Por: César Camilo Hernández Hernández/ Soy padre hace dos años de una hermosa niña que me regalo Dios, la vida y mi esposa. Mi hija es extrovertida, inteligente, curiosa e inquieta, como cualquier niño de su edad. Ya vamos para mas de dos meses y medio en clases virtuales, los cuales no han sido fáciles por su complejidad, monotonía, espacios y otras circunstancias que dificultan el aprendizaje de esta forma. Como ella, hay muchas niñas, niños y adolescentes, sumergidos en un nuevo mundo de educación, para el cual no estaban preparados, emocional y tecnológicamente hablando.
Genera preocupación, al analizar el contexto nacional, donde la accesibilidad y conectividad afectan a un gran porcentaje de las generaciones del futuro. Según cifras del MEN – Ministerio de Educación Nacional y la Unesco, en la zona rural, de estos ciudadanos del mañana, solo entre el 13% y 17% pueden acceder a la educación virtual, ya que no se cuenta con internet o computadores. A nivel general la cifra no es tan alentadora, en relación a que un poco mas del 50% puede utilizar la nueva modalidad de aprendizaje.
La brecha en la educación no para ahí, la deserción de las aulas es inminente, los factores financieros y emocionales, se unen a la tecnología como causantes de la debacle educativa. La mediocridad académica también entra al juego, ocasionando el no cumplimiento satisfactorio de los cursos.
Adicionalmente, una tasa alta de docentes no cuenta con la formación digital, lo cual no facilita la metodología de formación; todo esto visto desde el punto de vista académico y de herramientas. Pero, existen unos fenómenos mas inquietantes, los trastornos emocionales, los miedos, los traumas, atrasos en el desarrollo y otros, que pueden perjudicar a los líderes del futuro.
El encierro, la prohibición y el cambio de actividades, podrán influir en conductas futuras en la parte mental y motriz de esta población. Es posible que aparezcan adicciones, las cuales siempre hemos tratado de combatir como: el televisor, computadores, tablets y celulares.
Si bien estas generaciones tienen mayor adaptabilidad, en estos momentos, necesitan superhéroes sin capa y sin poderes, pero si con ganas, dedicación y entrega por ellos. Desde casa empieza la historieta, los padres debemos adoptar las mejores medidas de crianza, la tolerancia, comprensión y acompañamiento, estos deben ser los tres pilares de formación de nuestros niños. El ejemplo está a cargo de los mayores, demostrando disciplina en nuestras actividades cotidianas, implementación de rutinas, hábitos y dialogo diario entre los miembros de la familia.
En el cómic debe participar el sistema educativo de Colombia, desde los órganos rectores en materia de educación hasta el magisterio de profesores, generando una metodología sostenible y eficiente de enseñanza, que incluya variedad de formas de aprendizaje, logrando una mayor cobertura de alumnos en todas las regiones. Que no, nos gane la barrera digital para formar a los profesionales del futuro. La academia debe entender que, porque se pueda meter un hilo en una aguja, no significa que se sepa coser.
Por último, la mayor parte de la hazaña esta en manos del Gobierno como un todo, es importante volver a recordar la frase de Mandela, “Ningún país se puede desarrollar realmente hasta que sus ciudadanos son educados”. Si queremos crecimiento y desarrollo nacional, no podemos descuidar a quienes tendrán en sus manos el destino del País. Las alianzas con organizaciones como la Unesco, Banco Mundial, ONU, deberán girar en inversiones a gran escala en la cobertura y calidad de la educación.
Es necesario y oportuno, salvar la formación de las generaciones del futuro. Hay que unir esfuerzos para una crear la liga de la justicia educativa.
*Ingeniero Industrial, Especialista en Gerencia de Proyectos y Magister en Administración.
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