Por: Óscar Castro/ El siglo XXI trajo consigo la aceleración de las conexiones humanas mediante herramientas tecnológicas que flexibilizan nuestro relacionamiento e intercambio de ideas, productos, servicios y experiencias. La humanidad ha pasado por cuatro grandes momentos de cambio profundo, la era de la caza y agricultura, la era de la revolución industrial, la era pos revolución francesa y su consecuente liberación laboral y la era del Conocimiento en la que actualmente nos encontramos.
Esta última indudablemente nos coloca como raza en un escenario retador de cara a la necesidad ineludible de un cambio de mentalidad y actitud dadas las nuevas dinámicas de innovación constante y adaptación resiliente a las nuevas tendencias sociales que desde luego producen temores naturales habida consideración del estadio de incertidumbre por la volubilidad de las cosas, circunstancias y métodos que diariamente se insertan en nuestro diario vivir.
Esta inestabilidad produce miedo a enfrentar cambios, a salir de la llamada zona de confort, a aprender, desaprender para volver a aprender montados en el nuevo tren de lo mutable, de lo inesperado, pero a la vez de lo fantástico, de lo maravilloso y práctico al manejar nuestros datos, mares de información, deseos, pasiones, gustos y trabajos flexibles en la comodidad de un dispositivo móvil desde cualquier rincón del planeta.
Para contextualizar, la era de la caza y agricultura pura, nos dejó innumerables enseñanzas de supervivencia y resistencia. A su vez la era Industrial nos trajo los primeros avances sofisticados que dieron cuenta una vez más de la capacidad del hombre de crear a partir de materias primas naturales, grandes transformaciones en favor de la comodidad, la comunicación y la extrapolación de bienes y servicios entre diversos territorios. Así pues, vino la industrialización de los procesos productivos en múltiples campos económicos en transporte, minería, comunicaciones, consumo, energía, construcción entre otros. Esto colocó la vida humana en un nivel superior jamás antes visto pues revolucionó el avance y desarrollo de los pueblos.
No obstante paralelo a lo anterior, insertó al ser dentro de un sistema socio económico procedimental en el cual el rol humano no permitía su desarrollo motriz sino que se convirtió en un elemento más, necesario para llevar a cabo tareas monótonas, mecánicas y sumamente aburridas que permitían poner en uso esas invenciones pero que percibían al hombre como una máquina.
Aún hay prácticas similares que se dan en diversos territorios dentro de un cuadro cien por ciento materialista pero que producto de las nuevas dinámicas se ha ido repensando en diversos espacios transnacionales dada la afectación ineludible de esa Infraestructura de primer orden como lo es nuestro ecosistema global casa común de todos y en consecuencia la calidad de vida del Ser Humano que sumados son el centro de toda la evolución social.
Llegada la revolución francesa, aterrizaron las primeras legislaciones modernas en torno a declaraciones internacionales de derechos humanos, libertad y regulación de los derechos laborales y la dignificación de la tarea humana desdibujando la precariedad de la era anterior. Sin embargo, todos estos años coartaron en gran medida la capacidad creativa de los seres sociales precisamente por las dinámicas mencionadas. A decir del psicólogo catalán Borja Vilaseca, se desarrollaba generalmente el hemisferio Izquierdo del cerebro que es aquel que maneja el orden, el control, la razón, la prudencia, los procesos, lo metodológico.
Pues bien, para no extender el trasfondo del mensaje, en la actualidad que vivimos en la era de la información, del internet de las cosas, del conocimiento, ante el inevitable ocaso de las precitadas eras anteriores y el surgimiento de una nueva sociedad digital, cobra una fuerza locomotora el desarrollo de nuestro hemisferio derecho cerebral, pues es éste el que nos conecta con nuestras frecuencias, nuestras vibras, nuestras emociones, pasiones y pálpitos que nos impulsan y estimulan a vivir, a crear, a innovar a reinventarnos dentro de un mundo cada vez más globalizado y cambiante.
Este reto que a su vez es fascinante, será una constante por años dada la enorme relevancia que toma el desarrollo de las habilidades blandas individuales, la industria de los talentos, de las destrezas, de lo simple, de saber vender aquello que en realidad nos gusta y disfrutamos hacer. Es esta la nueva dinámica mundial, la que se valora a través de los diversos activos digitales, cualquier contenido digital, bien, producto o servicio que promocionemos y que genere beneficio para el resto de la sociedad.
La invitación entonces es a insertar en nuestro día a día la dinámica del aprender, desaprender y volver a aprender pues de esta manera ese hemisferio derecho tendrá la libertad de desarrollarse al tiempo que desdibujamos como raza parte de los paradigmas, dogmas, y creencias anquilosadas en nuestras mentes como afirmaciones incuestionables que de paso han coartado nuestra capacidad creativa de avanzar, de evolucionar y sobrepolarnos a un mundo superior, más civilizado por el bien común dejando atrás prácticas que han generado división y que poco a poco se han ido quedando rezagadas en el archivo de la historia.
En la actualidad la posibilidad de cuestionarnos y documentarnos respecto de casi absolutamente todas las premisas que nos han insertado a lo largo de los años, están a la vanguardia del día y a tan solo un click; la revolución de las ideas que no tienen límite de tiempo ni de espacio, han creado un nuevo mundo, uno en el que la tendencia paulatina es a estandarizar procesos en cientas de disciplinas que hacen parte de nuestro diario vivir, lo que sumado al hecho que se homogeneiza el acceso al conocimiento en las diversas esferas sociales, lanza al ser a un nuevo ecosistema digital en el que el bien más valorado será el talento personal , la marca que creemos de nosotros mismos o de nuestros emprendimientos a través del contenido de valor que entreguemos en beneficio de los demás.
No ha existido otra época en la historia en la que se le dé tanto valor a nuestras destrezas y creatividad como baluarte con un incalculable peso en el escenario global. Las redes sociales se suman a la ola de activos digitales e invenciones disruptivas que se han venido desarrollando desde los setenta del siglo pasado. Los correos electrónicos, las plataformas, las apps, las redes, pasarelas de pagos constituyen nuestro más importante vehículo para dar a conocer lo que hacemos mediante contenido de valor que sumado en conjunto al de los demás, confeccionan esa big data global como insumo para la toma de decisiones eficientes y atinadas.
El turismo , catalogado como el primer renglón de la economía en los años venideros, pese a su contracción del 48% para América Latina durante el último año derivado de la pandemia, tendrá su efecto rebote para el 2022, por lo que es ésta,, una oportunidad de lujo para sumarse a los más de 2.700 millones de usuarios de Facebook, más de 1’220 millones de Instagram, más de 2.000 millones de WhatsApp y a los millones de usuarios que hacen parte del ecosistema de social media tales como YouTube, TikTok, Pinterest, Twitter, LinkedIn, entre otros y hacer presencia en la nueva generación empresarial global con su infinidad de oportunidades de crecimiento y posicionamiento, pues quien decida no estar allí en términos corporativos, estará condenado a desaparecer.
Posdata. Los invito a leer el libro “Que harías si no tuvieras miedo” del autor catalán Borja Vilaseca. Indudablemente una obra retadora y edificante que nos cambia el chip necesario para esta era de innovación
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*Empresario, abogado especialista en dirección de empresas, Máster en gestión internacional del turismo de Barcelona. Músico. Degustador de la vida.
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