Por: Jairo Vargas León/ Colombia transitaba el período institucional del presidente conservador Miguel Abadía Méndez, transcurrido entre 1926 a 1930, del cual cabe destacar varios hechos trágicos de gran magnitud que se ampararon en el decreto 727 de 1927 una ley de alta policía que le confirió amplios poderes a la fuerza pública en detrimento de los derechos y libertades ciudadanas, la corte suprema de justicia de la época declaró su exequibilidad con lo cual legitimó la represión oficial del Estado en el siguiente contexto:
Un primer evento sucedió con la huelga petrolera de 1927 dirigida por el líder sindical Raúl Eduardo Mahecha contra la Tropical Oíl Company en Barrancabermeja, allí el movimiento fue intervenido por la policía disolviendo la protesta produciendo con ello la muerte de dos trabajadores, adicional a ello se decretó el estado de sitio para conjurar la acción sindical.
Un segundo evento trágico sucedió el 5 de diciembre de 1928 en la plaza de ciénaga-Magdalena, cuando los trabajadores bananeros decretaron la huelga contra la United Fruit Company, compañía norteamericana que imponía a los trabajadores unas condiciones de sobreexplotación laboral, allí apareció la mano siniestra del General Carlos Cortés Vargas quien ordenó al ejército disparar contra los trabajadores reunidos, algunas fuentes han documentado una cifra aproximada de 1800 muertos y 100 heridos, este fue un hecho aciago que se posicionó en la memoria colectiva del país por cuanto fue sujeto de un debate histórico en el congreso de la república promovido por el parlamentario Jorge Eliecer Gaitán, y a su vez en la literatura este pasaje fúnebre fue narrado por García Márquez en Cien años de soledad.
Un tercer hecho grave sucedió el 8 de junio de 1929, los estudiantes de la Universidad Nacional protestaban contra la represión oficial desatada en el país pero en particular por la masacre de las bananeras, este relato histórico se conecta con un personaje siniestro, caricaturizado como el símbolo del terror oficial el general cortés Vargas quien aparece nuevamente en la escena macabra, en este caso oficiaba como director de la policía en Bogotá y ordenó con la caballería atropellar la marcha estudiantil, también ordenó disparar contra los manifestantes causando varios heridos y un muerto, el estudiante universitario Gonzalo Bravo Pérez, su deceso lo constituyó en símbolo del movimiento estudiantil por cuanto es el primer estudiante universitario asesinado en Colombia por intervención policial, un tiro disparado por los agentes atravesó su espalda, cuando se dirigía a su residencia situada en los alrededores del palacio presidencial.
La muerte del estudiante exacerbó la protesta ciudadana, lo convirtió en mártir del movimiento estudiantil y de la lucha popular en Colombia, sirvió de justificación para presionar políticamente al gobierno conservador del presidente Abadía Méndez.
¿Quién era Gonzalo Bravo Pérez?
Era un estudiante nacido en Pasto, hijo de Julio Bravo, dirigente liberal reconocido en Nariño, su línea materna era de estirpe conservadora, su tío Gonzalo Pérez fue exmagistrado de la Corte y diplomático, amigo personal del presidente de la república, paradójicamente Miguel Abadía Méndez ofició como acudiente y profesor del estudiante asesinado[1].
La muerte del estudiante universitario marcó desde 1929 un imaginario histórico resaltando cada 8 de junio la conmemoración del asesinato de Gonzalo Bravo Pérez, cada año en diversos puntos de la geografía del país los estudiantes universitarios convocaron eventos culturales, artísticos, académicos alusivos a la fecha, la connotación de estos, la determinaba la coyuntura política del país, la cual marca el fundamento político e ideológico que se presenta en cada protesta.
Fue tan significativo el 8 de junio de 1929 que las corrientes políticas de la época lo reivindicaron como patrimonio ideológico, el partido liberal, el partido conservador y el partido socialista revolucionario no fueron ajenos en difundirlo y en apropiarlo a su manera desde la institucionalidad de, los concejos municipales, la asamblea departamental y el congreso de la república. Incluso el propio presidente Alfonso López Pumarejo estableció en 1943, la fecha del 8 de junio como fiesta nacional, a través de un decreto presidencial que expresaba en su artículo único: »El día de mañana, ocho de junio, será de fiesta cívica nacional». Ello implicaba que se suspendían las actividades públicas para que los empleados participaran del carnaval estudiantil alusivo al día del estudiante.
El 8 de junio de 1954 constituye un nuevo hecho que se suma al decurso trágico, con ocasión de los 25 años del asesinato de Gonzalo Bravo Pérez, los estudiantes de la universidad nacional y la universidad libre de Bogotá se dirigieron al cementerio central de Bogotá, un ritual que cada año era solemne en la respectiva conmemoración. Una vez terminaron su evento se dirigieron a las instalaciones de la universidad nacional, allí en el lugar un destacamento de la policía hizo presencia en los predios de la universidad lo cual produjo la reacción estudiantil.
El clima de tensión producido por la toma policial se agudizó a tal extremo que la fuerza gendarme disparó contra los estudiantes refugiados en las instalaciones del alma mater, allí la descarga de fusilería produjo la muerte del estudiante de medicina y filosofía Uriel Gutiérrez Restrepo quien era miembro del comité estudiantil organizador del evento.
La muerte del estudiante universitario de medicina dio lugar a nuevas protestas en las inmediaciones de la universidad el 9 de junio de 1954, los organizadores dispusieron dirigirse al palacio presidencial para reclamar justicia, era el período presidencial del general Rojas Pinilla, quien pese a su populismo no pudo esconder su intervención arbitraria en contra del estudiantado.
El 9 de junio de 1954 los estudiantes reunidos en masa en el centro de Bogotá protestaban ante la intervención desproporcionada de las fuerzas militares, un destacamento del batallón Colombia intervino con sendas descargas de fusil, lo cual trajo como resultado la muerte de ocho estudiantes universitarios, entre estos un estudiante peruano.
El gobierno militar dilató su responsabilidad creó una comisión de la verdad para investigar los hechos luctuosos que dieron lugar a esa nueva tragedia, una comisión militar asumió la investigación la cual a todas luces dejo entrever la ausencia de imparcialidad y objetividad en la investigación, el resultado de la indagación señaló que fue la “provocación en extremo grave y agresiva que algunos estudiantes hicieron a la policía el día 8, y al ejército el 9”[2]. A partir de los hechos acontecidos el 9 de junio de 1954, los estudiantes universitarios de Colombia tomaron el 8 y 9 de junio como el día “del estudiante caído”.
En las universidades ubicadas en los territorios también se han expresado protestas y asesinatos de estudiantes universitarios, la UIS, la universidad del valle, la universidad de Antioquia, dan cuenta de cómo la violencia ha permeado sus claustros universitarios y ello ha escalando a lo largo de su historia.
La canción de Mercedes sosa que vivan los estudiantes retrata la sociología del movimiento estudiantil: “Y no le asustan las balas/Ni el ladrar de la jauría/Caramba y zamba la cosa/Qué viva la astronomía”- Los reflectores siguen alumbrando el martirologio estudiantil.
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*Abogado-Economista, Magister en filosofía, Doctorando en Derecho, Docente Universitario
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).
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[1] El diario Nacional Bogotá junio 12 de 1929
[2] Belmonte Pedro Luis, Antecedentes históricos del 8 y 9 de junio (Bogotá: Imprenta Nacional, 1954), 114.