Por: Adrián Hernández/ Tal vez hemos escuchado hablar o a lo mejor hemos leído en historia del famoso y misterioso monumento en Inglaterra conocido como Stonehenge. Según se conoce tiene una antigüedad de unos tres mil quinientos años. Se trata de un conjunto de unas enormes piedras ubicadas en forma circular.
En cuanto a peso se calcula que una sola piedra puede llegar a pesar unas cincuenta toneladas cada una y pueden alcanzar hasta 10 metros de altas. La gran incógnita que ha aparecido siempre es cómo pudieron ser colocadas en este sitio cuando la cantera más próxima es de cincuenta kilómetros de distancia y cómo pudieron ser ubicadas esas enormes losas de piedra sobre estos pilares a modo de dinteles. Tampoco se sabe quién lo hizo.
Si seguimos profundizando, tampoco se sabe qué motivación tuvieron estos seres que llevaron a cabo semejante empresa, cuáles eran sus fines, sus ideales, etc. Todo queda en la penumbra de la historia. Al repasar las fotografías que nos dejan ver los textos, la idea del jeroglífico oculto nos pone cabezones, pues zanjas, terraplenes, pozos y todo cuanto compone el monumento forman un entramado difícil de solucionar.
No obstante, los científicos han podido descubrir que el plano de Stonehenge está alineado con el punto de donde sale el sol en el solsticio de verano, así como otros puntos en los cuales sale el sol y la luna en ciertos días de sus ciclos. De esta manera se concluye que el monumento es un reloj de sol gigante y de luna también.
Nadie hubiese podido llegar al diseño de semejante invento y tampoco nadie hubiese podido descifrarlo si tanto unos como otros no hubiesen realizado un ejercicio trivial de la vivencia humana: La contemplación. Es la contemplación el arte de descifrar los misterios que están a la vista, pues sólo requiere de una activación de cualquier canal sensorial o de todos os canales para que sea el espíritu quien haga sus preguntas o encuentre sus respuestas.
Bajo esta perspectiva, es la contemplación una herramienta que cualquier humano puede desarrollar ya sea como una habilidad o como una capacidad que le permite incluso cruzar los límites de lo meramente observable y descifrar hasta los misterios más profundos que el universo esconde, o que la misma persona esconde. Al descomponer etimológicamente la palabra contemplación, las mismas raíces que la conforman dan pistas constantes de lo que su razón última envuelve.
En principio Contemplación es una palabra compuesta que por lo menos alberga sendas palabras que le enriquecen en su comprensión. La pequeña sílaba “temp” tiene un origen antiguo y significa algo así como hacer una marca o trazado que permitía por ejemplo llevar las cuentas de algo; hoy aún conserva esta acepción si la revisamos en otros contextos como la palabra temperatura que nos permite establecer si algo es frío o caliente, la palabra tempo en el argot musical nos da una medida y si es la palabra templanza nos dice de una virtud que permite establecer una medida.
La palabra “templo” proviene de la misma raíz. Si notamos es la palabra más cercana con contemplación y esta es la razón por la cual he traído las características del monumento de Stonehenge ya que en un comienzo se pensó que eran las ruinas de un templo. La palabra latina templum no estaba ligada a una estructura arquitectónica sino fundamentalmente estaba ligada con el sentido de medida, pero en el firmamento. Por eso los sacerdotes romanos y adivinos levantaban la mirada para determinar una porción del firmamento.
Nada se podía decidir si la mirada no había estado en el templum, es decir, en el pedacito de firmamento visto. Posteriormente la palabra pasa a significar un recinto sagrado en la tierra en correspondencia con un recinto celeste.
Para terminar de definir la palabra contemplación hay que añadirle a lo ya expuesto el prefijo con que significa todo, junto y el sufijo ción acción y efecto. De tal manera que contemplación no es otra cosa que levantar la mirada o bajarla para detenidamente y con la sensibilidad totalmente activa, captar los latidos de la realidad exterior que lleva a conectar con lo escondido que hay allí en ese trasfondo invisible a los ojos.
Dada la definición encontrada, contemplar no es ver, ni escuchar, tampoco es oler, tocar o saborear, trasciende los sentidos, pero no hay duda que parte de ellos. Tampoco es la observación atenta de detalles pues eso lo hace el científico, el biólogo. Todos ellos observan y hacen hallazgos importantes de tal manera que pueden contribuir a la generación de conocimiento y por supuesto a la innovación que generan cambios importantes incluso en las dinámicas sociales.
¿Qué se busca entonces con la contemplación? La respuesta es nada en concreto. Como dice el doctor en filosofía y teología español Francesc Torralba la persona que cultiva la contemplación, estimula la inteligencia espiritual, pues al contemplar la realidad, trasciende las apariencias de las cosas, ve su lado oculto, entra en comunión con el misterio del ser. Al hacerse uno con todo cuanto le circunda, la persona da cabida a la expectación, a la confrontación y por qué no a la aceptación.
Así mismo todo acto contemplativo tiene por lo menos dos factores que deben ser tenidos en cuenta en su ejercitación: tiempo y dispersión. Con ello se puede decir que hoy se hace complejo practicar la contemplación porque la sociedad no tiene tiempo o lo considera una perdedera de tiempo y en segundo lugar cada vez que alguien lo intenta muere en el intento, dado que el WhatsApp, el Facebook, el Instagram, el tik tok siempre terminan ganando la partida.
Cuántas hermosuras han pasado, cuántas sorpresas maravillosas, cuánta riqueza, cuántos regalos se habrán desperdiciado en amaneceres, atardeceres, noches de estrellas, momentos únicos de pareja, de vida de crecimiento de los hijos, de detalles de los padres, en fin, todos ellos presentes en instantes del tiempo y del espacio. Todos ellos unas veces juntos, otras por separado, se han ido sólo porque no hubo tiempo o la distracción nos ganó.
El reloj oculto en Stonehenge, sólo pudo darse porque uno o muchos no tenían tanta tecnología a su alcance, tampoco tenían que marcar tarjeta. Ellos eran dueños de sus sentidos y de su ser para dedicarse a crecer y trascender muy conectados desde el espíritu.
Una pequeña Acción: dedicar unos cuantos minutos para conectar con el aquí y el ahora y descubrir mensajes ocultos que están a la vista. ¡Qué tal un avistamiento de una noche de estrellas!
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*Filósofo y Teólogo. Psicólogo Universidad Nacional. Magister en Biociencias y Derecho Universidad Nacional. MBA Inalde Bussines School. Director Programa Inteligencia Espiritual Medirex.
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