Por: César Camilo Hernández Hernández/ Una parte de los hispanos se refieren a los nacidos en Estado Unidos como Yankees. Una expresión o modismo, que se usa hacia los norteamericanos, por su prototipo en las facciones, pero también por el modo de gobernar, es así como se asemeja a un militar y al imperialismo.
Ese término, surgió hacia el siglo XVII, cuando Norte América, era poseída por varias colonias europeas. Su denominación más en el norte fue llamada como Nueva Inglaterra, pero algunos sitios del territorio eran liderados por Holandeses. Muchos de estos soldados de países bajos, se llamaban Jan, siendo un nombre común, por lo cual como apodo fue Janke.
Para el 2016, sin ningún precedente, Donald Trump ganó las elecciones en Estados Unidos de América. Este Neoyorquino de pura cepa, del barrio Queens, republicano, muy conocido por su carrera de empresario, logró llegar al despacho oval de la Casa Blanca. Su discurso y la manera de actuar, hizo conectar a los norteamericanos con ciertas tradiciones y costumbres que sentían que habían perdido, donde predomina el arraigo nacional del yankee.
Este Presidente Multimillonario, desde su campaña y al día del hoy, planteo pasar por encima de quien sea y establecer conductas de superioridad, frente a residentes de su país y diferentes naciones. Su figura y carácter, está enfocado a reencarnar el arquetipo de Estados Unidos como la mayor potencia mundial. La estrategia usada, está fundada en populismo, confrontación, odio y mezquindad.
La gestión de Trump ha sido basada, en poner de primero al estadounidense, que en el contexto de la democracia sería lo correcto, pero su proceder es de una forma arbitraria, en contra de la libertad, donde sus mayores víctimas son diferentes nacionalidades y las clases sociales bajas. Estas actuaciones a pesar de que van en contravía del mundo que queremos, donde prime el respeto, tolerancia, hermandad, ha despertado un gran respaldo de los compatriotas promedio.
Trump enmarca una mezcla de los mandatarios como; el populista de Reagan y el temperamental de Nixon. Pero es claro, que mancha el legado de Lincoln. Ese sentimiento que despierta en las diferentes familias americanas, ratifica que este país, siente que sus raíces son más conservadoras y pasionales.
Pero en pleno siglo XXI, nuestros compatriotas norteamericanos deben entender, que para recuperar su título de número uno, su país no es solo de yankees, su crecimiento y progreso también se ha dado gracias a los aportes de miles de inmigrantes. Su territorio debe ser de americanos con los mismos derechos y deberes, una ciudadanía donde quepan todos, donde la ley sea equitativa e igualitaria.
Se acercan las próximas elecciones, y es donde el pueblo americano debe entender que quien catapulte su destino, debe concebir que el mundo gira hacia un contexto más humano. La plata, la industria y las posiciones, son necesarias para cualquier nación, pero de una forma digna y razonable para alcanzarlas. Es oportuno que a nivel mundial la imagen del presidente de los Estados Unidos, vuelva a ser ejemplar, la potencia americana debe ser respetable y admirable.
La realidad hoy muestra que los norteamericanos son seres humanos como cualquier persona. La clara muestra de desgobierno se vio en las decisiones de prepotencia y autoritarismo de Trump, que causaron la embestida de muertes por coronavirus y las marchas sociales en contra de la violencia que han ido aumentando.
Al mono y el yankismo, les queda la decisión de actuar como americanos, con sentido social y reconversión. Están jugando el partido más importante para volver a ser el país soñado o crear una región de miedo. Me gusta más el sueño americano, que la pesadilla yankee.
*Ingeniero Industrial, Especialista en Gerencia de Proyectos y Magister en Administración.
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