Por: Diego Ruiz Thorrens/ Siempre he pensado que no hay nada más perverso que el hecho de no llamar a las cosas por su nombre. Que algunos eufemismos no tienen cabida en el lenguaje. Que disfrazar la violencia por medio de expresiones reticentes, escuetas, nos hace cómplices de la misma.
Que nunca deberíamos decir “crimen pasional”. Que decir “homicidio” cuando lo ocurrido ha sido un feminicidio no sólo es desconocer lo que el cuerpo inerte grita. Es la más brutal y dolorosa manera de lanzar al olvido a todas las mujeres que ya no están entre nosotros, que no tienen voz.
Y que las redes sociales potencian estos eufemismos, dejándonos la labor moral y ética de no permitir que se deforme la verdad.
El viernes 07 de febrero en la madrugada, mientras la ciudad dormía, dos jóvenes mujeres de 21 años eran brutalmente asesinadas en una vivienda ubicada frente la glorieta comúnmente conocida como Caballo de Bolívar, a pocos metros de la entrada principal de la Universidad Industrial de Santander.
La noticia corrió como pólvora. Paola y Manuela ya no estaban entre nosotras, entre nosotros, y un dolor desgarrador, indescriptible, comenzó a tomar fuerza en la medida que emergían detalles morbosos de cómo sus vida fueron raptadas violentamente. El dolor pasó a indignación. La indignación se transformó en rabia. La rabia en deseos de quemarlo todo, de destruirlo todo.
Algunos insensibles emergieron e hicieron su aparición en redes sociales: “¿Pero cómo era posible que ninguna de ellas, especialmente la novia del tipo, no se diera cuenta de cómo era ese man?” o “Es que ellas se buscaron lo que les pasó.
¿En serio podemos ser tan miserables, capaces de justificar este tipo de violencia? ¿Será que quiénes plantean tan insípidos y vacíos planteamientos nunca escucharon que existen diversos tipos de violencia que históricamente son naturalizados, normalizados por la misma sociedad, hasta que lo indescriptible se manifiesta, aplastando y apagando la humanidad, la vida de las Mujeres?
Tampoco faltó aquel que trató de justificar las acciones del feminicida, excusando al mismo, culpando al “maldito alcohol”: “es que nadie lo conocía como nosotros… es que era buen chico, buen amigo… es que nadie puede juzgar las razones por las cuáles él hizo lo que hizo”, y así, surgían más y más justificaciones sin sentido.
En redes sociales observé que alguien escribió que en la historia “He visto hombres buenos hacer cosas malas; y a hombres malos, haciendo cosas buenas.” (SIC). La frase pareciera adquirir algo de sentido: se está juzgando al asesino, al feminicida, al hombre por sus acciones del presente, no por quién fue o por quién presuntamente había sido en el pasado.
Aquí, debemos pensar y nunca justificar el cómo un hombre pudo verter toda su furia, su rabia, su deseo de poder, de control y dominio, de deseo de hacer el mayor daño posible sobre la humanidad de ambas jóvenes. Aquí, debemos pensar y nunca justificar a un joven que sentía orgullo y se regodeaba con su machismo, su homofobia, su fuerza y su violencia en redes sociales.
Aquí debemos pensar y nunca justificar a un hombre que al igual que cientos de miles de potenciales feminicidas, disfrazan su odio a través de memes y mensajes ofensivos, denigrantes, contra todas y todos los más vulnerables.
Sobre éste funesto suceso podría decir miles de cosas más, hablar de la responsabilidad que tienen los medios de comunicación y su mortal forma de minimizar y casi romantizar una violencia que pareciera nunca acabar (ejemplo, nuevamente, cuando los medios utilizan o repiten incesantemente el nefasto término de “crimen pasional”. ¿Quién carajos mata o asesina por “pasión?), o la responsabilidad y el compromiso que deberían asumir Universidades, Colegios y demás instituciones educativas en relación a la posible identificación de casos y/o víctimas de violencia en razón del género. Pero no entraré en esa discusión.
Sólo deseo terminar compartiendo dos links que se encuentran en Internet: la Ruta de atención integral para víctimas de violencias de género del Ministerio de Salud, al igual que el documento de Ruta de Atención de Violencias Basadas en Género.
No quisiera terminar sin antes decir que si usted apreciado lector, apreciada lectora, conoce o se reconoce como víctima de violencia de pareja, víctima en razón del género, por su identidad de género y/u orientación sexual, es hora de hablar. Nunca de callar. Instituciones como Fiscalía, Policía o Medicina Legal, tienen la responsabilidad de escuchar y atender estas denuncias.
También, es vital reconocer e identificar la ubicación de oficinas como son la encargada de asuntos de Mujer y Género de la Defensoría del Pueblo, o la oficina de derechos humanos de las Personerías municipales. Clínicas, hospitales, CAI y comisarías de familia también están a disposición para escuchar, acompañar, velar y proteger la vida de todas aquellas Mujeres que pueden estar en peligro.
Por María Fernanda Alarcón vega, Mireya López Mogollón, Lina Jiménez Granados, Leidy Trespalacios Rojas, Esther vega Vega, Yurley Silva Celis, Mercedes Palomino, Amory Ojeda González, Aurora Pinzón Guerrero, Mari Cris Aguilar, Leidy Estupinán Arias, Roquelina Bandera, Kelly Ríos Ortega, Socorro Sánchez Lagos, Mariana Páez Mendoza, María Ángeles Ariza, Gerladine Polo González, Sandra Durán Reyes, Wendy Pinzón Orozco, Duleini Moreno Mateus, Audelith Ávila Martínez.
Por todas aquellas Mujeres que nos fueron arrebatas, y por todas cuyos nombres no están aquí.
Por Angie Paola Cruz Ariza. Por Manuela Betancour Vélez.
¡Ni una más!
Twitter: @Diego10T