Por: Beatriz E. Mantilla/ Generar más parques urbanos y áreas verdes es siempre algo deseado. De hecho, hace parte de los inventarios de requerimientos que en todo tiempo suelen enlistar líderes comunales, juntas administradoras locales y comunidad en general, así como de las promesas y planes de gobierno de los diferentes dirigentes de turno.
Sin embargo, la valoración ciudadana hacia ellos y su compromiso y deber ético de gestionar con su comportamiento y control social el cuidado, hace parte de los actos que como sociedad debemos aportar para que los múltiples beneficios de contar con este espacio puedan ser posibles.
Y es por ello que iniciaré recordando las ventajas psicológicas, físicas, sociales, ambientales y económicas tanto para el individuo en particular como para el colectivo que representa la sociedad.
Las ventajas psicológicas personales de disfrutar un parque urbano van desde las relacionadas con el desarrollo y crecimiento humano, la salud mental, sensación de armonía, equilibrio, bienestar y apreciación. Personalmente son fuente de meditación, creatividad, conexión con la naturaleza y el interior. Entre los beneficios psicofisiológicos se pueden enumerar los referentes a la reducción de cuadros depresivos, obesidad, incidencia de enfermedades, principalmente cardiacas, aumento de percepción de calidad de vida.
Los parques urbanos son también la oportunidad para que chicos, jóvenes y adultos se reconecten con la naturaleza y en ese silencioso equilibrio armónico de la vegetación disfruten de espacios para la actividad física e interacción social. Dichas rutinas contribuyen a gestionar los efectos del estrés, reducir el sedentarismo en las personas y facilitar su acceso a parques, con infraestructura de calidad, alternativa, no invasiva con la naturaleza, mejoran la salud mental colectiva e incluso afianzan los sentidos de arraigo y pertenencia al territorio, disminuyen índices de inseguridad.
La creación de lazos de sentido social, aquellos que dan satisfacción de pertenecer a una comunidad, entorno, facilitan espacios para el fortalecimiento de lazos familiares, son igualmente resultados de su adecuada gestión; ambientalmente representan un pulmón de oxígeno para la urbe, cuidan el medio ambiente, se convierten en un mecanismo de protección y aumento de la biodiversidad de la flora y fauna, así como la preservación del patrimonio natural urbano. Incluso, representa reducción de costos de salud, aumento de productividad, en valorización de predios, terrenos cercanos a su entorno y demás áreas verdes.
La valía de la existencia de parques en el desarrollo y crecimiento urbanístico incluye en su planeación integral la mejora de la calidad del aire, la regulación del microclima urbano, el control de situaciones de escorrentía durante periodos de fuertes lluvias; así como el tradicional imaginario colectivo de que residimos en la ciudad de los parques colombiana, y todo ello hace parte de los argumentos por los cuales siempre será un factor de gran aceptación la creación de un parque en el que se consideren aspectos tales como el tamaño, de acuerdo con la población, la proximidad, instalaciones, seguridad, atractivo estético en su diseño como quiera que es un espacio público para la democracia.
Es así como el Parque “Bosque Encantado” se proyectó en la administración anterior, del ingeniero Rodolfo Hernández, y se ejecutó en la actual, de Juan Carlos Cárdenas, con una inversión de $ 5.787 millones, con una infraestructura novedosa para la ciudad, cercana a los 18.000 metros cuadrados, que a través de pasarelas peatonales y con respeto a vegetación conectó los barrios Álvarez y Cabecera del Llano, ubicado entre la carrera 45 y la calle 34ª, incluyendo ludoteca y gimnasios bio – saludables, espacio que se entregó en octubre pasado y de inmediato se convirtió en el lugar preferido para redescubrir la ciudad y olvidar por un momento la pandemia.
Sin embargo, a pocas semanas de su apertura hoy se observa un escenario con un acelerado deterioro ocasionado por la presencia de ciudadanos poco respetuosos de la infraestructura pública que usan en exceso los juegos, los columpios y ya se presentan daños; que no llevan bolsa plástica para recoger los excrementos de sus mascotas y cuyos eucoles, en el ingreso, registran efectos de vandalismo con sus vidrios rotos y sin sus respectivas piezas publicitarias que explicaban el concepto y mapa del lugar.
Considerando la inversión pública, proveniente como es obvio de nuestros impuestos como ciudadanos, resulta inaudito que justo allí lleguen chicos a consumir alucinógenos, adultos con sus mascotas a volverlo una letrina pública, jóvenes a usar los juegos diseñados y con capacidad para tolerar peso infantil, mamás y papás sin tapabocas en pleno segundo pico de pandemia.
Y en ese contexto, me he preguntado si hubo una entrega integral, que incluyese una campaña de cultura ciudadana para la valoración de este espacio. Es cierto, este chip ya como sociedad debiésemos tenerlo incorporado, pero al no ser así, ¿qué plan de acción se está realizando desde la institucionalidad (Alcaldía con sus diferentes estamentos para evitar su acelerado deterioro?; ¿qué aporte están haciendo los líderes sociales de esa amplia zona de Bucaramanga para valorar y preservar dicha inversión pública?; ¿qué estamos haciendo los ciudadanos que vamos allí y nos encontramos con este espejo de comportamiento e interacción ciudadana que estrenamos los bumangueses? ¿Qué podríamos hacer mejor entre todos, como colectivo, para cuidar este nuevo espacio y con ello preservar la enorme cantidad de beneficios que genera?
Como primeras lecciones aprendidas de esta experiencia sería sensato visibilizar que este nuevo miembro de la familia bumanguesa no está solo, que toda la institucionalidad cívica y policial lo acompaña, que la comunidad lo acoge y respeta; y que por ello, todos de manera asertiva realizamos control social a esos comportamientos inapropiados que no se adquieren con la construcción de infraestructura y que van más en el desarrollo humano, en esa práctica de valores fundamentales de vida de respeto por el otro, por la naturaleza, por lo colectivo.
¡Bienvenido Parque Bosque Encantado! En este sentido y para finalizar, esta es una invitación para acompañarlo entre todos, institucionalidad, ciudadanos, en su nacimiento y crecimiento como miembro de nuestro entorno urbanístico, aceptarlo y acogerlo con amor y cuidado para lograr hacerle mantenimiento logístico y social, y refleje como su nombre lo dice… La magia de un bosque encantado que cuenta con todo para serlo, solo nos falta nuestro aporte como sociedad.
*Comunicadora Social organizacional y periodista; docente universitaria y consultora en asuntos corporativos y de Responsabilidad Social Empresarial.
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).