Tanto el nombre como los síntomas parecen alarmantes: la viruela del mono ocupa los titulares europeos y estadounidenses después de que se hayan detectado varias decenas de casos desde el 7 de mayo en países donde nunca antes se había registrado esta enfermedad.
Este virus, que es endémico en varios países de África central y occidental, se descubrió en 1958 en monos y se halló en humanos por primera vez en 1970. Desde entonces, ha habido varios brotes en países como Nigeria y República Democrática del Congo que se han contenido con éxito, «incluso durante la pandemia de Covid-19», como recordó la semana pasada el director de los Centros de Control de Enfermedades de África (CDC Africa), Ahmed Ogwell Ouma.
Esos brotes han pasado en su mayoría desapercibidos, en parte por ser mucho más habituales. Este, en cambio, es inusual por su alcance interncional y porque, en muchos de los casos, se desconoce que haya un vínculo de viaje a los países donde la viruela del mono es endémica.
¿Qué síntomas presenta?
La viruela del mono (Monkeypox) está provocada por un virus de la familia de los Poxviridae. De alguna forma, es como si fuera primo del virus de la viruela humana, que afectó a la humanidad durante siglos y finalmente se erradicó en 1980 gracias a una masiva campaña de vacunación global. Los síntomas son parecidos, aunque en la viruela del mono son mucho más leves.
Desde la exposición hasta los primeros síntomas pueden pasar entre 6 y 15 días, el llamado período de incubación, aunque de media ronda los 12 días. En principio, durante este período no se transmite la enfermedad. Las primeras señales de infección son la fiebre, dolores musculares, agotamiento y la inflamación de los ganglios linfáticos.
Entre uno y tres días después, aparecen las lesiones en la piel que también caracterizaban la viruela: estas lesiones se convierten en heridas, luego pústulas y finalmente desarrollan una costra que se cae. Las lesiones aparecen sobre todo en las extremidades, en la cara y en la zona genital. En total, el paciente puede estar enfermo entre dos y cuatro semanas.
¿Qué gravedad tiene?
Es difícil cifrar de manera exacta la tasa de mortalidad de esta infección debido a que el número no solo cambia según el virus sino también según las condiciones del sistema sanitario que trata a los pacientes.
En general, el consenso científico está en que el virus tiene dos linajes distintos con dos tasas de mortalidad distintas. El linaje de la Cuenca del Congo se asocia con una mayor virulencia y capacidad de transmisión y se calcula que tiene una tasa de mortalidad alrededor del 10%. El linaje de África Occidental, en cambio, es más suave y provoca una enfermedad menos grave, con una mortalidad del 1%.
El virus es algo más grave en menores de edad.
Por ahora, los virus secuenciados en Portugal, uno de los países afectados por el nuevo brote, encuadran estas infecciones en el linaje de África Occidental.
En algunas regiones del continente africano incluso se ha registrado que aproximadamente un 20% de las personas contagiadas llegan a fallecer, pero se cree que esta cifra está condicionada por la alta incapacidad de recibir tratamiento en la región.
¿Cómo se transmite?
El virus de esta enfermedad circula en animales de zonas boscosas del cinturón central de África, aunque todavía no se sabe exactamente qué especie es el reservorio (contrariamente a lo que el nombre indica, parece que son roedores pequeños y no los simios). La interacción de humanos con estos animales, ya sea por comer su carne poco cocinada, por lesiones y heridas o por contacto con desechos, puede hacer que el virus salte del animal a la persona.
Entre personas, se considera que la viruela del mono es poco transmisible, mucho menos que el virus del Covid-19, por ejemplo. La cadena de transmisión más larga que se ha encontrado es de seis personas. El contagio ocurre por el contacto estrecho entre personas, ya sea por gotículas de saliva, por contacto con las heridas de la piel o con materiales que se hayan infectado, como las sábanas.
Es importante destacar que la viruela del mono no es una enfermedad de transmisión sexual y que, epidemiológicamente, no hay ningún dato que la vincule con la comunidad LGTBI. El hecho de que muchos casos se hayan dado en hombres jóvenes que se identifican como homosexuales o bisexuales ha confundido a la opinión pública y contribuye a estigmatizar este grupo de población y sus prácticas, sin que haya una relación de causalidad claro.
¿Por qué ha crecido de esta forma?
El 11 de febrero de este mismo año, la revista ‘PLOS Neglected Tropical Diseases’ advertía que un brote así podía suceder. Señalaba, por ejemplo, que durante la década entre 2010 y 2020 se registraron casi 20.000 casos, prácticamente el doble que en la década anterior. En los años setenta, cuando se descubrió en humanos, se detectaron apenas unas decenas de casos.
Este aumento puede deberse a distintas formas de contar y a mejores sistemas de vigilancia, pero no es la única explicación. Sin una respuesta firme todavía, la comunidad científica baraja varias teorías para este crecimiento. Para empezar, que el virus haya mutado y cambiado hasta convertirse en más transmisible. Sin embargo, el hecho de que las secuenciaciones incipientes muestren un material genético prácticamente idéntico a las variantes encontradas en Nigeria en 2018 hacen esta explicación más improbable.
Por otro lado, muchos señalan también el aumento de interacción entre humanos y los reservorios de virus animales, especialmente a raíz de la deforestación y de la minería, que provoca que cada vez haya más casos de «saltos» entre estos animales y las personas.