Por: Jairo Vargas León/ Cuando se referencia el epígrafe “los seres humanos pasan, las instituciones permanecen”, ¿surge el interrogante de que tan poderosa es la denominación a la que se alude?, de que están hechas?, que tanto alcance supra humano posee algo que no hace parte de la creación divina, ¿sino de la construcción humana?
El término institución ha sido usado indistintamente en diversas disciplinas como la economía, la Filosofía, la Sociología, la Política y la Geografía. Su uso histórico se remonta a Giambattista Vico en su obra la Scienza Nuova en 1725. Desde esos tiempos el concepto ha sido acuñado en los diferentes saberes.
¿Qué son las instituciones?
Se considera que las instituciones son un sistema de reglas sociales mediante las cuales se estructuran y dinamizan las relaciones, intercambios e interacciones que se configuran al interior de una sociedad. En el marco de la interrelación caben diversos ámbitos entre estos: la lengua cuyo instrumento es fundamental para la comunicación, expresión y argumentación entre las personas; el dinero como expresión de intercambio en el sistema financiero del modelo económico entre países; el sistema jurídico a través del cual se instrumenta la ley para interpretar el contrato social como medio de convivencia social; las organizaciones cuya estructura genera procesos administrativos para cumplir un objeto determinado según la razón social predeterminada.
En la transversalidad de este conjunto de instituciones está el ser humano, pensante y actuante cuyo constructor le permite idear, formular y construir las reglas de juego de un entorno en el cual se deben proponer, socializar e interpretar argumentativamente para que sean adoptadas por un conglomerado.
El pensador Douglas North, premio nobel de economía y propulsor de la nueva economía institucional afirmó que las instituciones son reglas formales e informales en una sociedad; ideadas por el hombre para facilitar la interacción y el intercambio entre individuos, ya sea a nivel político, social o económico. Las reglas formales son por ejemplo: leyes, normas, ordenanzas; mientras que las reglas informales se refieren a la cultura, las tradiciones, etc.
En la historia de la institucionalidad colombiana, entre 1510 y 1810, período transcurrido bajo el dominio español, desde la metrópoli se hacían las llamadas leyes de Indias, los habitantes de la Nueva Granada debían aceptarlas y obedecerlas. La autonomía de las personas, la actividad laboral, al igual que la participación política estaba sujeta a toda clase de regulaciones.
La independencia rompió con la herencia de las instituciones coloniales, las cuales simbolizaban la expoliación y la tiranía de España, ello implicó una nueva institucionalidad copiando los modelos de Francia, Inglaterra, Estados Unidos, para instrumentar nuevas formas de vivir, era necesario elaborar nuevos fundamentos jurídicos, reglas que permitieran una adopción social a la nueva institucionalidad.
En ese escenario hizo presencia los trasplantes institucionales tomando como referencia países con una mayor madurez institucional que dieron lugar a nuevos instrumentos: mecanismos de participación política, formas y esquemas de representación social, organización del sistema judicial con instancias corporativas en el territorio, un cuerpo de leyes en diversos ámbitos, procedimientos electorales, sistema económico que implementara un modelo productivo, todo ello configuró un nuevo institucionalismo en el país.
En el proceso de institucionalización estuvo presente el ideario de país, los partidos políticos, la construcción de la nación, la forma como debía orientarse la sociedad, se trataba de crear un orden liberal, en el que las personas pudieran escoger libremente sus estudios, su trabajo, sus formas de vida y de gestión económica; todo ello marco la institucionalidad colombiana,
Índice de Calidad Institucional
Los indicadores producto de la investigación de Martín Krause, RELIAL en 2021 miden la calidad institucional respecto a varias variables entre estas: política, mercado, leyes, en esta medición Colombia se sitúa en el puesto 18 de 29 países en la región latinoamericana, y en el sitial 109 de 186 países en donde se mide este indicador.
Estos indicadores articulan varios temas económicos y políticos, es importante señalar que abordar la comprensión de las instituciones es complejo, pero es ineludible para conocer en qué aspectos estas influyen en el bienestar social, en la calidad de vida, en la estabilidad económica, se requiere además señalar algunos de los retos que deben enfrentar los hacedores de políticas públicas en los territorios.
Confianza en las instituciones públicas
Recuperar la confianza en las instituciones es vital para que los ciudadanos asuman un proceso de crecimiento y bienestar de un país, sin ello los procesos se desinstitucionalizan, es decir, se descuaderna el país.
Tres de cada cuatro ciudadanos de América Latina tienen poca o ninguna confianza en sus gobiernos. Y alrededor de un 80% creen que la corrupción está extendida en las instituciones públicas. Estas cifras se han deteriorado desde niveles del 55% y 67% en 2010, respectivamente. La desconfianza ciudadana crece y está llevando a una desconexión entre sociedad e instituciones públicas, poniendo así en riesgo la cohesión social y debilitando el contrato social.
El informe “Perspectivas económicas de América Latina 2018: repensando las instituciones para el desarrollo”, realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos-OCDE, subrayó que la desconfianza en los gobiernos en Latinoamérica y el Caribe fue del 75% en el 2017. Esta cifra representa un aumento del 20% de la desconfianza regional con respecto al 2010.
Confianza institucional en Colombia
En una encuesta realizada por el programa de Alianzas para la Reconciliación de la Agencia de los Estados Unidos (Usaid) y Acdi-Voca en el 2020 se determinó que la población colombiana no confía en el funcionamiento de las instituciones sociales del país.
Los colombianos solo confían en altas proporciones en su familia y la mayoría cree poco o nada, en las instituciones sociales del país, tales como el Gobierno, la Iglesia o el Ejército.
En lo que respecta al Gobierno Nacional, 56,9% desconfía totalmente de la institución, 34% confía un poco, 8,1% confía mucho y 1% confía totalmente. En cuanto a los gobiernos locales, los resultados apuntan a que 53,5% desconfía en ellos, 35,9% confía poco, 9,4% confía mucho y 1,2% tiene total confianza.
Sobre el Ejército se concluyó que 24,9% desconfía, 37,6% tiene un poco de confianza, 31,3% tiene mucha confianza y solo 6,2% desconfía totalmente.
La encuesta dirigida alrededor de 11.000 personas en 44 municipios del país, se determinó en estas respuestas que 46,7% de ellas no confían en los empresarios; 40,6% confía poco, 10,8% tiene mucha confianza y 1,9% confía plenamente.
No obstante, lo anterior la desconfianza de los colombianos no se limita al orden institucional, tanto en lo público como en lo privado, también en los niveles más cotidianos, se infiere una relevancia significativa de desconfianza, de acuerdo con la investigación, solo 4,8% de los encuestados confía en sus vecinos, 16,9% confía en la mayoría, 56,6% confía en pocos y 21,8% no confía en ninguno.
Es dable inferir que la institucionalidad es vital para el desarrollo de la sociedad, su resquebrajamiento implica una mayor vulnerabilidad para el ser humano, por ello como dice Warren Bennis: “La confianza es como un lubricante que hace que cualquier grupo u organización funcione en forma más eficiente”. Permitamos con convicción institucional que el alma colectiva lubrique el bienestar de la patria.
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*Abogado-Economista, Magister en filosofía, Doctorando en Derecho, Docente Universitario