Ya van diez años desde que Sudán del Sur amaneció por primera vez como un país independiente, el 9 de julio de 2011. Esa medianoche, miles de personas se congregaron en la que sería la nueva capital, Juba, y celebraron el nacimiento de una nueva nación, la número 193 que pasaría a formar parte de Naciones Unidas.
Sin embargo, este viernes 9 de julio, con el décimo aniversario de la independencia, los líderes del país, entre ellos el presidente Salva Kiir, opinan que hay poco que celebrar en medio de un conflicto interno, una profunda crisis económica y niveles de pobreza extrema alarmantes.
Una historia marcada por el sufrimiento
La de Sudán del Sur fue una independencia que costó derramamientos de sangre y la pérdida de millones de vidas, tras años de guerra con la parte norte de Sudán, hasta que lograron escindirse del país a través de un referendo. Algo que trajo esperanza a sus gentes tras años marcados por la violencia.
Dos años después, el país volvía a sumirse en una nueva guerra, esta vez civil, y las expectativas de que el país consiguiera estabilizarse, basadas en los abundantes recursos naturales que posee, se vieron dinamitadas.
Los expertos tachan a los dirigentes del país como responsables del rebrote de la violencia tras la frágil independencia del país. En 2013, el presidente Salva Kiir destituyó por completo a su gabinete presidencial y acusó al entonces vicepresidente, Riek Machar, de planear un golpe de Estado en su contra. Ese fue el comienzo de un conflicto que cobró la vida de casi 400.000 personas y que forzó el desplazamiento de otros cuatro millones, un tercio de la población.
Las mismas personas que lograron la independencia de Sudán del Sur volvieron a llevar la guerra a su región, políticos que hoy día siguen al mando del país. Y no fue hasta 2018, con la firma de un acuerdo de paz, cuando el antiguo comandante militar de la etnia dinka y actual presidente Kiir y líder rebelde del pueblo nuer, Riek Machar, pusieron fin a los enfrentamientos.
No obstante, el frágil acuerdo se ha violado en numerosas ocasiones y los avances de Machar en distintos territorios del país están tensionando la situación política del país. Razón por la que muchos temen la reactivación de los ataques y la violencia a pesar del gobierno de «unidad» que formaron en febrero de 2020, fruto de la gran presión internacional. Un gobierno que muchos ciudadanos consideran una farsa.
«Tenemos una profunda necesidad de mejorar nuestras condiciones de vida, necesitamos una paz social que sane las grietas que causó la guerra entre tribus y grupos diferentes de la sociedad», sostuvo Peter James Martin, empleado del Ministerio de Educación.
La rivalidad entre las diferentes etnias dentro del país ha causado un número de bajas de civiles que no se había visto desde la guerra en las zonas que no están bajo el control del Ejecutivo.
Para tranquilizar a la población a pesar del pesimismo que envuelve al décimo aniversario de la independencia, el presidente Kiir prometió paz, prosperidad y estabilidad social en un año en el que las celebraciones de la independencia han vuelto a anularse, tras su suspensión en 2020 por la pandemia y por falta de fondos públicos en años anteriores.
«Os garantizo que no os devolveré a la guerra. Trabajemos todos juntos para recuperarnos de la última década y poner a nuestro país en el camino del desarrollo», prometió el líder de uno de los países más pobres del mundo en un discurso televisado a la nación.
Un trabajo que los politólogos señalan no está avanzando mucho. Con la tregua de 2018, se prometió la creación de un nuevo Parlamento y un Ejército nacional unificado, unos objetivos que permanecen estancados.
Pobreza extrema y dependencia de la ayuda humanitaria
En Sudán del Sur más de ocho millones de persona necesitan asistencia humanitaria. Además, el último informe de Unicef indica que dos de cada tres niños en el país dependen de estas ayudas para sobrevivir. La estimación del futuro de los menores para este año no es esperanzadora: alrededor de 1,4 millones de niños podrían sufrir desnutrición aguda, la cifra más alta desde 2013.
En la última década el índice de pobreza ha aumentado un 31 % como resultado de la guerra, aunque Naciones Unidas señala que actualmente más personas necesitan ayuda que durante el conflicto armado.
Abraham Awoulich, profesor de economía de la Universidad de Yuba, indicó que este fenómeno se debe a la ausencia de una «planificación adecuada» por parte del Gobierno y a «la inestabilidad política junto a la corrupción de la élite política».
Además, la inestabilidad social y política se han visto agravadas por una serie de fenómenos meteorológicos extremos, favorecidos por el cambio climático. Por lo que los ciudadanos han tenido que enfrentar inundaciones, sequías e incluso una plaga de langostas, factores que han aumentado la hambruna en el país.
«Los primeros diez años de la historia de este joven país han sido testigos de mucho sufrimiento», expresaban al respecto Reino Unido, Noruega y Estados Unidos en una declaración conjunta.
Según el programa de Salud del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), el 95 % de los servicios médicos del país están apoyados por organizaciones internacionales, ya que el personal sanitario escasea. Todo en una nación en la que la malaria y otras enfermedades como poliomielitis siguen causando muchos estragos y son muchas las personas que tienen que caminar durante días para poder ser tratadas.
En medio de esta profunda crisis política, social y económica, las elecciones previstas para el próximo año fueron aplazadas al 2023 a la espera de un panorama más estable.
A pesar de la crítica situación en el país africano, algunos mantienen la esperanza e instan al pueblo a hacer lo propio.
«Nunca es demasiado tarde para vigorizar el proceso de paz, de modo que la ayuda humanitaria sea más eficaz y se creen las condiciones para que las actividades de desarrollo puedan tener un impacto más amplio y mayor», declaró Matthew Hollingworth, director del PMA en el país.
Tras más de cuatro décadas de dolor y guerra, el camino de Sudán del Sur por alcanzar la paz todavía no ha llegado a su fin.