Por: John Jairo Claro Arévalo/ Me fui a visitar a unos amigos en el barrio la Esperanza II, ubicado en el norte de Bucaramanga, sector popular de estrato 2, me los encontré en una tienda y estaban en una amena charla sobre el debate de la elección presidencial en Estados Unidos, ambos esgrimían sus argumentos sobre los candidatos, tenían sus preferencias por Trump, ya que según ellos, a Biden lo apoyaba Petro, y de ninguna manera, no se podía permitir la llegada del castro-chavismo a USA.
Entre conversa y conversa, pedimos una gaseosa litro y medio, tres panes y unos pedazos de salchichón, eso sí, con harto limón, porque no sabíamos su procedencia, porque con eso de la carne de burro en el PAE de Bucaramanga y Santander, uno queda tocado.
Estábamos a gusto con el contenido de los temas abordados, aunque sin profundidad, tocamos el desempleo, la seguridad alimentaria, el sistema de salud, en fin, hablamos de todo, hasta de Uribe, ellos son uribistas hasta los tuétanos, sin embargo, después de casi tres horas de buena tertulia, al término de ésta, propuse una vaca para pagar la cuenta, la que finalmente me tocó pagarla, porque mis amigos no tenían ni cinco.
Ya para irnos, y justo en el momento antes de la despedida, me pidieron que les ayudara con algún billetico sin embrago, más que regalarles, como lo he hecho en otras oportunidades, esta vez no les di plata, les compré 3 aguacates, porque ellos son vendedores ambulantes que se la rebuscan diariamente vendiendo frutas.
En otro lugar, con tiempo y momentos distintos, los Mendieta Espíndola, son una familia conocida y muy querida en el barrio San Francisco de Bucaramanga, me cuenta Carmelo, el unigénito de ellos, que su padre, don Eladio, un señor entrado en años, con la piel desvencijada por los avatares de la vida, tuvo casa por allá en los años noventa, pero que se la remataron porque se colgó con los pagos, ya que estaba con el sistema UPAC en ese entonces.
Don Eladio, de extracción campesina, nació en una finca en Guavatá, Santander, y se desempeñó como jornalero hasta que, cumplido los 23 años, decidió irse para Bucaramanga a rebuscárselas como albañil, oficio que aprendió rápidamente, para mantener a su esposa Jacinta y al único hijo que trajeron al mundo.
Don Eladio nunca pudo pensionarse, porque la ley 100 aprobada en 1993, siendo senador Álvaro Uribe Vélez en aquel momento, durante el gobierno de César Gaviria, ofició como coordinador de ponentes, cambiando el modelo pensional en Colombia. Personas como don Eladio hacen parte de los más de cuatro millones de colombianos que teniendo la edad de pensionarse y que nunca lograron hacerlo.
Los Mendieta Espíndola, como muchas familias colombianas, sagradamente ejercían su derecho al voto, admiraban a Laureano Gómez y Álvaro Uribe Vélez, denigraban de los partidos de izquierda, porque según ellos, les iban a quitar todo lo que tenían los colombianos.
Don Eladio Falleció hace un mes de un cáncer que lo mantuvo cerca de dos años en el paseo de la muerte por diferentes EPS que no se hicieron responsables de su tratamiento.
Los Mendieta Espíndola quienes han votado por los mismos políticos de siempre, ya no tienen a Don Eladio, le quitaron la vida, su casa y el sueño de ver a su hijo triunfante, hoy Carmelo, el unigénito, está en la cárcel por apropiarse de lo ajeno, para ayudar con el tratamiento de su mamá de 80 años que padece de Parkinson y Alzheimer.
Por estas y muchas otras historias que le ocurren a millones de familias en Colombia, le echarán la culpa a Petro, que nunca ha sido presidente.
*Licenciado en música, artista, docente, compositor del himno de Bucaramanga, exconcejal de Bucaramanga.
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