Por: Andrea Guerrero/ Mientras revisaba la sección de análisis del periódico La República encontré un titular que eventualmente captó mi atención. Decía así: “La preocupación por los jóvenes debe ser prioridad”. El artículo abordaba inicialmente el conflicto afgano: el desplazamiento de millones de mujeres y niños afganos y el descuido de los jóvenes durante los años 80s. Siendo eso último, según el argumento de la editorial, una de las causas principales de la situación actual de Afganistán.
Sin embargo, el asunto primordial del texto es Colombia, lo anterior es un ejemplo ilustrativo y un poco catastrófico. Al entrar en materia, nos arrojan unos datos espeluznantes acerca del desempleo de los jóvenes en nuestro país. (El desempleo juvenil está en 23,10% y se registran 1,57 millones de jóvenes desocupados). Luego aterriza la problemática a otra situación: la falta de oportunidades tanto laborales como educativas, conducen a la pobreza, inseguridad y violencia. “Hay que quitarle los jóvenes al conflicto social (…) para que Colombia tenga mucho más futuro que presente”. Esta última frase aparece como conclusión de aquel escrito.
Pero, ¿cómo lograr aquello?, cuando ni siquiera se valora la vida misma. Sin jóvenes no hay futuro. Aquello último es lo más inquietante. Entre todos podemos tener nuestras diferencias de pensamiento, así como también no agradarnos mutuamente, pero eso no es excusa para perjudicar la vida de alguien más. Vivimos en medio del rencor y el odio, sentimientos que nos inhabilitan para dialogar o siquiera reflexionar. Parece que estuviésemos condenados a este eterno bucle de violencia, tal y como Sísifo lo está a cargar la pesada piedra hasta la cima de la montaña una y otra vez.
Nuevamente esta semana nos enfrentamos con un nuevo hecho en la espiral de violencia, el líder estudiantil Esteban Mosquera fue asesinado. Unos hombres que se movilizaban le dispararon, arrebatándole su vida y sus sueños en un parpadeo. No comprendo cómo la maldad ha logrado caer tan bajo. Así mismo, ni siquiera ante la maldad podemos soportarnos en la justicia para combatirla, sino simplemente hay que mirar cuántos casos asesinatos de líderes sociales han caído en la impunidad.
Finalmente, el presidente Duque rechazó el asesinato de Esteban Mosquera, condenando el hecho y expresando sus condolencias y ofreciendo 50 millones de recompensa por información que permita la captura de los responsables. Sin embargo, el teatro que se arma alrededor de estos crímenes no basta para romper este bucle de violencia.
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*Estudiante
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