Por: Holger Díaz Hernández/ “A fin de cuentas, las dificultades no son más que cosas que hay que superar”: Ernest Shackleton.
Desde que inició la vacunación contra el virus del Sars-CoV-2 en diciembre de 2020, la tan famosa inmunidad de rebaño es el sueño de los epidemiólogos y de los especialistas en salud publica alrededor del planeta.
Esta protección colectiva solo se alcanza cuando hay un número suficiente de personas inmunes al virus, de manera que este no se continúa propagando ya que la mayoría de las personas no serán susceptibles a enfermarse, así estén en contacto con un paciente positivo.
La contagiosidad de un virus depende de muchos factores entre los que están: la capacidad de infección del mismo y la susceptibilidad de las personas a infectarse.
La experiencia a lo largo de la historia, desde la aplicación de la primera vacuna en 1796, -la de la viruela- es que cuando entre el 60-70% de la población de una comunidad ya está vacunada o tuvo la infección, la enfermedad desaparece o deja de ser preocupante para el resto de la población.
Lo normal con los virus es que a medida que se replican sufren mutaciones en su estructura genética generando nuevas variantes, en el caso de la Covid-19 estas han ido apareciendo en los últimos meses en diferentes países y ya tenemos la Alfa, la Beta, la Gamma y la Delta, esta última es la que preocupa a todos porque es mucho más contagiosa que las otras.
Los expertos creen que es tan contagiosa como la varicela o el sarampión lo cual implica que la preocupación sea todavía mayor, se sabe que cada paciente contagiado con esta variante infecta en promedio a nueve personas más, a su favor tiene que es menos letal que el virus original o las otras variantes, ya que su índice de mortalidad es solo del 0,2%, se ha probado que casi todas las vacunas disponibles en la actualidad tienen muy buen efecto contra todas estas variantes.
Dadas estas características tendría que vacunarse entre el 80 al 90% de la población total para que haya inmunidad definitiva, lo cual se convierte en una sombra muy grande en contra de una solución a corto o mediano plazo para terminar esta pesadilla de una vez por todas.
La variante Delta en el mes de julio de este año fue la responsable del 80% del total de las nuevas infecciones por Covid en Estados Unidos, comportamiento parecido ha ocurrido en otros países de Europa y Asía, lo que ha llevado a algunos de estos gobiernos a exigir el carnet de vacunación o pruebas de PCR negativas para asistir a eventos públicos, además de volver al uso del tapabocas y al distanciamiento social.
A todo eso se suma, quienes se niegan a vacunarse contra el Covid, los movimientos antivacunas datan del siglo XIX y tuvieron su apogeo en Leicester (Inglaterra) donde las autoridades establecieron multas o arrestos para quienes eran renuentes a hacerlo, pancartas de la época aseguraban: “Preferimos una cárcel a ser envenenados por una vacuna”, las motivaciones desde siempre han sido las mismas: religiosas, políticas, científicas o sanitarias.
Hoy los “negacionistas” contra la vacuna se cuentan por cientos de millones en el mundo, incluidos médicos que siguen afirmando que las vacunas contra el virus modifican el código genético de las personas porque algunas tienen en su composición ARN mensajero, que traen incluido un chip, que no se realizaron las pruebas necesarias para garantizar la seguridad de las mismas, que predisponen a padecer VIH, que contienen células de fetos abortados, que no son efectivas y la prueba de ello es que muchos de los vacunados se han complicado o muerto, que no sirven para las variantes que han aparecido y decenas de mitos o mentiras más.
Esto es un tema de gran profundidad y que no se puede pasar por alto porque a pesar del optimismo de una gran mayoría de la comunidad científica, solo en los EE.UU. unos 80 millones de personas se han negado a vacunarse, que si lo sumamos a los menores de 12 años representan casi el 40% de los habitantes de ése país, está condición es parecida a la de Colombia donde además el porcentaje de menores es todavía más alto, sin que hasta ahora haya biológicos probados en este segmento de la población.
En definitiva, la solución que para algunos parecía estar cerca hoy tiene fuertes amenazas y para un gran porcentaje de la humanidad sigue estando muy distante, dadas las pocas posibilidades de muchas naciones de acceder al número de vacunas necesarias para su población, la posición irracional de los antivacunas y la aparición de nuevas variantes que en la medida que se demore una solución en el tiempo, serán cada día más.
“El fanatismo es el gran enemigo de la razón”.
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*Médico cirujano y Magister en Administración.