Por: Roberto Aponte/ La violencia genera un profundo rechazo, pero eso no basta para arrancar este flagelo en nuestro país, sobre todo cuando existen muchas dinámicas que mantienen la permanencia de grupos al margen de la ley. Algunos de estos dicen que buscan sustentar sus ideologías, pero lo que prevalece es el ansia de dinero y poder. Esto no solo ocasiona problemas sociales y de seguridad, también tiene impactos ambientales.
Los más conocidos son los ataques a las infraestructuras que transportan hidrocarburos, acciones que buscan impactar la industria petrolera, demostrar una consigna o como estrategia militar pero el principal afectado por esto es la misma naturaleza.
Las políticas de seguridad, aunque tengan como principal objetivo proteger directamente a la población del efecto de la criminalidad y los grupos armados, sus funciones manejan un eje transversal con el medio ambiente, no solo porque ya existe una rama de la policía que maneja los delitos ambientales y una sección del ejército que cuida la naturaleza como formar de proteger la soberanía nacional, sino por evitar los impactos ambientales que pueden ocasionar los grupos armados y en ciertos aspectos tomar decisiones que a pesar de su efectividad generan consecuencias en la naturaleza.
Los cultivos ilegales de coca tienen un notable impacto ambiental debido a las decisiones que se toman en torno a este. La erradicación es un estandarte de las políticas actuales para enfrentar el narcotráfico, no obstante, el problema busca enfrentarse desde la distribución y el consumo, pero para algunos es clave cortar la obtención de la materia prima, tarea titánica cuando las áreas de estos cultivos son muy extensas, lo que deriva en la disputa de si recurrir a la erradicación manual o a la aspersión de glifosato, enfrentando las consignas de la lucha contra el narcotráfico y el cuidado del medio ambiente, presentando las desagradables consecuencias de los efectos de las fumigaciones con los problemas ocasionados por el tráfico de estupefacientes.
Las dinámicas territoriales se forjan en base a como los habitantes de estos mantienen su visión sobre lo que la naturaleza significa para ellos, sí es un entorno sagrado al que le agradecen el sustento, una despensa de la cual sacar recursos siempre que se pueda o una visión que busque explotar los recursos basándose en como la naturaleza puede generarlos y remediando los impactos ocasionados.
Por lo mismo la posesión de tierras siempre ha sido una constante en las dinámicas políticas en este país y un recurso estratégico no solo para empresarios y productores, sino para los grupos armados quienes desplazan las poblaciones que se interponen en su camino, mismo destino corren los bosques que se convierten en refugio de estos delincuentes quienes arrasan con los árboles para establecer cultivos de coca. El problema no se encuentra solo en los árboles que se talen, también al realizar el proceso de creación de la cocaína, los fabricantes se exponen a los compuestos químicos utilizados sustancias que resultan bastante nefastas para los suelos donde son dispuestas acabando con la calidad de estos.
Mantener la selva es parte de una estrategia militar de las guerrillas para esconderse y ejercer tácticas de combate, los territorios diversos en fauna y flora de nuestro país se han convertido en un lugar al que ellos están habituados. Las problemáticas se acentúan con la presencia de indígenas quienes, aunque la ley les garantiza sus territorios, existen disputas con aquellos que buscan disponer de las tierras que ya les pertenecen generando más puntos de vistas que chocan en esta situación.
Así como hay impactos ambientales ocasionados por el conflicto armado, la pérdida o degradación del entorno puede generar situaciones de vulnerabilidad que acentúen la violencia y las disputas territoriales.
Apelando al título, los daños a la naturaleza ocasionados por grupos armados si bien son reconocidos, no se ha profundizado lo suficiente como para medir las afectaciones totales. Las acciones ilegales no son reguladas, sus efectos pasan desapercibidos y por lo mismo faltan datos para tener una información más acertada, por lo que se requiere exigir colaboración por parte de los involucrados además de que muestren con claridad un panorama sobre los efectos sociales y ambientales de las acciones que realizan.
El mismo conflicto armado está tan ligado a las consignas políticas y el apoyo a determinadas vertientes que el trato que se le da el mismo puede recurrir a apelativos que terminan polarizando, esto en marco del acuerdo de paz, el mismo que tuvo una opinión tan dividida en el país, pero se tiene en cuenta ya que dentro de este se aborda el cuidado del medio ambiente como un medio para obtener la paz e incluso se plantean alternativas para remediar los impactos ocasionados. Aunque las discusiones políticas y pasarse la pelota de quien contamina más achacándosela al opositor solo causara una lucha de egos donde los daños a la naturaleza son relativos a conveniencia.
Es necesario tener una visión apropiada de los impactos medioambientales en el país, aunque en un territorio tan grande solo cierta información queda disponible con facilidad y las acciones de los grupos armados y sus consecuencias se convierten en más un tema de orgullo político que uno que busque conciliar y encontrar soluciones. Mantener la naturaleza como eje central para tomar decisiones y enfocar las acciones políticas nos permite darnos cuenta que todos necesitamos de los mismos recursos para sobrevivir y el adecuado cuidado de esta es el camino para lograr un país más pacífico.
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*Ingeniero Ambiental y escritor
Twitter: @robustories