Por: Hernando Ardila González/ Aristóteles fue un filósofo y científico nacido en la ciudad de Estagira, al norte de la Antigua Grecia, casi tres siglos antes de nuestra era. Su pensamiento se extendió a todas las ramas del conocimiento, es decir que exploró con erudición lo campos de la lógica, la física, la biología, la psicología, la metafísica, la ética, la política, la sociología y la estética.
Discípulo de Platón y maestro de Alejandro Magno, proclamó la “superioridad del varón”, o machismo que llaman en las épocas actuales, comportamiento que como mucha de su prolífica obra, va desapareciendo con el inexorable paso del tiempo, el que de todas formas no alcanza a borrar su legado de seguro eterno, como ser fundador de la lógica en estricto sentido y su gran concepto a partir de considerar que el hombre es un animal racional y asociado, en busca del saber y la felicidad, ¡he ahí al Zoom Politikón!.
Pues bien, no es del caso hablar de quien todo está dicho, aunque no se haya comprendido; así que a lo que vinimos. Alguna vez quise adoptar una mascota y colocarle un nombre que recordara por sus hechos a algún grande de la historia humana, se llegó el día en que el deseo se cumplió.
Mi pequeña familia, optó por los felinos o graciosamente llamados mininos ya que de todas formas aunque en igual escala de clasificación del rey de la selva, el tigre de bengala, el puma, la pantera, etc., aquellos son en verdad una maravilla de la evolución, tienen apariencia de estos fulanos felinos, pero la ternura de un bebé y lo gracioso de lo que ahora llaman emoticones y stickers, que debe traducir algo así como calcomanía, solo que en la red son kinéticos, ya que el endiosado soplo sapiens sapiens les dio movimiento a imagen y semejanza de sus creadores o de sus émulos.
Llegó a mi residencia oficina, (la virtualidad de la justicia nos hizo atrincherarnos a muchos litigantes en el hogar) uno de los adoptados, el menor de todos los acogidos por los de mi sangre y con él, el primer gran dilema: cómo llamarle, entonces bullen como el agua para café, propuestas de nombres exóticos, Venus, Anza, Jakcs como finalmente terminaron llamándose los parientes de mi gatico.
Decidí observarlo y en verdad es un derroche de simpatía y de locura desde chiquito, juguetón, acróbata de silla en silla y escritorio, suicida a juzgar porque vivo en un décimo noveno piso y el minino se aventura por la barda que se parece, (guardadas las proporciones), al caminito por donde andan los guardianes con ojo avizor, lo cual hizo que mi cabello más se blanqueciera.
Pero ¡eureka! se me chipoteó el nombre preciso, ¡Aristóteles! Quienes le iban conociendo no concebían como en semejante diminuto ser, cabía un nombre tan colosal…sí, Aristóteles, es que al observarlo le vi en su arenera “cagando y tapando la cagada” y entonces entendí el postulado del gran filósofo: “El hombre es un animal político”, claro el hombre político es un animal que la caga y tapa, algo como lo que recientemente y muy seguido, vemos como ocurrencia de quien desde que en 2018 viene usurpando el Solio del Libertador.
Así entonces, producto de la observación como al fin y al cabo es la ciencia, resolví el gran dilema… ¡Cómo bautizar a mi mascota, y se llamará hasta el fin de sus días, Aristóteles, lógico es que no podría haber otro nombre coherente con su comportamiento coprológico y el postulado del gran sabio padre de la lógica!
Fue creciendo mi gatico y su caminar por el estrecho andencito ubicado a 19 pisos de altura, me hizo calcular que de precipitarse las siete vidas no le alcanzarían para salir bien librado al llegar al piso primero; dos cosas tuve que decidir, una colocar una malla que aún ya puesta ha intentado sortear por su naturaleza de astucia, y la otra era por consejos a granel, disminuir sus ímpetus.
En efecto y apurado por el concepto de mi hijo Camilo sobre una tenencia responsable, un sábado sin más mi loco compañero de los días entró al quirófano y en la mesa de cirugía se quedó para siempre la posibilidad de sus paseos por los tejados, jardines o incluso sus pasos de intrépido aventurero por el senderito de Baranoa Floridablanca, en busca de chicas gatunas gustosas de sacarle raza, pero ya no, debe estar corriendo entre ellas el rumor de que “Caparon a Aristóteles”, yo creo que con dejo de nostalgia por la posibilidad perdida.
La verdad aún tengo sentimiento de culpa y entonces me pregunto ¿y si mejor capáramos a los políticos animales que nos gobiernan?, digo… para evitar que se sigan reproduciendo en repetidas y repetidas cagadas, creo que solo así entonces, evitaríamos que sigan… “¡Los males de la Republica!”
*Abogado Penalista, postulado a Maestría en Derecho Constitucional. Presidente Colegio Nacional de Abogados de Colombia Conalbos Santander y Vicepresidente Nacional.
Twitter: @HernandoArdila6