Por: César Camilo Hernández Hernández/ El mundo debe girar hacia un desarrollo sostenible, era la concepción que se planteaba en el informe de Brundtland en 1987, en el marco de la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo de la ONU. Los territorios deberían basar su enfoque hacia “Nuestro Futuro Común”, pero esto que se predicaba, poco ha sido realizado, teniendo en cuenta que seguimos vulnerando el desarrollo y progreso de las regiones.
Cada territorio tiene la potestad y obligatoriedad, según lo estipulado en el Articulo 339 de la Constitución Nacional y el Articulo 32 de la Ley 152 de 1994, de realizar el Plan de Desarrollo como documento de planificación de su gestión e inversión durante el cuatrienio. Este instrumento debe ser considerado y adoptado como la guía de acción de no solamente los gobernantes, sino de todos los actores que influyen en el desarrollo de las regiones.
Es necesario que los lideres y participantes de la estructuración, entiendan que el trasfondo, va encaminado a cubrir las necesidades del ahora, sin llegar a comprometer la estabilidad y perdurabilidad del futuro. El eje de los Planes de Desarrollo debe estar enfocado en sostenibilidad económica, social y ambiental. Los programas y proyectos plasmados en los diferentes sectores, serán el vehículo para obtener una mejor calidad de vida y construir un entorno apto de crecimiento.
La articulación de la elaboración de esta herramienta, debe ser en línea con lo originado en el Plan Nacional de Desarrollo, que deriva gran parte del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Es claro, que se hace necesario que estos documentos visualicen un crecimiento integral y potencial, y no quedarnos con los típicos “copy – paste”, pues se requiere hacer un estudio concienzudo con las partes interesadas que derive en construir un ambiente prospero para nosotros y las próximas generaciones.
El éxito de la construcción de estos derroteros, esta en la planeación, siendo considerada la base de la consecución de los objetivos; de un diagnostico con datos históricos de necesidades y comportamientos de las comunidades; de talento humano que comprenda el desarrollo como un todo, nutrido por los insumos del contacto con la ciudadanía y diferentes sectores; y de la integración vertical y horizontal de los planes, produciendo mas alcance y estabilidad de las metas trazadas.
Esta etapa de tirar línea regional, debe estar integrada por equipos interdisciplinarios, que conozcan de ciudad, región y ciudadanía. No basta con los PhD, astronautas y súper héroes, que ven la gestión solamente en poner un pedazo de ladrillo, basta, con que ese pedazo de ladrillo involucre el progreso de una comunidad entera, y así, la de un territorio completo. La cadena debe ser positiva y creciente, gestión, mas inversión, mas bienestar, con sostenibilidad.
Esperamos, que los gobernantes, trabajen en ejemplares Planes de Desarrollo. La cúspide se logra con un trabajo arduo y coherente con la región. Es necesario, ver planes y programas trasversales en servicios públicos, vivienda, accesibilidad rural (vías terciarias y segundarias), productividad agroindustrial, fortalecimiento familiar, educación, innovación, emprendimiento, etc. Lo importante es que esa, acción, gestión o actividad, cultive progreso, bienestar y competitividad.
Estos Planes de Desarrollo Sostenibles, se convertirán en el arma de cambio y transformación de las regiones. El bienestar de los territorios, la calidad de vida del futuro y la conservación de la especie, serán la esencia de los objetivos trazados. Es tiempo de pensar, saber actuar y después no lamentar. Claro ejemplo, fue la situación en nuestra tierra en Piedecuesta, Santander, la falta de planificación, prevención y visión, ocasionó una catástrofe, no solo a nivel local, sino regional. Por lo cual, es necesario proyectar un desarrollo sostenible con los diversos factores que garanticen el desenvolvimiento integral territorial.
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