Por: Adrián Hernández/ Hay una vieja anécdota sobre el gran filosofo René Descartes, el considerado padre del racionalismo del siglo XVI y cuyos aportes llevaron al inicio de la perfección del método científico y que ha marcado el modelo educativo hasta el día de hoy. Se cuenta que a René Descartes se le presentó una oportunidad de oro cuando una mujer hermosa de muy buena familia, se le acercó para dejarle ver sus serias intenciones de convertirse en su esposa; René que por entonces se había aislado para escribir su gran libro El discurso del método, le pidió un tiempito mientras terminaba su obra.
Unos quince años después René habiendo terminado su libro recordó la propuesta de aquella doncella y puesto en marcha le buscó por cielo y tierra. Habiéndola encontrado le recordó su propuesta y sus deseos ardientes de ahora sí consolidar su vida de esposo junto a ella. La muchacha que ya no lo era tanto, le respondió: “querido René, al año de mi propuesta encontré un gran cortesano con quien decidí desposarme y con quien ya tengo tres hijos”.
La dicotomía de René Descartes nos proporciona dos elementos claves en la reflexión sobre la soledad: de una parte, puede ser el momento preciso para hacerse inmortal y de otra, perderse oportunidades vitales. Es decir, nos presenta las dos caras de la moneda.
Muchos la aman, otros la detestan, lo cierto es que en la mayoría de los casos es buena consejera. Aunque también hay que decirlo, hay ocasiones y casos en los que su vivencia ha conducido a tragedias sobre todo en el campo de la salud mental. Sin embargo, bien llevada se constituye en una gran compañía, capaz de inspirar hasta lo impensable; se puede convertir en una fuente inagotable de conocimiento y en ocasiones hasta de innovación: esa es la Soledad.
Para abordar el tema de la Soledad hay que plantearnos de entrada algunas preguntas: ¿qué tan conveniente es estar solo?, ¿se podría decir que la soledad y su impacto podría estar determinado por sus causas?,¿qué tal es la soledad para la salud y para la salud mental? Veamos.
No hay duda que uno de los grandes dilemas del siglo XXI, aunque no sé si de épocas anteriores también, es estar rodeado de tanta gente y sentirse solo. Se estima que un cuarto de la población mundial declara no tener con quien hablar. No obstante, en ninguna época de la historia de la humanidad había habido tanta facilidad para la comunicación. Pese a esto no solemos escuchar decir a la gente se sentirse sola.
Hoy, las redes sociales han llevado a las personas a experimentar paradojas y contradicciones en su vida interior: hay muchos que hablan de tener cientos de miles de amigos en Facebook, cientos de miles de seguidores en tik tok o Instagram, así como un inigualable número de contactos que no se pierden ni un solo movimiento en los estados de WhatsApp. Sin embargo, si alguien cayese enfermo en una ICI o fuera llevado por cualquier circunstancia a un estado de postración, esos millares de contactos desaparece como por magia y solo queda Soledad como la más fiel compañera.
La soledad para nuestros días representa una de las mayores amenazas al bienestar y la salud pública, la pandemia ha visibilizado lo que desde hace décadas se ha venido presentando como ya lo dije, reinando desde el silencio. Porque además soledad y silencio son fieles y entrañables compañeros y amigos.
Fue justamente la característica de estar juntos, de ser gregarios y sociales lo que llevó a la especie humana a sobreponerse ante la presencia de depredadores y situaciones límites como las heladas y otros hechos de la naturaleza, que hubiesen puesto fin a la supervivencia en estado de aislamiento. Es justamente la capacidad de conectarnos e interactuar como grupos lo que ha marcado como característica preponderante más allá de la fuerza o de la velocidad. Al parecer es esta misma característica la que ha llevado a la configuración de un cerebro social.
Es la especie humana una de tantas, cuya progenie se demora más en el destete, algunos hijos hoy se llegan a los 50 o 60 años y aún viven a merced de papá y mamá a diferencia de otras especies como por ejemplo las serpientes que una vez eclosionan ya están aptas para sobrevivir solas.
Desde el punto de vista religioso, históricamente se encuentran los movimientos de los Monacatos, del griego monachos que significa persona solitaria. De ahí viene el término monje, presente en la mayoría de religiones y que se trata de personas que libre y voluntariamente se retiran a un lugar apartado para meditar, contemplar y llevar una vida muy cercana a la divinidad. Esta forma de soledad lejos de causar alteraciones nocivas en las personas, más bien originan estados de plenitud y felicidad.
No ocurre así cuando alguien es forzado a vivir en un estado de soledad en el que el estrés, que aunque sea temporario, puede alterar el rendimiento y en mayor intensidad, es decir cuando se expande a un periodo de tiempo más largo puede impactar negativamente en la salud física y mental, y en estado crónico la soledad es asociada a la reducción de la esperanza de vida, trastornos cognitivos, depresión, ansiedad que perjudica la función cardiovascular, la respuesta inmune, el funcionamiento respiratorio y altera los patrones de sueño.
A pesar de todo y sin convertirnos en monjes, desde mi perspectiva soy un convencido de poder hacer de la soledad una experiencia un poco más agradable. Acabo de hacer un curso del que les hablaré más adelante, en el que pasé diez días sin hablar absolutamente con nadie. Días de soledad y silencio, pero viajando hacia mi interior con el objetivo de ser mejor persona. Sin embargo, soy consciente que no todos lo podemos hacer.
Relacionado con mi experiencia y haciendo un pequeño focus group, también constaté que, si bien a muchos les costaría estar solos, también otros añoran un espacio para darse cuenta de las capacidades que duermen en cada ser y que pueden aflorar en un encuentro con soledad. Como definición muchos dijeron que la soledad puede ser un espacio de encuentro consigo mismo, una oportunidad para orar, meditar, leer tener un encuentro con el yo silenciado por el ajetreo diario.
La soledad con una visión positiva puede ser una oportunidad para extrañarnos, para hacernos falta, valorar al otro, un encuentro con el amor propio y por supuesto una experiencia de intimación profunda que acentúa la salud espiritual.
Se acerca navidad y muchos estarán solos. Desde ya es necesario iniciar un proceso de acondicionamiento de tal forma que, si bien estemos físicamente solos, estemos internamente cargados de compañía. Es momento de darnos cuenta de los vecinos que están en soledad para invitarlos a compartir. Es momento de tomar el teléfono y hacer una corta visita a aquel viejo amigo, compañero que alguna vez conocimos y que tal vez esté solo.
Usualmente la navidad está volcada sobre los niños y en general las familias y está muy bien, sin embargo, habrá muchos abuelos solos, el famoso nido vacío, ellos también serían felices con alguien que les visite así sea con la voz.
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*Filósofo y Teólogo. Psicólogo Universidad Nacional. Magister en Biociencias y Derecho Universidad Nacional. MBA Inalde Bussines School. Director Programa Inteligencia Espiritual Medirex.
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