Por: Claudia Acevedo/ Reflexionemos: Muchas veces nos enojamos con alguien y sin pensar le decimos cosas que son producto de esa rabia, Lo peor es tomar decisiones con rabia o tristeza porque después podemos arrepentirnos de esa decisión. Tomar una decisión cuando estamos felices o cuando estamos enojados no es bueno.
Cuantos conflictos se pudieron haber evitado si en el momento de decidir se hubiera pensado antes de actuar y así evitar lastimar a esa persona que quieres y luego arrepentirte de eso que se dijo o se hizo.
Dejarse llevar por los impulsos ante una situación no siempre es bueno, el valor de la prudencia, el autocontrol y el manejo de las emociones es clave a la hora de decidir. Es que la prudencia el arte de decidir bien, y también implica el dominio de las emociones y reacciones. El poder desarrollar esta virtud, nos va a permitir tomar decisiones correctas y, sobre todo, tener el dominio de nosotros mismos.
Algo que debemos tener en cuenta es aprender de las consecuencias de haber tomado malas decisiones porque de las experiencias pasadas se aprende tómalas como una lección de aprendizaje y que no queden en la nada. Segundo no te frustres por tus errores antes aprovecha para superarlos y avanzar, porque vivir quejándote no sirve de nada, solo hace que te olvides en qué te equivocaste y, por eso, es posible que vuelvas a repetirlos. En tercer lugar piensa sobre las situaciones que fueron negativas y provocaron que tomaras esa mala decisión si te sucede algo similar, procura cambiar tu postura y, de esta manera, no tropezarás con la misma piedra. Cuarto confrontar los hechos y buscar en cada uno sus pros y los contras, para tomar la decisión más acertada. analizar las circunstancias hace que actuemos precavida e inteligentemente. Algo que no podemos dejar de lado es el escuchar a los demás, apoyarnos en el otro si tenemos un problema o dificultad, prestar atención a las nuevas ideas que aportan y recomendaciones. Si bien no tienes que dejarte influenciar por otros, a veces un punto de vista diferente te puede ayudar a ver las cosas con más claridad.
Ser presa de las emociones nos convierte en artífices de consecuencias impulsivas, la razón brinda un eje central para la correcta toma de decisiones el cual podemos comparar como un encendedor de luz en la pared. Cuando estamos a oscuras al buscar el encendedor podemos iluminar el camino el espacio o los objetos, es así que con coherencia podremos tomar buenas decisiones con nuestra movilidad sin tropezar con objetos o dañarlos.
De igual forma la razón es como ese encendedor en la pared de la conciencia pues da claridad para evitar equivocarnos y afectar a nosotros mismos o a otros. Tener la conciencia tranquila hace referencia a eliminar la culpa, que, aunque muchas veces pueda ser buena genera pensamientos dañinos y tóxicos que solo generan dolor.
Solemos autosabotearnos cuando, sin pensar o meditar solo actuamos por instinto animal, puede que en tiempos antiguos fuera el método mas efectivo para afrontar la vida, pero en los tiempos actuales necesitamos mas que la fuerza para solucionar las cosas. Necesitamos inteligencia emocional, partiendo del hecho principal que el concepto de inteligencia hace referencia a la forma mas adecuada para resolver un conflicto y no lo pensamos como el erróneo concepto que entrelaza la inteligencia con el conocimiento. Tener conocimiento no tiene nada que ver con ser inteligente, y al hablar de inteligencia emocional se entiende que el conocimiento combinado con la experiencia puede ayudarnos a encontrar diversos métodos antes de tomar una decisión y llevarnos por el camino del error.
Es por esto que la mejor alternativa para elegir entre la razón y la emoción es primero pensar antes de actuar.
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*Psicóloga y Co-fundadora de la LICMA Liga del Conocimiento y Salud Mental.
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