Por: Carlos Roberto Ávila Aguilar/ Hace unos días conversábamos con mi esposa e hijo sobre lo que extrañamos después de estos cinco meses de cuarentena y aislamiento, concluíamos que extrañamos ver y abrazar a nuestra gente, a nuestros padres y hermanos, a nuestra familia paterna y materna, a nuestros amigos, vecinos o conocidos; que extrañamos caminar o correr por un parque, calle o vereda saludando, jugando o hablando con la gente y observar cómo está el entorno; extrañamos escuchar a nuestros tíos, primos o amigos en sus temas profundos, mundanos o superficiales, sus chistes flojos o buenos, en fin reírnos a carcajadas sin tener que usar tapabocas o pantallas, nos hace falta ver la sonrisa, la mueca y el ademan de los contertulios.
Nos hace falta ir a reuniones de la familia, la empresa o sociales; nos hace falta viajar por trabajo, estudio o vacaciones; nos hace falta salir a un restaurante, tomar un café, comer un helado, caminar por un centro comercial a vitriniar; nos hace falta ir a una rumba, a piscina con asado incluido, visitar un pueblo, ir a misa o al culto, a cine, a la escuela o la universidad, dictar una charla, dar un discurso o conferencia en un auditorio o estar en un salón de clases; nos hace falta jugar un partido de futbol o basketboll con nuestros amigos y el infaltable tercer tiempo. Nos hace falta una piñata, un cumpleaños, la fiesta de matrimonio o alguna ceremonia especial. ¡Algo extrañamos y nos hace falta!
Y a pesar de todo, los tres nos miramos y abrazados en silencio como un solo núcleo, sabíamos que lo más importante es que estamos juntos, que todo pronto pasara y lo que extrañamos pronto lo abrazaremos, no es el momento de reuniones o encuentros, es momento para cuidarnos, explotar la creatividad, escudriñar en mi yo interior, compartir más en familia y acercarnos más a la oración. Es el momento de ser pacientes y obedientes para cuidar a los demás. Quienes se han desesperado por salir a la calle en estos tiempos de aumento de contagios sin tener necesidad alguna, ponen en peligro su vida, su familia, los demás y la economía del país. Quienes tienen la obligación de salir por trabajo o alguna importante diligencia deben tomar todas las medidas de seguridad y protección por su bien y el de la humanidad.
Esta situación nadie la esperaba y menos iniciando el año 2020, todos con grandes proyectos, planes, sueños, aspiraciones que debido a la pandemia quedaron suspendidos en el tiempo, algunos lograron reactivarse frente a su creatividad o necesidad, mientras que otros aguardan paciente y prudentemente que esto pronto termine.
Ser aún más pacientes es una decisión, entendiendo las dificultades económicas de muchas familias y empresas, estoy seguro que vendrán mejores tiempos y grandes oportunidades donde se concretaran proyectos, negocios y se alcanzaran sueños, después de toda dificultad llega la calma y por ende la recompensa, el aporte de nosotros a la humanidad es aplicar las instrucciones médicas, científicas y de la naturaleza para sobrevivir como en las guerras, el reto más grande hoy es ganarle al covi-19, es lograr salir vivos, sin tenerle miedo a la muerte, pero si queremos seguir disfrutando de las maravillas que nos ofrece la tierra debemos portarnos bien y ser pacientes para más adelante reencontrarnos, estar juntos y unidos para volver a volar.
“Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta”: Santa Teresa de Ávila (1515-1582)
*Abogado Especialista en Derecho Público, Contratación Estatal y Derecho Penal y Magister en Derecho del Estado.
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