sea un aval para el sometimiento de los demás; vivir sabroso es que el miedo al hambre y la ignorancia se controlen colectivamente.
Vivir sabroso implica que los niños tengan garantizados los derechos mínimos, como lo es la educación, la salud y un robusto sistema penal que infundan el castigo y acciones más severas a quienes atenten contra el futuro del mañana.
Vivir sabroso es vivir con serenidad. Disfrutar el momento presente, tener las necesidades básicas satisfechas, el derecho a la educación, a divertirse, a tener amigos, a llevar una vida digna. No se trata de millones de cosas superfluas inventadas por esta sociedad de consumo arrasadora que ha echado a perder los valores fundamentales y ha dividido en castas económicas al ser humano. Vivir sabroso es el carpe diem, es el viaje a Ítaca.
¿Quién no quiere vivir sabroso? Si eso es lo que todos merecemos y aspiramos. Definitivamente el “vivir sabroso” no puede quedarse en un eslogan de campaña, en puro cuento o propaganda del realismo mágico criollo.
Si vamos al derecho de las cosas, lo ideal sería que el poder legislativo optimizara y pusiera en marcha proyectos de ley enfocados a garantizar el desarrollo sostenible y la protección de los recursos naturales como elemento mínimo para garantizar a nuestras futuras generaciones el medio ambiente y los derechos colectivos, como también los fundamentales. Sin embargo, con sorpresa, el Congreso de la república entre 2018 al 2022 el 94% de los proyectos de ley de los honorables senadores y representantes no se concretaron. Lo que si se concretó fue el alza de los sueldos que ya superan los 94 millones de pesos mensuales en los que se incluye: tiquetes aéreos, viáticos, telefonía celular, camioneta blindada, guardaespaldas y un sinfín de privilegios que los convierten en marajás. Eso sí que es vivir sabroso.
En estos tiempos coyunturales, se hace necesario, más que vivir sabroso, tener un estilo de vida modesto y ejemplar. Y sobre todo que no represente la contradicción entre la actual calidad de vida de los colombianos y los estragos que está evidenciándose por concepto de inflación en la canasta familiar.
Por ello, la importancia de entender la sabrosura del momento versus la realidad de la economía colombiana, en especial aquellos que dependen de un salario mínimo para solventar la congrua subsistencia, la cual día a día es sinónimo de supervivencia.
La crisis multidimensional del capitalismo aumenta las desigualdades sociales, políticas, económicas y culturales donde se observa una tendencia hacia la regresión en las condiciones de vida de las mujeres, los niños, la juventud y el pueblo trabajador, expresadas en la incompatibilidad del sistema capitalista neoliberal con la naturaleza y la tierra, que conduce al cambio climático, amenaza la vida, al planeta y el derecho a gozar de una vida digna.
Para que «la dignidad se haga costumbre” se necesitará por lo tanto una función diferente del Estado y al mismo tiempo un nuevo consenso nacional que permita superar discriminaciones y desigualdades. Como Colombia atraviesa por un periodo de cambios estructurales que está trayendo incomodidades para gremios, inversionistas y ciudadanos, hay que incluir las voces de los marginados y desplazados, sus prácticas de resistencia y los senderos para encontrar la dignidad. Sin esto, la promesa de «vivir sabroso” no va poder cumplirse en una Colombia con altos niveles de polarización política y desconfianza social entre los diferentes estratos de la sociedad.
Hasta tanto no se demuestre mediante hechos fácticos y contundentes que vivir con sabrosura es ir más allá de la intención, es decir, poner en marcha toda la funcionalidad del estado con miras de garantizar un estado social de derecho, libre de corrupción, clientelismo, polarización política, conveniencia y quizás lo más karmático para los nuevos empleados públicos o jefes de carteras ministeriales, gobernar con idoneidad, respeto y coherencia.
Las expectativas son amplias, los retos son gigantes, pero las oportunidades son únicas. Siendo esta vez quizás el momento histórico más importante donde el cambio se refleje más allá de mensajes por redes sociales o gobernar por Twitter. Donde se vaya a las regiones a gobernar, siendo vivir sabroso escuchar a todo un pueblo desde su territorialidad en cada uno de los rincones de Colombia.
Seguimos en la lucha por la supervivencia en un país que ocupa primeros lugares en las estadísticas mundiales de la inequidad. Quedo a la espera de otras sabrosuras que me demuestren que las cosas en este país sí pueden cambiar.
¡Estamos a la expectativa de vivir algo realmente sabroso!
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*Acount Auditor-QA / MBA y Máster en Project Management. Auditor interno BASC. Administradora de Negocios Internacionales y Especialista en Mercadeo Internacional de la Universidad Pontificia Bolivariana.
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(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).