Por: Javier Quintero Rodríguez/ Hablar de lógica en una campaña política y su posterior gobierno, es una crítica implícita al pasado y una propuesta en sí misma. Si desmenuzamos las principales decisiones de períodos anteriores al de “la lógica” bumanguesa, seguramente encontraremos fallas importantes, que se supone debieron superarse. Sin embargo, no es claro el grado en el que se dio el esperado gran paso de la ilógica a la lógica, de la irracionalidad a la racionalidad. Veamos unos ejemplos.
Aunque la tendencia mundial en el transporte urbano esté hoy mas inclinada a la multimodalidad que combina trenes, buses, bicicletas, patinetas y otros medios de transporte, para los cuales se hace necesario construir infraestructura en espacios que deben ser compartidos, el desarrollo vial para buses y automóviles sigue teniendo una demanda creciente y por eso es esencial para la movilidad actual y la de las próximas décadas. No es lógico que se paralice el desarrollo con semejante necesidad.
En ese mismo rubro, la reducción de dos a un carril en distintos puntos, con el objeto de disminuir la accidentalidad es una fábrica de trancones que la ciudad no termina de entender. Lo lógico pasa por la instalación de reductores, pompeyanos o semáforos.
Ahora bien, está claro que todo gobernante tiene la obligación de hacer respetar la institucionalidad, al menos en el territorio que representa. Por eso, la abierta permisividad hacia la ilegalidad del transporte y la ocupación del espacio público es tan contraproducente como extraña. Un harakiri. Además, no es lógico hablar de corrupción y ser al tiempo protagonista de la misma, ni es lógico hablar de politiquería mientras se habla y se promete mucho mas de lo que se hace.
Por otro lado, sí es lógico pagar a proveedores que ya prestaron su servicio o vendieron su producto, pero resulta extraño sostener que “se pagaron todas las deudas” (ojo, no confundir deuda pública con cuentas por pagar), mientras las cifras muestran que no se pagó casi ninguna.
Entonces, ¿cual sería el resultado de la aplicación u omisión de la lógica en este caso? Una ciudad con deuda, pero con finanzas sanas, que mantuvo o agravó los problemas de confianza y gobernabilidad, atrasada en su infraestructura vial, con decisiones inexplicables, pero de soluciones sencillas que aún no se ejecutan. Una movilidad visiblemente afectada y sectores sensibles como el del comercio y el transporte en abierto inconformismo por vivir en ciudad permisiva y promotora de la ilegalidad. En este escenario, el reto para el nuevo alcalde empieza por corregir lo irracional y llevarnos, por fin, al tiempo de la lógica.
Twitter: @javierquinteror