Por: Libardo Riaño Castro/ Ante el anuncio hecho por el ministerio de Educación nacional, con la veeduría de la Contraloría en relación a la ejecución del plan de retorno escolar planteado por el gobierno nacional, desde el año pasado, y luego que se destinaran $400.000 mil millones del Fondo de Mitigación de Emergencias (FOME), para ejecutar los planes de adecuación de las plantas educativas de los establecimientos oficiales, en las 96 entidades territoriales certificadas, el avance ha sido del 61,8% y aún resta la ejecución de un 38,2%, indicador que según la Contraloría, refleja un avance insuficiente.
A esta situación se suma la negativa de la Federación Colombiana de Educadores (Fecode), Que ha ratificado por diferentes medios una posición escéptica, que raya en la negativa a la reapertura de actividades académicas presenciales, pues considera que aun, las condiciones no son las mas adecuadas para garantizar la vida tanto de los educandos, como de los educadores.
Este es un panorama desalentador, ya que se ha anunciado en las secretarias de Educación que la reapertura escolar es un hecho real, que no puede extenderse, ya que es fundamental para los niños y jóvenes del país retomar el cause natural de la educación presencial, pese a los ingentes esfuerzos que se han impulsado tras la aventura por la virtualidad ocurrida en el 2020, cuyo balance deja sectores que apoyan este modelo, y por otro lado, fuertes criticas tanto de padres, académicos y docentes.
Pero el asunto no solo se centra en el problema del retorno a la presencialidad, que ante la opinión publica es el asunto más requiere una solución inmediata, pues mas de año y medio han estado alejados de las aulas los escolares generando una situación incómoda para los padres de familia los cuales están bajo la incertidumbre del Covid, y sopesando en muchos casos improvisadas aulas en sus hogares, acompañando los procesos académicos, bajo condiciones poco alentadoras a falta de infraestructura de redes de internet, sin equipos, y con pocas posibilidades de mejoramiento en este aspecto.
Aparte de lo anterior, también existe la incertidumbre que genera este gran interrogante ¿cómo será el proceso de contención en caso de un contagio masivo en las instituciones educativas? y por esas razones existen entre los padres de familia sectores que prefieren abstenerse en autorizar el regreso de sus hijos a los colegios, hasta tanto no se mitigue el nuevo pico de la pandemia, y se avance en la vacunación de la mayoría de los colombianos y que genere la tan sonada y esperada “inmunidad de rebaño”.
Mientras la polémica persiste, el gobierno y las autoridades educativas, avanzan en la ejecución de los planes de retorno, en donde Antioquia hasta el momento es el departamento donde más instituciones han avanzado a la presencialidad, pero otros como Cundinamarca, San Andrés, Santander, Atlántico, Amazonas, entre otros, han aperturado, o han anunciado el pronto regreso a la presencialidad, bajo el cumplimiento de las condiciones de bioseguridad, y la realización de las adecuaciones necesarias para cumplir los protocolos dispuestos.
Adicionalmente a lo anterior, existe un tema que ingresa al campo del debate, el cual tiene que ver con la calidad educativa, que si bien es cierto ante el impacto de la pandemia se avanzó en la determinación de la flexibilización del currículo y en la búsqueda de herramientas metodológicas que despliegan los avances tecnológicos que brinda la virtualidad y el internet, estas medidas que si bien es cierto coadyuvaron en el impacto de la pandemia en la educación y permitieron darle continuidad a los procesos educativos, también existieron factores que impactaron negativamente en estas medidas, como la monotonía y la cotidianidad frente al computador, que ha causado que los estudiantes hayan ingresado a un “lapsus de inoperatividad”, “mediocridad”, y “aburguesamiento”, fenómenos que ya están sobresaliendo pues varios grupos de estudiantes prefieren quedarse en sus hogares, porque reconocen que retomar la presencialidad es también retomar la exigencia académica; de igual forma, hay que reconocer que existen maestros diligentes que han sobresalido en la asimilación de la virtualidad, generando impacto en sus clases y generando conocimiento bajo la metodología E- learning, en un hecho sin antecedentes dentro de la educación tradicional colombiana, pero lastimosamente también hay que señalar, que existen maestros que ingresaron también en este circuito de inoperatividad, mediocridad y aburguesamiento, descrito anteriormente.
Como vemos, el panorama parece aclararse con la determinación del gobierno, y el acuerdo celebrado en días pasados con los directivos de Fecode, quienes finalmente, accedieron al retorno escolar, bajo el cumplimiento de los esquemas de bioseguridad, vacunación y la mitigación de los nuevos brotes que pueden sobrevenir con el advenimiento de nuevas cepas del coronavirus.
Por el lado de las instituciones de educación privadas, sus directivos han tenido que asumir el reto de la implementación de los protocolos, las cargas salariales de sus maestros y funcionarios, el superávit generado por el incumplimiento en el pago de pensiones, el retiro de estudiantes ante el impacto económico de la pandemia en los hogares colombianos, y la incertidumbre frente al futuro del modelo hibrido, que cada vez implica más esfuerzo de los docentes al tener que realizar planeaciones dobles, llevar informes interminables, registros, actividades didácticas para la presencialidad y en simultanea en la virtualidad, ante todo este universo de interrogantes que no parecen tener una respuesta sólida, lo cierto, lo indudablemente cierto, es que la educación debe proseguir, debe batallar, y continuar remando y capoteando el Covid, la alternancia imperfecta que se nos avecina, y el nuevo escenario de la educación del tercer milenio, porque al retomar la presencialidad, los fantasmas que aquejaron a la educación colombiana, esos mismos que fueron interrumpidos por el Covid, volverán a latir con fuerza, porque el problema de la educación precaria del país, no se debe al contexto de la pandemia, sino es un mal añejo, y que debe ser inmunizado para siempre, con la suma de voluntades tanto del gobierno, los maestros y los padres de familia.
Insistimos en que el futuro de la educación “pos-coronavirus” debe ser un tema trascendental en la agenda presidencial del próximo año, y no una estrategia populista, de campaña electoral.
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*Docente, Comunicador Social, Educomunicador.
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