Por: Paola Guarín/ La pandemia en Colombia o en cualquier parte del mundo, saca indiscutiblemente lo mejor o lo peor de las personas en su proceder o quienes conforman algún tipo de liderazgo a nivel local, regional, nacional o internacional, indicándonos en muchos casos su pobre desempeño, cuyo contexto pide a gritos aire fresco, coherente y razonable frente a las medidas más acertadas en estos tiempos difíciles.
Es evidente que la economía mundial, saltó de la calma al delirio, dada la fuerte incidencia del colapso en los sistemas de salud, la paralización del comercio y el alza del de lo que conlleva a replantear los regímenes contributivos y subsidiados de salud que pese a ser símiles, en época de pandemia no otorgan ninguna diferencia frente al tratamiento real que se colige en nuestra realidad colombiana.
Muy seguramente estos momentos difíciles, ayudan a comprender las necesidades reales y los pilares fundamentales que deben ponerse de manera preponderante en la escala de necesidades sociales, las cuales no siempre son enfocadas a los más necesitados o caridad que se promocione en estos tiempos.
Por ello, es evidente que la teoría del contrato social, debe ponerse en práctica desde la misma perspectiva de equidad y justicia social, donde cada quien exige en la medida de sus compromisos y devociones son materializadas, es decir, exigir cada quien solidaria y subsidiariamente, de acuerdo a la proporcionalidad de sus obligaciones.
A modo de conclusión y con el ánimo de no herir susceptibilidades, la gobernanza no debe ser una estiva de guerra para la solución de problemas al colectivo ciudadano, cuyo únicos perjudicados o beneficiarios son la misma sociedad impregnado de avances proactivos e iniciativas constructivas en su rol dentro de la misma sociedad. Por ello es importante para próximas experiencias, se logre crear un dialogo coherente y concreto entre Estado – sociedad, sin exclusiones, polarizaciones o desméritos, motivando la inclusión, imparcialidad y participación ciudadana fuera de sesgos o eufemismos.
Te invito a construir un contrato social donde la educación, reciprocidad, honestidad y empatía, sean las banderas de la reconciliación. Para pregonarlo, es necesario invertir como en cualquier apuesta, abonar a la filosofía que todos están de acuerdo, por voluntad propia, con la edificación del contrato, en virtud de lo cual admiten la existencia de una autoridad, de unas normas morales y de unas leyes a las que sus administrados se someten, pacto social donde la autoridad política, el orden social y el humanismo, son sin duda la apuesta prometedora es la construcción del mañana.
*Abogada.
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