Por: Ruth Stella Catalina Muñoz Serrano/ Nunca nos hemos preguntado si la sociedad que consumimos es la sociedad que queremos, puesto que hemos decido solamente ultrajar los mandatos de los presidentes y demás gobernantes, responsabilizándolos de todo, se ha vuelto una queja constante y sombra de problemas sin solucionar, nos hemos quejado de los impuestos, de que hasta para celebrar el amor se comercializa un regalo, de las pocas opciones para educarnos, pero aun teniéndolas no se aprovechan, también sobre las oportunidades, señalamos a quienes salen en el rebusque, de los que se tienen que levantar muy jóvenes por su familia para sostenerla, de los que la violencia les arrebató su infancia.
Parece que las injusticias han sido propuestas de cambio y valientes han sido los que han buscado contribuir a estas injusticias, pero lamentablemente la desigualdad siempre estará presente, así cambiemos de presidente.
Este cambio no es por un presidente, es por la sociedad que somos, la sociedad que consumimos.
Ya no se sabe si el debate es porque tan consumidores seamos de dicha sociedad, sino por las elecciones que tomamos para consumir.
En referencia a lo que nos falta y cómo le dije alguna vez en otra columna, lo que nos fue arrebatado, pero ha sido finalmente una constante quejadera.
Lo que implica que esos pocos no solo se enfrentan a la injusticia sino a formar conciencias colectivas, es así como los pocos que trabajan por producir un cambio, son aplastados por un sistema imperial.
Pero todo ha sido parte del consumismo, no solo se consumen productos sociales, sino se consumen personas, realidades, una historia que ha sido masticada tantas veces, que finalmente sigue siendo la misma, no ha podido ser redistribuida de manera que incluso los estratos sociales coexistan equitativamente, eso solo como que se quedó en el papel.
Ser consumido y consumir no se anteponen y tampoco se relacionan, porque el primero se entiende, a partir de una serie de códigos sociales que llevan a una persona a cumplir con estas normas y despersonalizarse de manera que los son consumidos creen que deben permitirlo porque es su aporte, es que todos van hacia allá, que son los demás los que tienen derecho a triunfar, que frustración solo caer en un hueco sin fondo.
El dolor y frustración de “esos pocos” ha sido capaz de mover masas, que salen a marchar, sin embargo de estos movimientos no se percibe una absorción de todas las personas que hacen parte de la sociedad que nos lleve a una conciencia centrada y social, direccionada hacia el bien y el perdón, a los procesos de transformación reales, disiente de una verdad encubierta por el dolor y el ser consumidos por las peticiones de otros, casi que llegamos a ese punto solo por el hecho de no hacer nada y dejar que “las cosas fluyan”, hasta donde se ha tergiversado el dejar que las cosas fluyan con no hacer nada, entonces seríamos ¿La sociedad de la nada? ¿Cuál es nuestro papel en sociedad?
De que nos sirve tener sin poder saber administrar quienes somos.
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*Docente, Psicóloga (UNAD), Especialista en Gerencia de Proyectos (Uniminuto), Maestrante en Psicología comunitaria (UNAD).
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