Por: Sebastián Aristizábal/ Las campañas políticas, la publicidad y hasta las guerras están pasando de darse en las calles, en los televisores o los campos de batalla, para trasladarse a la virtualidad, a las redes sociales y a las aplicaciones de mensajería instantánea. Uno de los ejemplos más claros ha sido la elección de Donald Trump en 2016, cuando la campaña digital del candidato, ahora expresidente, gastó más dinero en publicidad en redes sociales que cualquier otra campaña en el planeta, y en medio de un mar de noticias falsas, acusaciones y mentiras se hizo elegir, logrando un impacto en la opinión supuestamente informada y en la no informada, que lo llevó a ser el máximo mandatario de Norteamérica, al tiempo que sentó un precedente para campañas y contiendas políticas posteriores.
Pero no se trata solo de campañas políticas, la conexión permanente de las personas a las redes sociales y la falta de atención a las condiciones de uso de las aplicaciones, ha favorecido a las marcas y sus estrategias de marketing, pues gracias a las bondades de la segmentación que, de acuerdo con la edad, los gustos, los ingresos, la ubicación geográfica entre otros, permite elaborar ofertas especificas e impactantes.
También, la información y la desinformación en los escenarios digitales han creado una potente herramienta para hacer daño sin una gota de sangre ni una sola bala, las fake news, que, en el caso de Colombia, se han multiplicado de manera acelerada durante el último mes de Paro Nacional. La policía a través de un centro cibernético ha encontrado más de 110 noticias falsas en menos de un mes en las que se habla de decretos falsos, de asesinatos, amenazas y convocatorias inexistentes.
Como es el ejemplo de la noticia que afirmaba en redes que en Pereira un helicóptero de la policía estaba disparando indiscriminadamente hacia la población, situación similar que se dio en Buga donde se descubrió que quien en realidad disparaba eran criminales al helicóptero que sobrevolaba la ciudad. Pero no solo eso, también se ha hablado de abuso sexual por parte de la policía y de los manifestantes, de profesores tildados de guerrilleros y advertencias de asesinatos en barrios como Kennedy, Venecia y El Tintal en Bogotá.
El Valle del Cauca, como epicentro de la protesta, también ha sido un nido de fake news, así como un centro de información que difunde lo que los medios masivos no hacen; gracias a las redes se han podido mostrar hechos de vandalismo, pero también de abuso de autoridad y prácticas que ponen en riesgo la vida de los ciudadanos, en ambos casos, es necesario que se haga justicia, porque uno de los efectos secundarios de las manifestaciones no puede ser la impunidad.
Estas noticias llenas de mentiras y envenenadas hacen mucho daño al país, y la mejor manera de detenerlas es no compartirlas y no comer entero a los mensajes que se envían por WhatsApp o lo que se ve en Twitter o Facebook, noticias de policías drogándose, de manifestantes armados, o delincuentes en primeras líneas, corresponden muchas veces a otros países que también están sufriendo transformaciones sociales violentas, pero no son en nuestro país.
Luego de un mes de manifestaciones aún no se avanza, y entre más tiempo pase, más noticias seguirán saliendo y más información tóxica estará a la deriva en la red, al punto que no sabremos cuándo la ficción sobrepase la realidad. La invitación de muchos es a respetar el diálogo, a exigir, pero con coherencia, y por parte del gobierno a ceder, pero sin perder el norte, y nosotros, los ciudadanos, a ser responsables con la información que consumimos.
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*Comunicador social, especialista en comunicación estratégica. Asesor de campañas políticas y productor de podcast.