Hasta hace poco, Luiz Inácio Lula da Silva era un cadáver político tras ser condenado a prisión. Pero dos años y medio después de recuperar la libertad, por la anulación de sus condenas, volverá a asumir la presidencia de Brasil tras derrotar este domingo en segunda vuelta a derechista Jair Bolsonaro.
El líder del Partido de los Trabajadores (PT) superó en los comicios de la segunda vuelta el récord que logró en la primera vuelta, mientras que en la primera sumó 57 millones de votos, esta vez llegó a los 58 millones, cifra nunca antes alcanzada por un candidato.
Con el 97 por ciento de los votos escrutados, Lula se impuso a su rival con el 50,9 por ciento de los votos (59,856,717). Bolsonaro se quedó con el 49.1 por ciento de los sufragios (57,845,008).
Los votos no válidos o nulos suman 5,659,803.
El perfil del presidente electo
‘Lula’ nació en 1945 en Caetés, Pernambuco, en el noreste de Brasil. Es el séptimo hijo de una familia humilde que decidió migrar hacia el sur en búsqueda de nuevas oportunidades.
El trayecto a São Paulo lo hizo con su madre, su padre los abandonó cuando ‘Lula’ era muy joven.
“Esa mujer que era analfabeta consiguió criar una familia de ocho hermanos, cinco hombres y tres mujeres en una armonía total y absoluta. Nunca peleamos entre nosotros”, aseguró ‘Lula’ en una entrevista para ‘Televisión Pública’.
Muy temprano dejó la escuela, trabajó como vendedor ambulante, mensajero y lustrabotas. Y a los 15 años aprendió un oficio que sería el génesis de su trayectoria sindical: se educó como tornero en el Servicio Nacional de Aprendizaje Industrial, una formación que no habían tenido ninguno de sus hermanos y que lo condujo a Industrias Villares, en la región del ABC Paulista, donde empezó a participar del Sindicato de los Metalúrgicos de São Bernardo y Diadema.
Para muchos analistas, su entrada a la industria metalúrgica dejó una huella en su vida política.
Como tornero, ‘Lula’ perdió el dedo meñique de su mano izquierda cuando tenía solo 17 años y allí mismo vio cómo la dictadura militar se instauraba en Brasil, solo un año después.
El sindicalismo, como la política, llegó sin previo aviso a la vida de ‘Lula’. Se involucraría siguiendo los pasos de su hermano mayor Frei Chico. Pero la actividad sindical, según el propio político, fue la escuela que nunca tuvo.
Tenía 23 cuando se involucró en el Sindicato de Metalúrgicos. El inicio de una larga trayectoria que lo llevaría a ser uno de los líderes más reconocidos a nivel no solo nacional sino internacional.
Mientras la represión aumentaba por parte de la dictadura, ‘Lula’ tenía otra idea en mente: la conformación de un partido político. Junto con otros movimientos sociales e intelectuales surgió el Partido de los Trabajadores (PT).
‘Lula’ se convertiría en su rostro más visible, en su líder indiscutible. En su figura se verían reflejados millones de obreros en Brasil y sus palabras harían eco de muchos de sus reclamos.
Pero su partido, ya consolidado, no tendría un camino fácil para llegar a la Presidencia. Su origen trotskista y socialista y algunas de sus ideas radicales harían temer sobre todo a la clase media del país.
Un rechazo y un miedo que se expresaría en las urnas. ‘Lula’ perdió tres veces las justas presidenciales e incluso pensó en retirarse de la política.
Para ‘Lula’ la tercera no fue la vencida. El izquierdista consiguió la victoria en 2002, después de haber sido derrotado en 1998, 1994 y 1990. Pero más de diez años después de esa primera campaña presidencial, llegó la revancha.
El candidato del PT fue elegido con 61% de los votos. Un hito histórico al ser el primer presidente obrero del país.
A pesar de la convicción durante su adultez, la llegada del Palacio de Planalto estaba lejos de estar en la cabeza, en las fantasías de ese niño de Pernambuco. «Mi sueño era ser conductor de camión, nunca soñé ser presidente, con ser político», aseguraba ‘Lula’.
Sin embargo, los años lo volvieron un maestro en hacer política. Para muchos su triunfo se debe a su ingenio para hacer alianzas y a presentarse con su cara más moderada: «El Lulhina, paz y amor».
Así como su personalidad, su discurso también cambió. Como lo destaca el portal ‘Animal Político’, «en sus discursos dejaron de escucharse conceptos tales como ‘reforma tributaria’, ‘impuesto a grandes fortunas’, ‘democratización de los medios de comunicación’ o “reforma agraria’».
Su nueva cara, sus nuevas propuestas y alianzas mostraron su versatilidad como político. Ese país que lo rechazó tres veces vería en su llegada al poder un cambio de rumbo en el Brasil de la historia reciente.
Cuando ‘Lula’ dejó el poder en 2010 tenía más de un 80% de aprobación. Un apoyo e incluso cariño de gran parte de los sectores de la sociedad que responde a varias de sus políticas. Durante su mandato, más de 30 millones de brasileños salieron de la pobreza y el país se convirtió un referente no solo en la región sino a nivel mundial por su rápido crecimiento económico.
Políticas como ‘Bolsa Familia’, una ayuda económica que se daba a las familias más pobres a cambio de algunas condiciones como la vacunación de los niños o que estos fueran a la escuela, y ‘Minha casa, minha vida’, que subsidiaba el acceso a la vivienda de millones de personas marcaron sus mandatos. Esta última, sin embargo, estuvo bajo escrutinio por las críticas de las casas entregadas y los sectores en los cuales estas se encontraban.
En varias ocasiones ‘Lula’ aseguró que manejaba el país como lo haría una madre. «El mejor ejemplo de gobernanza no se saca de un libro, se saca de una madre. Es decir, ella siempre va a cuidar al más débil», sentenció para ‘Televisión Pública’.
Por otro lado, medidas como la subida del salario mínimo, tal como muestra el portal ‘Nueva sociedad’, «convirtió a decenas de millones más en consumidores de clase media-baja, impulsando el mercado interno y, en consecuencia, las inversiones internacionales y los beneficios de las empresas».
Sus mandato y el crecimiento económico también estuvieron marcados por el descubrimiento de grandes fuentes de petróleo en el país. Entonces ‘Lula’ afirmó: «Dios es brasileño».
Pero a pesar de sus logros, algunos aseguran que sus reformas no fueron suficientes y que algunas promesas quedaron vacías. Por ejemplo, según ‘Nueva Sociedad’, «el sistema fiscal ha continuado siendo extremadamente generoso con los multimillonarios y las empresas (por ejemplo, con la exención de impuestos sobre los dividendos), mientras que penaliza a la clase media y a los más pobres, que pagan elevados impuestos directos e indirectos (la presión fiscal en Brasil equivale a 32% del PIB) y reciben a cambio servicios públicos de baja calidad».
Al mismo tiempo, las primeras acusaciones de corrupción no tardaron en llegar. En 2005 surgió el escándalo de ‘Mensalão’ en el que se le acusaba a su partido de no haber declarado fondos para su campaña en 2002.
En el terreno de la política internacional, ‘Lula’ fue una «estrella». La calidez con la que lo recibían los mandatarios a lo largo del mundo, las declaraciones de líderes como Barack Obama que lo llamaban como “el hombre” y su ideal de una América Latina unida mostraron su interés de formar a Brasil como un referente.
«Entonces cuidémonos. No podemos hacer política del mismo modo que usamos el celular. El celular por más útil que sea es una desgracia, porque distancia al que está cerca de ti y acerca al que está lejos», aseguraba ‘Lula’ sobre América Latina a TeleSUR.
Su último mandato culminó con dos triunfos internacionales: consiguió que Brasil fuera la sede del Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos de Río 2016.
‘Lula’ pasó 580 días en la cárcel. El expresidente fue sentenciado en julio de 2017 a nueve años y seis meses de prisión. Una condena de la que fue absuelto tiempo después.
Sin embargo, las acusaciones de corrupción lo alejaron de uno de sus amores: la política. En septiembre de 2018 el Tribunal Superior Electoral invalidó su candidatura a unas nuevas elecciones y obligó al PT a designar su reemplazo.
‘Lula’ fue salpicado por el operativo conocido como ‘Lava Jato’, un sistema de corrupción a gran escala que rodeó a la petrolera Petrobras. Según el juez Sérgio Moro, el expresidente ejercía «un papel relevante en la trama criminal».
Lo condenaron por corrupción pasiva y lavado de dinero. De la trama judicial resalta un apartamento triplex en Guarujá, en el estado de São Paulo, que según aseguraba Moro, había sido recibido por el presidente a modo de soborno.
A pesar de la condena y las acusaciones, ‘Lula’ no perdió el apoyo popular, de hecho recién encarcelado su intención de voto llegó a elevarse. Y el exmandatario siempre aseguró ser inocente.
Y en 2021 la Corte Suprema del país le dio la razón, anulando sus condenas. El ente aseguró que Moro, que había sido percibido como un «héroe» de la lucha contra la corrupción, estaba parcializado. El exjuez fue designado como ministro de Justicia durante el Gobierno de Bolsonaro.
Sin embargo, los escándalos de corrupción lo siguen como una sombra, sobre todo afectando la credibilidad de su partido, el PT.
Así, ‘Lula’ ha prometido reconstruir al país. Y ha vuelto a la arena con un frente amplio, con alianzas y políticos más moderados y también más radicales. Sorprendió con el nombramiento de su antiguo rival Geraldo Alckmin como su fórmula vicepresidencial, para muchos, una nueva muestra de su habilidad política.
Algunas de sus banderas no han cambiado. En campaña ha abogado por la educación, el sistema de salud y para muchos analistas es evidente que vendrá con nuevas políticas de redistribución de renta.
Con sus 77 años parece que los tiempos más difíciles han mermado. Atrás quedó la cárcel, la muerte de su segunda esposa y el punto más bajo de su carrera política.
Ahora, de la mano de Rosângela da Silva, su nueva esposa, y con la convicción de vencer a la ultraderecha, ‘Lula’ se siente optimista. Tiene la memoria colectiva de una época “dorada” del Brasil, que como cualquier recuerdo es difuso e idealizado, como su principal as bajo la manga para conseguir un tercer mandato.