A Ezequiel Rivera* el año 2020 le sonreía y no era para menos luego de obtener la firma del contrato por diez meses. Corría el mes de febrero de 2020 y su nueva obligación le requería trasladarse a la zona rural.
Daba gracias a Dios porque un año atrás, en el 2019, tuvo la idea de adquirir una camioneta de gran poder. Sabía que tendría que recorrer los caminos menos transitados y quedar varado en alguna trocha le significaría pérdida de tiempo.
La camioneta le salió muy buena tanto de máquina como de comodidad y así pudo viajar por el departamento de Santander solo o con los profesionales que lo acompañaban en algún momento de su labor.
La pandemia del covid-19 se declaró en marzo del 2020. A Rivera no le afectó mucho la situación porque pese al riesgo que debía correr, al no poderse quedar confinado en la casa, tampoco le tocaba estar en lugares demasiado concurridos. Obtuvo los permisos correspondientes para movilizarse.
Se puso en manos de Dios y estableció todos los protocolos de rigor. Así trabajó los diez meses hasta terminar el contrato a finales de noviembre. Tanto de salud como de trabajo puede considerarse afortunado porque todo le salió bien, gracias a Dios, según repite.
La fortuna no podía estar mejor y a mediados de diciembre de 2020 firmó un nuevo contrato. Entre las condiciones estaba la de trabajar en oficina en Bucaramanga sin tener que viajar. Le asignaron un parqueadero debido a su cargo.
Muy satisfecho Rivera llegaba todos los días a trabajar, pero desde el principio empezaron las quejas en el parqueadero, porque la camioneta se salía de los límites establecidos. Por lo larga quedaba salida y por lo ancha era un problema para salirse, porque como quedaba muy pegada a los otros carros no podía abrir la puerta.
Palabreó un automóvil para comprarlo y le encontró cliente a la camioneta para venderla. Los dos contratos respectivos, tanto el de venta de la camioneta como el de la compra del automóvil los hizo de palabra, con una carta en donde comprador y vendedor se comprometían a los pagos y a las condiciones de entrega. Igual para los dos negocios.
Como la pandemia de covid-19 continuaba y, pese a que las restricciones disminuyeron, en las oficinas públicas seguían con el tema de la virtualidad para la atención al público.
Desde mediados de diciembre comenzó el calvario de Rivera que lo tiene con la cabeza grande porque ya va para tres meses y nada que puede oficializar los contratos de traspaso en Tránsito.
Sucede que por la pandemia solo se atiende en Tránsito Bucaramanga con cita, y esa cita tiene que sacarse por la página oficial. Rivera muy juicioso ingresaba todos los días a la página para acceder a una cita en Tránsito. No obstante la respuesta fue que para diciembre los cupos ya estaban llenos.
A principios de enero de 2021 continuó la tarea diaria de sacar cita, pero ¡oh sorpresa! Desde los primeros días del mes ya no había cupos. Ya todo el mes estaba cuadrado y no tenían una cita disponible.
Tanto Martínez como su vendedor y su comprador encontraban la misma circunstancia de no lograr obtener una cita a través de Internet en Tránsito. La situación apremiaba porque el pago debía hacerse y los negocios cerrarse. Pero sin el traspaso cumplido en Tránsito se generaban dudas porque los impuestos había que pagarlos.
Por ejemplo Martínez pagaba un monto por la camioneta, pero como cambió al automóvil de menor valor y menos potencia en el motor su impuesto disminuía, pero en lo oficial figuraba como propietario de la camioneta pese a que ahora se moviera en un automóvil de menor precio.
El cambio de año y el pago de impuestos, la imposibilidad de obtener una cita en Tránsito y demás circunstancias amenazaban con echar los negocios hacia atrás, porque lo que no avanza es como si echara reversa.
Comenzó febrero y desde el lunes primero a primera hora Rivera entró a la página de Tránsito a pedir una cita. Se figuraba que la madrugada y el primer día le iban a permitir cumplir por fin la posibilidad de obtener una cita. Pero ¡oh sorpresa! para febrero ya no había citas debido a que ya todas habían sido asignadas. No había disponibilidad ninguna.
La paciencia se agotó y Rivera se excusó en la oficina para ausentarse una mañana para ir a Tránsito de Bucaramanga a ver en dónde podía hacer el traspaso de la camioneta.
Como no tenía cita no podía ingresar debido a que tenían que cumplirse con rigor los protocolos de bioseguridad.
Preocupado y con cara de tener urgencia, en las mismas puertas de Tránsito le dijeron que con mucho gusto le colaboraban, que ellos tenían cupo para las citas y en el mismo día podía hacer el traspaso.
Rivera, no muy convencido, aguantó la charla y preguntó cuánto le cobraban. En las mismas puertas de Tránsito de Bucaramanga los tramitadores le dijeron que esa diligencia tenía un costo de 80 mil pesos.
En las puertas de Tránsito de Floridablanca también hay tramitadores y en ese punto la intermediación era de 50 mil pesos. Allá la atención es con pico y cédula, pero el mediador le dijo que le ayudaba con el trámite sin que tuviera que hacer fila, que todo era legal.
Rivera todavía no entendía, cómo él desde su casa ingresaba a la página de internet y no hallaba disponibilidad de citas, y llegaba a las puertas de Tránsito de Bucaramanga y de inmediato alguien le ofrecía, a cambio de dinero, la posibilidad de una cita. Fácil lo hacían ellos y para Rivera era imposible.
Un conocido lo contactó con un tramitador que tiene una oficina en el centro de Bucaramanga y de inmediato lo atendieron. Le dijeron que claro que ellos tenían posibilidad de hacerle el trámite ese mismo día porque tenían citas disponibles y solo tendría que cancelar 70 mil pesos por hacer el traspaso.
Todos los tramitadores le confirmaron que la diligencia era legal, que ellos tenían citas disponibles y que allí dentro de Tránsito se hacía la diligencia que todos los papeles le salían en regla.
No le explicaron cómo ellos hacían para obtener las citas por internet en Tránsito de Bucaramanga, ni Rivera entendió qué hacía mal para no lograr la cita. Ahora dudaba en pagar al tramitador o seguir con la idea de sacar la cita en forma correcta. Pero ya llevaba tres meses sin lograr cita y el negocio a punto de caerse.
Rivera averiguó con un amigo en Bogotá y le dijo que allá solo se pagaban 152 mil pesos por el traspaso pero porque solo se pagaba el impuesto departamental.
En Bucaramanga le informaron que ese traspaso costaba 245 mil pesos, porque tenía que cancelar los impuestos departamental y municipal.
Casi cien mil pesos más en impuestos y para colmo tener que acudir a la esfera externa de los tramitadores, fueron asuntos que pusieron a Rivera a cavilar, ¿qué hacía? ¿Rompía el negocio? O ¿continuaba la cadena interminable del tramitador? Y se preguntó si esto solo sucedía ahora que estamos en pandemia o es un asunto de toda la vida, pero que la gente prefiere pagar y callar, como si fuera verdaderamente legal.