Por: Irving Herney Pinzón/ Entre los grandes problemas que preocupan al país y por consiguiente, a los colombianos de a pie, como nosotros, es la grave crisis económica generada por las malas decisiones políticas y administrativas del gobierno actual; por la corrupción y la impunidad rampante que ha permeado todas y cada una de las instituciones públicas y privadas, donde a manos llenas saquean los dineros del erario público; de la pandemia que generó graves inconvenientes en materia de empleo y sostenibilidad; de los TLC que sin importar los problemas nacionales siguen haciendo cumplir las exigencias en materia de importaciones; de otros tantos que nos han llevado a replantear el estilo de economía nacional, basada principalmente en la explotación de hidrocarburos y minerales no renovables, que prima en nuestro país y en la economía rentista, donde cada día deben ampliarse los rangos tributarios para que cada vez crezca más el número de contribuyentes, donde el pensamiento neoliberal excusa las grandes ganancias del sector bancario a expensas de la explotación de sus clientes.
Referido lo anterior, a través, de este artículo expongo la teoría o política económica de cierto perito colombiano, que en sus planteamientos rompe con cualquier etiqueta de socialista como lo han querido hacer ver; es de tener en cuenta que esta propuesta económica ya ha sido experimentada y trabajada en países como Nueva Zelanda o Corea del Sur, que no tienen nada de comunistas, quienes en antaño eran catalogados como países pobres y que con el tiempo gracias a dar el primer puesto al agro, su economía creció de manera extraordinaria.
En concordancia, inició haciendo énfasis en la importancia de rescatar el papel protagónico de los campesinos en el crecimiento de la economía nacional, no volverlos invisibles, ni códigos Dane. Para ello, quiero retomar textualmente las palabras de la filósofa Hannah Arendt quien expresa: “la base de una nación es el campesinado, en el momento que el campesinado toma la bandera nacional y la hace propia, construye país”.
En consecuencia, es importante acotar en primera instancia, que existe una gran diferencia entre la estatización de la tierra, es decir, que el gobierno compre o expropie tierras con el objetivo de ser el único dueño, que es el caso cubano que sí es socialista y la política económica que busca convertir a Colombia, en una potencia agroindustrial donde se requiere entregarle tierras productivas, agua y vías de calidad al campesinado para producir más alimentos y poder desde allí, jalonar el crecimiento económico y mejorar la calidad de vida a nivel familiar, comunitario y por consiguiente nacional.
En Colombia se muestra que las estadísticas de crecimiento de lo que el gobierno llama Producto Interno Bruto (PIB), está basado fundamentalmente, y cuando digo fundamental es que son las actividades principales: las rentas financieras y el comercio, en este primer aspecto, se hace relación al crecimiento de los dividendos y ganancias del sector bancario, que es fruto de succionar o chupar los costos de las trasferencias que deben pagar los colombianos por utilizar al sector bancario, sin olvidar el incremento de precios que se deben asumir hoy en día sólo por tener una cuenta o permitir que se le consigne el sueldo y medio se utilice una tarjeta de débito para poderlo retirar.
Uno de los problemas que se evidencian, es cuando las personas confunden el capitalismo con el feudalismo moderno y están convencidos de que, todo lo que se predica por fuera de ese feudalismo se llama socialismo o comunismo y por eso han apoyado la idea de creer que la producción se basa en la tenencia o acaparamiento de grandes extensiones de tierra fértiles, subutilizadas para ganadería extensiva, reduciendo con ello la posibilidad de la producción de alimentos.
El capitalismo promueve el enriquecimiento y desarrollo del agro y su industrialización y por consiguiente del campesinado, pero, para eso es necesario que ellos posean tierras fértiles, agua y vías de calidad, porque si ellos prosperan económicamente surge el crecimiento de la economía interna del país, al obtener dinero para la compra, promueven el consumo, la demanda crece y por ende, la oferta de los demás sectores industriales y comerciales, incluso el mismo turismo que tanto le interesa a los santandereanos crece también.
Al aumentar la demanda de zapatos, pantalones, computadores, viajes…, y desde allí se promueven grandes cantidades de nuevos empleos, creando el efecto bola de nieve en la cadena productiva que beneficia a todos los sectores. El campo es de los campesinos, pero, no solamente destinado a ellos, puesto que, desde allí crecerá la economía nacional que beneficia a todos los colombianos.
No se puede establecer una política de desarrollo industrial, sin una política de crecimiento del mercado interno, que implica necesariamente el enriquecimiento del campesinado y si los TLC se convierten en enemigos del agro, deben ser replanteados. Es por esta razón, que cuando el agro y el campesino se convierten en el centro de una economía nacional, y no el petróleo, o el carbón o los minerales que son recursos no renovables que día a día se van agotando, la calidad de vida de todos va en crecimiento.
Por ello, se puede observar que los campesinos de países como Corea del Sur o Nueva Zelanda, para no tomar el caso canadiense o estadounidense, tienen buenas viviendas, pueden enviar sus hijos a la universidad, poseen buenas camionetas, poseen un buen estilo de vida que dista de nuestros campesinos; además, porque las políticas y la legislación interna velan y protegen la producción y la comercialización.
En otras palabras. de qué sirve, que el campesinado produzca si no existen garantías de trasporte y/o venta de sus productos y más aún, cuando los productos que importan por el TLC, desplazan su producción al tener mejor calidad o ser más económicos.
A manera de conclusión, se podría decir que el desarrollo del capitalismo en Colombia, debe pasar por enriquecer y fortalecer a los campesinos, y eso no es socialismo. El campesino no es ni obrero, ni empresario, es un sujeto con unas características especiales y debe ser tratado de manera especial.
Se debe pasar paulatinamente, es decir, poco a poco, de una economía extractivista, que es la que actualmente se implementa en Colombia, dependiendo de los recursos fósiles, como el petróleo, y la explotación minera; a una economía agroindustrial, que empodere al campesino con todas las garantías como uno de los ejes, a modo del efecto bola de nieve, del crecimiento económico nacional.
*Magister en Educación, Docente Investigador Filosofía y Ciencias Sociales y Candidato a Doctor en Educación.
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