Por: María Isabel Ballesteros/ Bastante cruda es la realidad que vivimos como para considerar lo macabro, la violencia o la sangre tan solo como una fiesta. De hecho, muchos estudios confirman que exponerse a la violencia en contextos cotidianos como la escuela, la televisión o los videojuegos puede desarrollar conductas agresivas en la infancia y adolescencia.
Con esto, no pretendo dar simplemente un discurso psicológico o moral para aguarle a alguien la Fiesta de Halloween o “día de los niños”, como se le dice también a esta ocasión de la que se han apropiado los adultos, sino que busco sensibilizarles sobre este festejo en que se da una mayor incidencia de casos paranormales y de actos delictivos, que afecta especialmente a los infantes e incluso también a los animales.
El mal es tan cierto como el bien, solo que hablamos más de los aspectos prácticos de ambos temas que de los rituales, por ello me sorprendió muchísimo saber que, así como en Colombia existe un templo dedicado a Lucifer también existe una biblia y un calendario litúrgico satánico, en el cual el 31 de octubre es una de las fechas más importantes, pues este día se hacen sacrificios para el dios Moloch, que en demonología es el opuesto del Dios bíblico nuestro.
Por ello, en coherencia con este conocimiento y el oscuro origen celta de esta festividad, lo cual hoy sabemos sin mayor misterio, muchos creyentes no celebramos ni promovemos Halloween lo que nos plantea, indudablemente, una situación incómoda cuando hay niños pequeños que pueden manifestar frustración o sentirse excluidos del ambiente que propicia el comercio, los medios y la mayoría de instituciones educativas y gubernamentales.
Sin embargo, recordemos que a la hora de formar a nuestros hijos siempre hay alternativas, pues en primer lugar no existe prohibición en las escrituras que impida a los pequeños disfrazarse y menos si su traje es acorde con su inocencia. Por ello, pensar en programar dentro de la seguridad de nuestra casa, en otra fecha, una fiesta temática para los niños donde podemos manejar un concepto que no aluda al miedo o al ocultismo, nos permitirá “lidiar con el Halloween” y a la vez darle un manejo sabio y amoroso a nuestra familia.
Adicionalmente debemos recordar que los pequeños no están en capacidad de dimensionar muchas cosas y al serles difícil separar la ficción de la realidad, pretender normalizar en ellos lo tenebroso o espeluznante, como hace el Halloween, no solo puede abrir esa puerta de morbo por el horror, al que rinde culto ampliamente nuestra sociedad, sino que les crea una insensibilidad hacia lo monstruoso o sangriento, que definitivamente no tiene ninguna connotación positiva o edificante que sepamos, sobre ningún ser humano.
En la práctica una celebración como Halloween obliga a las autoridades a desplegar operativos en lugares como cementerios, donde se evidencia profanación de tumbas, les implica tener más presencia en centros comerciales, educativos o turísticos, por el riesgo que existe de la desaparición de niños, y realizar campañas de prevención para que los padres acompañen a sus hijos cuando piden dulces, por todo el riesgo que puede implicar.
Halloween debería inquietarnos también por el reconocimiento mundial que tiene, por ser una celebración abiertamente dedicada a Satanás y al mal, lo cual debería comprometernos para no participar de ello, así en el pasado por ignorancia lo hayamos hecho. Esta experiencia y la información con la que hoy contamos debe movernos a orientar, proteger y garantizar la tranquilidad física, mental y espiritual de nuestros niños.
Todos estos hechos no son leyendas urbanas o motivaciones conservadoras como se cree, sino peligros reales de modo que, si para usted esta celebración no tiene ninguna connotación espiritual y ve en ello, simplemente, una posibilidad de “escape” para cambiar momentáneamente de identidad o divertirse, claro que es respetable, pues es su decisión.
No obstante, recuerde que las creencias incluso se imponen, pero las convicciones no, por lo que ser partícipe de Halloween, en definitiva, no es un asunto de niños sino una decisión adulta y en coherencia con su consciencia, pues “Lo que está mal, está mal, aunque lo haga todo el mundo y lo que está bien, está bien, así no lo haga nadie”, como diría el Papa Pío X.
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*Asesora en Sistemas Integrados de Calidad
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