Por: Juvenal Bolívar Vega/ Hoy se cumplen 10 días desde que desapareció Juan Carlos Cárdenas. El Alcalde de Bucaramanga brilla por su ausencia en la crisis que afronta el mundo y por ende en la ciudad. Unos contratistas duramente cuestionados han sido quienes han salido a dar pantalla y hablar en nombre del gobierno.
El mandatario bumangués dejó al garete la ciudad y este era el momento -paradójicamente- para que mostrara ese liderazgo que nunca se la ha visto. Que nos tapara la boca cuando hemos dicho que su triunfo en las elecciones fue gracias a los votos que le puso Rodolfo Hernández y que él solito -lo dijo el exalcalde sancionado- “no sacaba más de 5 mil votos”.
Juan Carlos no se ha comportado como un verdadero gobernante. No tuvo la capacidad de nombrar un gabinete propio y dejó el mismo del periodo anterior para no echarse de enemigo a su ‘jefe’ Hernández. Tal vez le tiene miedo a la lengua viperina de su mentor.
Tampoco fue capaz de lograr mayorías en el concejo. De hecho, los concejales que le apoyaron en campaña no solo salieron derrotados sino desintegrados. Y son los cabildantes de los antiguos partidos de la “politiquería” quienes orientan la política en la ciudad.
Cárdenas es un mandatario sin carácter, ‘tibio’ y no genera autoridad. Los altos niveles de inseguridad -previos al aislamiento- son el resultado de una relación poco efectiva con la fuerza pública. Lo mismo sucede en temas sensibles como la movilidad.
El alcalde bumangués se ha destacado por escándalos como el cartel de la ‘contratación onerosa’. A través de contratos de prestación de servicios (CPS) con asignaciones que superan los $10 millones mensuales, se ha dedicado a pagar favores políticos, incluso inventándose cargos en la administración.
De su gobierno solo han salido a relucir medidas desacertadas como el pico y placa ambiental, precisamente en pleno aislamiento por el Covid-19. Se puede evidenciar un mandato ajeno a la realidad, el alcalde vive en las nubes, unas acciones que nada tienen que ver con lo que los ciudadanos esperan y reclaman.
Han sido 90 días infructuosos, un periodo -no se si alcanza a llamar de “gobierno”- que esperamos se quede atrás, en el olvido. “Así como es el desayuno, ¿cómo será la comida?”, se imagina uno que al burgomaestre le quedó grande el cargo y estamos a tiempo para que decida dar un paso al costado.
Cárdenas está en el lugar equivocado. Él está acostumbrado a hacer lo que se le da la gana, sin que nadie le pida explicaciones. Es un hombre que logra resultados a toda costa, algo peligroso para el erario. Y si quiere manejar a Bucaramanga como está acostumbrado en el sector privado, los peores días para la ciudad están por venir.
Me preocupa que el alcalde siga en malos pasos, que piense que la alcaldía sea para hacer y deshacer, con el mínimo esfuerzo. En Cemex estuvo salpicado en sobornos cuando fue directivo en Perú, donde aún las investigaciones siguen vigentes.
Esperamos que le ponga seriedad a su gobierno, que deje de estar pensando en crear empresas en Panamá -como ya lo hizo- para evitar a la justicia. “El que ha sido, no deja de ser”, se dice popularmente.
Juan Carlos Cárdenas, si lo desea, puede escribir una nueva historia para Bucaramanga; tiene todo para hacer un buen gobierno, pero depende de él si quiere salir a las calles a escuchar a la gente, a los gremios, a los trabajadores, a las fuerzas vivas, a dar la cara o, por el contrario, salir por la puerta de atrás.
*Periodista, director de Corrillos
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