La izquierda irrumpe con fuerza por primera vez en unas elecciones legislativas en la historia de Colombia, pero frente a una derecha aún fuerte y un centro hundido, la polarización amenaza con volver a ser la protagonista en los comicios para elegir al próximo presidente del país el 29 de mayo.
Además de renovar el Congreso para los siguientes cuatro años, en las votaciones del domingo 13 de marzo los colombianos eligieron los candidatos presidenciales de tres coaliciones: la izquierdista Pacto Histórico, la derechista Equipo Colombia y el Centro Esperanza. La contienda sirvió de balanza para medir fuerzas entre las distintas agrupaciones políticas frente a un electorado ávido de cambios.
En medio del repunte de la izquierda, el centro ha salido debilitado en los comicios legislativos del domingo y la derecha sigue logrando la mayoría en el Congreso, aunque no tan holgada como en la legislatura anterior.
Tres corrientes políticas claras surgían, pero la puja en la contienda vuelve a reducirse a dos: la izquierda y la derecha, algo que recuerda a la historia del país de mediados del siglo XX.
Mucho parece haber cambiado desde aquella época sangrienta, cuando el poder político en Colombia se repartía solo entre liberales y conservadores, pero en un país que no ha logrado levantar cabeza. Con una de las mayores tasas de desigualdad económica y social del mundo, solo una minoría es la que parece identificarse con el centro, mientras la mayoría se decanta por los extremos.
Las pasadas elecciones legislativas y las próximas presidenciales son un termómetro además de las inconformidades de los últimos años: las protestas sociales desde finales de 2019, el empeoramiento de la pobreza en medio de la pandemia y un polémico Acuerdo de Paz en 2016 que ya mostrada la gran división entre los colombianos.
Tanto la izquierda anti-establecimiento como la derecha más conservadora logran conectar con millones de personas y faltará ver cuál lado del electorado logrará marcar el contrapeso que gobernará a la nación por los próximos cuatro años y quizás más.
¿Cómo queda la balanza de cara a las presidenciales?
Como lo habían indicado las encuestas de opinión, Gustavo Petro, un senador de izquierda y exguerrillero del desaparecido M-19, emergió como el líder de la actual carrera por la Presidencia, tras ser el aspirante más votado entre las tres coaliciones el 13 de marzo, con cerca de cuatro millones y medio de votos.
Además, su movimiento Pacto Histórico logró 17 escaños en el Senado y 25 en la Cámara de Representantes, las mayores posiciones para la izquierda en un país que por años ha estado dominado en el Legislativo y el Ejecutivo por la derecha.
Sin embargo, la victoria aún no está cantada. El Pacto Histórico deberá enfrentarse en un Congreso en el que la derecha seguirá siendo mayoría, aunque fragmentada en seis partidos distintos, por lo que tendrá que hacer alianzas a la hora de aprobar eventuales leyes.
La derecha, sobre todo, muestra la capacidad de unirse en torno a un solo candidato a ocupar el Palacio de Nariño. Tras el triunfo del exalcalde de Medellín Federico (Fico) Gutiérrez en las primarias de Equipo Colombia con más de dos millones de votos, rápidamente sus rivales en la pugna interna Alejandro Char, Enrique Peñalosa y David Barguil mostraron su disposición al servicio de una candidatura que con Gutiérrez resultó ser más fuerte de lo que muchos pensaban.
La contienda por la agrupación centrista estuvo mucho más reñida. Sergio Fajardo, un matemático y también exalcalde de Medellín, obtuvo cerca de 720.000 votos, con el 99% de las mesas contabilizadas.
«Parece que los candidatos del centro fueron los grandes perdedores en esta elección (…) Mostraron divisiones durante la campaña y no fueron efectivos para llevar a los votantes a las urnas», explicó Sergio Guzmán, analista colombiano de la consultora Riesgo Político.
Si en la primera vuelta nadie obtiene el 50% de los votos, se realizará una segunda ronda en junio entre los dos primeros clasificados. Ahora el verdadero foco para todos los aspirantes a la Casa de Nariño es lograr la otra plaza que enfrentarían con Petro en una probable segunda vuelta.
Petro, amado y temido
Gustavo Petro ha surgido para muchos como la esperanza de un cambio a la política que ha liderado históricamente Colombia y bajo su bandera social promete mayor igualdad, respeto a los derechos humanos y la paz. Sin embargo, gran parte del país lo ve como una amenaza a la estabilidad económica del país.
El senador, que perteneció a un grupo guerrillero en la década de 1980, ha buscado capitalizar la creciente frustración con el Gobierno conservador de Colombia, que bajo su control ha visto un aumento de la pobreza durante la pandemia y el año pasado enfrentó grandes protestas por un plan de aumento de impuestos, violencia policial y desigualdad.
“Quiero que tengamos más trabajo, que sea más fácil conseguir un trabajo formal”, dijo Alberto López, desempleado y partidario de Petro, durante la jornada de las elecciones legislativas.
Petro ha prometido aumentar los impuestos a las corporaciones y a los grandes terratenientes y ha sugerido que si llega al Ejecutivo, el Gobierno comprará algunas tierras para distribuirlas entre los campesinos sin esas propiedades.
También ha afirmado que suspendería los proyectos de exploración petrolera y haría que el Gobierno asuma un papel más importante en la economía, lo que incluye garantizar un ingreso anual para los colombianos. Además, apuesta por una salud pública, después de décadas de que la ciudadanía se queje de estar a merced de los intereses de las empresas privadas de salud.
“Habla de las necesidades sociales que han surgido durante la pandemia y se reflejaron en las protestas”, subrayó Johan Caldas, profesor de ciencias políticas en la Universidad de La Sabana en Bogotá.
Sin embargo, los críticos de Petro sostienen que quiere instalar una economía centralizada en el Estado similar a la de Venezuela. Uno de sus detractores más abiertos es Fico Gutiérrez, quien describió a su contrincante como una amenaza para la democracia de Colombia y para la empresa privada.
“Mientras él quiere expropiar la propiedad, yo defiendo la propiedad privada (…) Mientras él quiere que el Banco Central imprima más dinero como una forma de salir de la pobreza, yo quiero fortalecer la economía”, aseguró Gutiérrez en una entrevista reciente con el diario español ‘El País’.
La polarización, la gran protagonista
A la derecha se encuentra Fico Gutiérrez, exalcalde de Medellín, la segunda ciudad del país. Las visiones de este candidato y la de Petro difieren en uno de los temas que mayor polarización han causado en el país: el Acuerdo de Paz alcanzado en 2016 entre la entonces Administración de Juan Manuel Santos y la exguerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), convertida ahora en partido político.
Mientras Gutiérrez ha criticado abiertamente algunos aspectos del acuerdo, Petro lo ha respaldado contundentemente. No es un tema menor, cuando aún están abiertas las heridas de la guerra en el país y mientras muchos denuncian el incumplimiento del pacto por parte del Gobierno y otra gran parte de la nación todavía reprocha su aprobación.
Este asunto llevó a los colombianos a las urnas hace más de cinco años. El 50,2% de la población votó en contra de su aprobación, frente a un 49,7% que se decantó por el sí.
La división fue evidente y frente a este asunto se posicionaron los políticos de derecha e izquierda, así como su electorado. Finalmente, el mandatario Juan Manuel Santos logró su aprobación en el Congreso, pese a la promesa de que lo haría solo si contaba con el respaldo de los ciudadanos en la consulta, una situación que dejó frustración entre la mitad de los votantes.
Colombia, un país con más de 50 años de guerra interna, tiene también en la memoria de su historia reciente el polémico caso de los llamados falsos positivos. Ejecuciones de civiles a manos de militares que los presentaron como víctimas de combate, bajo la política del expresidente Álvaro Uribe de «mano firme» frente a los grupos insurgentes.
El exmandatario, quien en su momento fue la mayor autoridad militar del país, ha rechazado las acusaciones en su contra al asegurar que no ordenó dichas acciones y alega que no es responsable de los comportamientos individuales que habrían motivado a miembros del Ejército a incurrir en estos crímenes.
Este asunto, unido a diversos escándalos de corrupción, también ha llevado a buena parte de la ciudadanía a rechazar a Uribe, eje central de la derecha en las últimas décadas. Uribe influyó notoriamente en la elección presidencial de sus dos sucesores, incluido el actual presidente Iván Duque. Y a pesar de que en esta campaña parece haber tomado mayor distancia, no está del todo alejado entre sus simpatizantes.
Por otro lado, algunos ciudadanos señalan que una eventual victoria centrista podría ayudar a contrarrestar la polarización. «No podemos seguir atrapados entre Petro y el que elija Uribe», dijo la comerciante textil Alicia Chavarro, de 46 años, en referencia a la división que ha marcado al país en torno a la figura de estos dos políticos.
Las protestas sociales y un presidente impopular
A finales de 2019, en 2020 y 2021, el país fue escenario de fuertes protestas en las que estalló el hartazgo de los colombianos hacia la clase política. En 2021, la propuesta de un proyecto de reforma tributaria fue solo la punta del iceberg de un inconformismo acumulado y las movilizaciones estallaron en todo el país.
Las demandas se extendieron a las denuncias de incumplimientos del Acuerdo de Paz, los asesinatos de líderes sociales, la pobreza y la desigualdad.
Las mismas manifestaciones fueron el escenario de un nuevo rechazo de miles de ciudadanos hacia las autoridades y la violencia policial contra los ciudadanos que salían a protestar, lo que generó más reclamos por cambios estructurales en la fuerza pública.
Las comunidades indígenas también fueron clave en las protestas antigubernamentales y se movilizaron desde sus alejados territorios hasta las ciudades.
En ese contexto, un debilitado discurso de seguridad contra los grupos armados, que por años atrajo votos hacia el denominado ‘uribismo’, dejó de calar entre los ciudadanos. Algo que ocurrió también en medio de una mayor visibilización de las necesidades de la población, como el acceso a la educación, al trabajo, a la vivienda, especialmente después del desarme mayoritario de las FARC, lo que dejó a este histórico «enemigo común» del pueblo colombiano en un segundo plano y puso en evidencia muchas falencias estructurales.
Bajo este panorama, la popularidad del presidente colombiano, Iván Duque, ha seguido en caída libre. El pasado enero, a tan solo seis meses de dejar el cargo, una encuesta de la firma Ivamer señaló que el mandatario solo contaba con el 22% de aprobación de su gestión entre los entrevistados.
La urgencia por resolver problemas de peso que no han logrado ser erradicados por años de gobiernos de derecha ha fortalecido el surgimiento de una bancada de izquierda como nunca antes se ha visto en el país.
Sin embargo, los expertos destacan que ya sea por temor a una alternativa o la preferencia a ideales arraigados, las elecciones legislativas demostraron que en Colombia la polarización se abre camino. La irrupción del Pacto Histórico ha sido fuerte, pero según la composición de la nueva legislatura no tendrá mucha fuerza en el Congreso.
Las presidenciales revelarán hasta qué punto el país ha virado hacia la izquierda o si sigue aferrado a su tradicional voto por la derecha.