Por: Juan Camilo Revelo/ “Ahora cae una tremenda lluvia. Ahora aprecia el ruido de esa lluvia”: Ejo Takata
Existe una magia en la gratitud. Pero no en cualquier gratitud. Es decir, no en el gesto simple de decir gracias de manera automática ante actos de gentileza o cortesía recibida por parte de otros, lo cual, naturalmente, se ubica dentro de los modales mínimos. No. Se trata de la singular gratitud que existe cuando las circunstancias no tienen que ver con los convencionalismos que hemos establecido acerca de aquello frente a lo cual hay que mostrarse agradecido, es decir en los momentos de dolor, vergüenza y sufrimiento.
El físico Albert Einstein sostenía que “Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica” y esta era la voluntad. Una voluntad que puede resumirse en la determinación de querer, refiriéndose a la capacidad que tiene todo hombre en tanto -literal- le da la gana encaminarse hacia determinado propósito en particular, como puede ser el de autogestionar sus propios estados ánimo, cayendo en cuenta de los aprendizajes que cada lección por dolorosa que sea, deja cuando estamos dispuestos a mirar la vida desde la ventana del continuo aprendizaje de las lecciones cuando se quieren entender para no repetirse.
En esta línea, el médico austriaco Victor Frankl habla de “la voluntad de sentido” con base en “el deseo de una vida repleta de sentido”. Identificada como una necesidad personal producto del hecho de caer en cuenta de su ausencia. Así, desde este mismo principio volitivo, la necesidad de una vida cargada de reflexión, de introspección y de autocrítica, no puede estar sino acompañada del más profundo deseo y decisión de optimizar las versiones de quienes somos y de cómo nos hacemos o no responsables de nuestra paz interior, la sensación de paz y la salud del entorno y de quienes nos rodean.
En Hawái, por ejemplo, se practica el ho´oponopono como una forma de hacerse cada uno responsable, desde lo más cercano con lo que se relaciona: su propio lenguaje, acompañado de expresiones y afirmaciones constantes. En la práctica, uno de los propósitos es el de verificar qué tanto uso hacen las personas y las familias de 3 expresiones que resultan fundamentales dentro de la construcción de bases comunicativas sólidas y profundas.
La primera de ellas es “lo siento mucho, por favor perdóname”. La segunda es “gracias”. Y la tercera “te amo”. Las tres, constituyen manifestaciones que pueden contener un alto grado de dificultad dependiendo de la cultura, las costumbres y los estilos familiares y personales desarrollados durante el camino.
He conocido en consulta a familias que nunca han escuchado de sus padres ninguna de las tres. E hijos a quienes les resultaría casi imposible decirle alguna de estas a sus padres. Intentar una nueva manera de tratarnos como familias es la semilla para evolucionar juntos como sociedad en este tiempo excepcional de cambio.
Ser el cambio que uno quiere ver en el mundo -como decía Gandhi-, pueda ser quizás la capacidad de repercutir en el entorno más cercano que se tiene a la mano. Las personas con quienes convivimos son las primeras que deben recibir nuestra mejor versión. De resto es carreta.
La voluntad de reflexión, en suma, se define entonces como la firme capacidad de querer caer en cuenta de algo sobre lo cual uno necesita percatarse. Significa auto-gestionar la propia iniciativa en bien de apuntar hacia pensamientos y palabras que generen sosiego, paz interior, salud mental y tranquilidad. Todo esto en el sentido de dirigir conscientemente el impulso vital hacia la consecución de un mejor ser y de un mejor estar.
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*Abogado conciliador en Cámara de Comercio de Bucaramanga. Especialista en Marketing Político & amp; estrategias de campaña (U. Externado). Experiencia 10 años en Resolución de Conflictos. Mentor en Comunicación estratégica Verbal – No Verbal e Inteligencia Emocional Empresarial.
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