Por: Javier García Gelvez/ No iba a perder el papayazo que le dio la vida al convertirse en el presidente más joven de Latinoamérica, Bukele nació un 24 de julio de 1981 en San Salvador, es hijo del fallecido empresario Armando Bukele Kattán, un doctor en Química Industrial de origen árabe-palestino, y Olga Ortez de Bukele.
Su debut político lo hizo abrazando la bandera roja de los exguerrilleros y se catapultó a lo más alto de la popularidad, pero su ímpetu y sus constantes críticas a la cúpula izquierdista del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) terminaron con su expulsión del partido en 2017.
Bukele interpretó muy bien el sentir salvadoreño, representaba la amalgama perfecta de la política en el Salvador, esta fortaleza y con discursos populistas y de fuerte tendencia izquierdista, gana las elecciones como candidato del partido derechista Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA).
Sin título profesional, Bukele interpreta claramente el poder de la tecnología como su principal arma para comunicar y de paso influenciar a sus seguidores que suman millones en el Salvador.
Con su propio video juego “Nayib Vs. Polisaurios”, Bukele pelea en contra de monstruosos dinosaurios vestidos con los colores de los políticos de mayor peso en el Salvador, allí las fechorías y maldades de los iguanodontes, estegosaurios y brontosaurios que encarnan el tradicionalismo salvadoreño, son derrotados implacablemente con los poderes de supernayib.
El actual mandatario de la nación centroamericana, prometió, que durante su estancia en el Palacio Presidencial de Cerro Castillo utilizaría todas las herramientas de las Tecnologías de Información y Comunicación disponibles, para afrontar las reformas que su país necesita en materia política.
El Twitter se ha convertido en su trinchera por excelencia, desde esta red social despacha como si se tratase de una especie de oficina virtual donde ejerce sus funciones que posteriormente deben ser ejecutadas; la línea informativa parece sacada del guion de un Community Manager y no de un ministro de la vieja escuela.
Bukele convirtió el Twitter en su plataforma comunicacional al igual que Hugo Chávez en sus compases al frente de Venezuela, haciendo uso de la radio y televisión con su programa Aló Presidente. Quizás eso ya es demasiado primitivo para Bukele al que no sería extraño verle haciéndose un selfie, mientras esté tomando una decisión fundamental, para los ciudadanos salvadoreños.
Esta impersonal forma de gobernar tiene consecuencias evidentes, fomenta el autoritarismo, la transgresión de las leyes y la vulneración del estado de derecho; es más, en el caso del presidente salvadoreño, la situación ha tenido tintes cómicos surrealistas como el tweet en el que se autoproclama “el presidente más cool del mundo”.
En su momento el ex presidente argentino Mauricio Macri escribió “Un teléfono de hoy tiene más poder de comunicación instantánea y global que toda la televisión en la década del 90”. Al igual que Bukele, pero en menor proporción muestra su afición a las redes sociales.
Con su propio partido político que se define como el de “la N de Nayib”, la democracia salvadoreña acaba de parir un autócrata. Lo venía gestando desde hace casi un año, y ya está aquí, en todo su esplendor. Se llama Nayib Bukele y, a partir del 1 de mayo, gobernará este país como le plazca.
Nayib se estrenó este año en unos comicios con su partido de Nuevas Ideas, el domingo 28 de febrero los salvadoreños votaron para elegir a sus 84 diputados y 262 alcaldes y les dio una “tanda” a sus adversarios en las postrimerías del conteo final.
Con sus decisiones y posturas populistas ha logrado que la oposición haya caído en la irrelevancia, al obtener la mayoría calificada a su favor, conseguirá la aprobación del presupuesto de la nación a su antojo, reformara la ley a su gusto, podrá suspender las garantías constitucionales o nombrar magistrados en las diferentes cortes.
Los partidos tradicionales quedaron en coma profundo. Sobrevivirán artificialmente, conservando algunas curules, con gente que se sentará en el parlamento como simples observadores sin opciones, ni la de opinar.
A partir de mayo, a Bukele le bastará levantar el teléfono para ordenar que se apruebe una ley o que se destituya a un fiscal y se elija a otro. La gran mayoría de votantes salvadoreños decidió decir no al contrapeso de poderes, no al debate legislativo, no al consenso necesario, no a la oposición. Y al decir no al pluralismo y el sistema de controles que caracteriza a la democracia ha puesto al país en el camino de la autocracia.
*Contador Público y Especialista en Revisoría Fiscal y Contraloría.
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