Por: Jesús Heraldo Rueda Suárez/ Teniendo como premisa que los humanos somos una especie cruel y despiadada, salvo ciertos roedores, ningún otro vertebrado mata habitualmente a otros miembros de su misma especie, así como ningún otro animal disfruta practicando la crueldad sobre otro de su misma especie.
Ahora bien, es cierto que se requiere de cierta agresividad para sobrevivir, pero se debe tener cuidado cuando la agresividad empieza a volverse costumbre y contraproducente, toda vez que no existe una línea divisora clara entre las formas de agresividad deseables, las permisibles y las contraproducentes.
Colombia y el mundo han vivido sus peores momentos por decisiones tomadas inspiradas en el odio, con ira, grandes guerras y masacres han sido motivadas por ese sentimiento, los colombianos hemos vivido momentos dolorosos, la violencia que nos contaron nuestros padres, la crueldad de los narcotraficantes, la llamada guerrilla y paramilitarismo, al igual que muchas familias llevan consigo tragedias familiares motivadas por el odio, el rencor y la ira, por ello es preciso entender y superar estos comportamientos.
Por estos días circuló un video donde un joven perdió el control en un retén de tránsito al ver cómo le quitaban su moto por no contar con la documentación en regla, cuando se presentan este tipo de situaciones le damos espacio a este sentimiento y lo hacemos porque somos incapaces de controlar las emociones, como el enfado, todo porque no se cumplen nuestras expectativas o nos sentimos amenazados o puestos en entredicho, y reaccionamos buscando una protección, haciéndolo con rabia y hostilidad, a veces incluso con tendencia a la agresión ante quien se considera su causante.
Este tipo de emociones se originan en el deseo de que las cosas sean exactamente como uno quiere que sean y no como realmente son y se reacciona ante la frustración, ante la forma de actuar de otras personas que no se ajustan al patrón esperado por nosotros.
Hay múltiples motivos en la vida por los que podemos sentir ira, rabia, como: acontecimientos inesperados, discusiones, por el desorden ajeno, por una traición, etc., muchas formas de expresar la ira son: amenazando, chillar, gritar, negar la palabra, insultar, el sarcasmo y la agresión, estos procederes acaban las relaciones afectivas y generan estados de ánimo negativos, como tristeza, ansiedad, depresión, etc.
La persona que permite ser dominado por estas emociones, paradójicamente, la hace en ocasiones sentirse importante, situación muy común cuando se está haciendo ostentación de su cargo, y se actúa airadamente con sus subordinados imponiendo por la fuerza su autoridad, comportamiento muy habitual de un muy mal jefe, o cuando no hay ningún interés en solucionar el problema mediante el diálogo, la ira puede ser un buen argumento para evitar dar solución, y se actúa, así como conducta manipulativa hacia otras personas.
Existe el rencor este es un sentimiento que, de alguna manera, nos envenena, (lo decía el chavo), el odio sería un incendio, un incendio es algo devastador, es un fuego sin control, las personas que odian viven en el incendio, son destructores, además, son pirómanos, es decir, se alimentan de fuegos para producir incendios, ahora se les llama tóxicas, hacen de un fuego un incendio, vivir en este incendio del odio puede provocarnos, a la larga o incluso a corto plazo, problemas de salud, algunas personas lo justifican diciendo que no fueron amadas y que eso las legitima para incendiar todo lo que sale a su paso.
Evidentemente un incendio no es una cosa deseable, el fuego sí, porque el fuego lo necesitamos para vivir, para estar vivos, para sentir, pero no podemos convertir ese fuego en incendios, ahora bien, si no puedes perdonar me gustaría citar unas palabras del Dalai Lama, que dicen: “Si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo”. Es decir, si no puedes apagar el fuego que te consume por la rabia, por la ira, para poder seguir tu camino no vivas provocando incendios.
Padecer un episodio de ira no es preocupante ni es destructivo, lo preocupante es el manejo que se le dé, el comportamiento que tengas en ese estado, se debe estar atento cuando se muestra fuera de control y aparece de manera frecuente, toda vez que puede provocar problemas en nuestro entorno familiar, laboral, y en las relaciones con los demás.
En nuestro diario vivir se nos presentan situaciones incómodas que hacen que se reaccione con ira, en momentos concretos, por ejemplo, ante una situación que nos resulta injusta, en una discusión con nuestro jefe, cuando estamos conduciendo y no nos ceden el paso en la carretera, el sentir esa rabia es normal, lo que no es normal es exteriorizarlo y pasar a la agresión.
Tener momentos de ira de manera esporádica tiene, como hemos visto una razón de ser, pero ¿qué pasa cuando tenemos episodios recurrentes de ira ante situaciones frustrantes? A largo plazo convivir en un ambiente de irritabilidad genera descontento y afecta a nuestra relación con los demás, generando un clima de ansiedad, inseguridad e incluso depresión.
Las personas propensas a la ira suelen ser demandantes o exigentes, tienen baja tolerancia a la frustración y no aceptan que las cosas se realicen de otra manera diferente a la que ellas consideran, recordemos que la ira se aprende en ambientes familiares donde el grito, el enfado, la falta de respeto y el exceso de autoridad se hacen patentes, provoca en los niños un aprendizaje por modelado o imitación; se aprende a comunicarse de manera errónea.
Las consecuencias de la ira pueden ser múltiples, el vivir en un constante estado de alerta defensivo puede traer consecuencias a medio y largo plazo, por ello debemos buscar motivaciones para cambiar, el vivir y actuar así deteriora las relaciones interpersonales, atenta contra el buen vivir, estar siempre en ambientes irascibles hace que se viva con temor, con intimidación y con baja autoestima, incluso sentirse rechazados o no queridos.
Después de un ataque de ira, de rabia y cuando la intensidad de la emoción baja, las personas se sienten culpables y avergonzados por sus actos, y además perjudica nuestra salud física y mental, cuando las consecuencias de la ira se convierten en un problema, debemos prestar atención a nuestros enfados para intentar ver si éstos son ajustados realmente a la situación vivida.
Los ataques de ira son en general un problema cuando afectan nuestras relaciones sociales y cuando producen un malestar excesivo, más aún cuando duran mucho tiempo y se prolongan, cuando son muy frecuentes o recurrentes, cuando se materializan en agresiones a los demás tanto físicas como verbales, la ira se relaciona estrechamente con la impulsividad y el bajo autocontrol.
Cuando una o varias personas experimentan una situación que les provoca ira, generalmente reaccionan a tal situación y se expresan a través de gritos, insultos, golpean algo, es decir, las personas buscan atacar como un acto de defensa o huir de una amenaza, por ejemplo, “Los fanáticos enfurecidos y con ira le gritaron infinidad de insultos al árbitro por su penalización”, o la famosa frase “el niño tuvo un ataque de ira en la escuela y golpeó a uno de sus compañeros de clase”.
En los estudios psicológicos, la ira se entiende como una respuesta cerebral que busca enfrentarse a una amenaza, no obstante, los especialistas aclaran que la ira no es un sentimiento predispuesto de la genética humana ni forma parte de su evolución, sin embargo, a veces la ira es tan fuerte que las personas actúan sin considerar las consecuencias. Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, argumentaba que los seres humanos sentían ira cuando tenían carencias de amor, es decir, las necesidades de amor y cariño no eran satisfechas, ame y déjese amar.
La ira debe ser una emoción controlada a fin de evitar mayores conflictos o dificultades, los psicólogos sugieren exteriorizar este sentimiento a fin de evitar enfermedades, no obstante, su exteriorización debe ser medida para evitar situaciones violentas o peligrosas.
Cada individuo experimenta la ira de una manera diferente, por lo que se puede distinguir entre una ira pasiva y una ira agresiva y pueden ser controladas, unas formas es no ceder a los pensamientos que generan resentimiento, poner en práctica diversos ejercicios de relajación, ser respetuosos, evitar pensamientos negativos de venganza, destructivos o amenazas, ponerse en el lugar del otro y observar la situación de manera objetiva, identificar qué provocó la molestia y expresar este sentimiento de manera honesta, respetuosa y sin amenazas, buscar ayuda profesional en los casos de daños físicos o psicológicos a fin de evitar futuras frustraciones, enojos desmedidos o angustias.
Es importante llevar una vida tranquila bajo pensamientos positivos.
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*Profesional en Mercadeo
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