Francia Márquez, la representante de las «nadie»; Caterine Ibargüen, símbolo de la emancipación a través del deporte, y Zenaida Martínez, la cara de las víctimas del conflicto armado.
Las tres son candidatas en las legislativas o primarias del 13 de marzo y enfrentan una doble discriminación: por mujeres y negras.
Hay un «sesgo machista que atraviesa toda la política electoral» y «tratándose de mujeres negras es mucho peor», dijo a la AFP Maryluz Barragán de la ONG para la equidad racial Ilex Acción Jurídica.
Según la estadística oficial, el 9,3% de los 50 millones de colombianos se reconoce como afro y de ellos, el 30% es pobre. Sin embargo, las comunidades denuncian un subregistro.
Hoy, el gabinete de gobierno tiene una sola mujer negra y dos son congresistas en un cuerpo bicameral de 280 miembros.
La AFP acompañó a las tres aspirantes en su campaña por la región Pacífico, donde se concentra la mayor parte de los afro y azota la violencia que siguió al acuerdo de paz de 2016 con la extinta guerrilla FARC.
Márquez, el coraje
Puño en alto y mirada recia, Francia Márquez (40 años) camina rodeada de seguidores y guardaespaldas por la localidad de Buga (suroeste). Viene de llenar un auditorio universitario. La abrazan, se fotografían con ella y ondean banderas amarillas con la consigna «no más silencio».
«Los nadie, los que no se nos reconoce nuestra humanidad, los que no se nos reconocen los derechos en este país, nos ponemos de pie para cambiar la historia, para ocupar la política», proclama.
En 2019 sobrevivió a un atentado con granadas y ráfagas de fusil. Quisieron matarla por su defensa del agua en las comunidades afro. Un año antes, había recibido el Premio Goldman -también conocido como Nobel del medioambiente- por defender la exuberante naturaleza del departamento del Cauca, su cuna.
Márquez se lanzó a la política ante la «impotencia de tanta injusticia» y porque «la violencia se ha ensañado (…) contra la gente más vulnerable». Ha ganado adeptos con su discurso frontal sobre violencia, desigualdad y pobreza.
«La política es antirracista o no será. La política es antipatriarcal o no será», dice.
La también abogada compite con el exguerrillero Gustavo Petro, favorito en todas las encuestas, para representar a la izquierda en las presidenciales del 29 de mayo. Si logra una votación significativa, Márquez podría ser formula vicepresidencial o parte de un futuro gobierno.
Ibargüen, la superación
La mejor atleta del mundo en 2018 y campeona olímpica en salto triple en 2016 se trazó una nueva meta: ser «la senadora de los afros». Caterine Ibargüen busca apoyos en un restaurante popular de Cali.
«Lo que realmente a mí me inspira en la política es el cansancio» con el maltrato social a los negros, confiesa la deportista de 38 años y sonrisa amplia, que renunció a las pistas tras los olímpicos de Tokio-2020.
Oriunda del municipio bananero de Apartadó, Ibargüen escapó a zancadas de una tierra de violencia y sin oportunidades: «Fui criada por dos mujeres que son mi abuela y mi madre. A mi padre le tocó salir de la zona de Urabá como desplazado por la violencia, por eso, por miedo».
En medio de su campaña, Ibargüen visitó Cali, corazón de las masivas protestas que estallaron en 2021 contra el presidente Iván Duque. La ira popular destapó un soterrado racismo y odio de clases en la tercera ciudad de Colombia, de mayoría negra (52%).
«Todo lo que soy, soy por el deporte (…) me abrió la mente, me abrió espacios, con el deporte pude transformar el estilo de vida de mi familia», asegura la candidata del Partido de la U, salpicado por escándalos de corrupción.
Acompañada de líderes y cantadoras del Pacífico, la deportista escuchó sus preocupaciones. «Mi compromiso no es con la política, mi compromiso es con ustedes, con mi comunidad. Mentirles es mentirle a mi familia, a mi pueblo, a mis sueños y a mis valores», les prometió con voz entrecortada.
Zenaida, la resistencia
En las carreteras polvorientas del norte del Chocó palpita el miedo. Zenaida Martínez, de 57 años, se abre paso escoltada por dos hombres en una pickup de vidrios polarizados.
Desplazada por la violencia de las extintas FARC y amenazada por nuevos grupos armados que prefiere no identificar, la mujer recorre incansable una de las zonas más descuidadas por el Estado.
«(Vivimos en) la pobreza extrema (…) acá no tenemos agua potable, no tenemos saneamiento básico, tenemos el conflicto armado dentro de los territorios», lamenta la líder social de baja estatura y voz ronca.
Madre de cinco hijos, Martínez se juega la vida en su protesta contra el despojo de tierras y en defensa de las víctimas negras del conflicto.
Cuando las FARC se tomaron su caserío en 1997, se refugió en la selva aferrada a sus niños. Nunca regresó.
Hoy se mueve por entre casas pintadas con insignias de grupos narcotraficantes. Alrededor abundan ríos, selva, miseria, desconfianza, súplicas.
Martínez compite por uno de los 16 escaños reservados para las víctimas tras el acuerdo de paz. «Sí hay víctimas y no hemos sido reparadas (…) Existimos cada cuatro años cuando vienen a buscar los votos los partidos tradicionales. De ahí para allá ni sumamos ni restamos», deplora.
Y aunque el temor la silencia por momentos, también le da fuerza. «Ese miedo a mí me ha hecho más poderosa», sostiene.