Por: César Camilo Hernández Hernández/ La felicidad es denominada por diferentes autores e instituciones como un sentimiento, emoción o estado.
Decía Buda Gautama, “No hay un camino a la felicidad: la felicidad es el camino”. Este paradigma es lo más cercano o relativo a bienestar. Muchas personas ven la felicidad propiciada desde el interior del ser humano, pero diversos factores externos son también auspiciadores de este estado positivo.
La importancia de generarla en las personas y familias en estos tiempos es tan trascendental, que los gobiernos en sus planes de acción deben incluirla, buscando un desarrollo equitativo, coherente y sostenible.
Desde el 2012, la Organización de Naciones Unidas (ONU), declaró el 20 de marzo, el Día Internacional de la Felicidad, desde esa fecha realiza el World Happiness Report o informe mundial de la felicidad.
Colombia ha ocupado primeros lugares en esta medición, pero en el último año ha estado muy lejos de los países más felices. Dicha herramienta va de la mano con el cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, concretamente en lo que respecta a la construcción de ambientes igualitarios y calidad de vida.
Desde mi perspectiva, los gobiernos y ciudadanos son actores claves en la travesía de la ruta de la felicidad, porque de ellos se derivan las variables y acciones para lograr un bienestar óptimo.
Se preguntarán, ¿la felicidad qué papel juega o que tanto incide en gobierno y ciudadanía?
Un ser humano feliz y en pleno bienestar, es por raciocinio, una persona colaboradora, positiva, propositiva, aportante, que permite ser una ficha clave para edificar una comunidad interrelacionada, con apoyo mancomunado, logrando un territorio con justicia, equidad y llevadero.
El mundo es un lugar en constante cambio, la tecnología y los factores externos están en permanente proceso de evolución, los planes de choque o adaptaciones a la hora de la implementación, quedan obsoletos porque ya se dio otro cambio.
Miremos al ser humano como lo que es, el actor principal de la sociedad, empresa y estado, a su familia como la base del desarrollo y la comunidad como el conjunto que se beneficia y se rige de las leyes de un país.
¿Necesitamos personas felices e integras en todas sus facetas?, ¿cómo se logra desde el gobierno?
Las inversiones deben ser enfocadas a forjar bienestar, sobre tres ejes se basa el deseo de un ciudadano de a pie, primero, como satisfacción primaria, anhela tener su techo propio (políticas de vivienda) y segundo, el acceso 24 horas a agua, luz y aseo (ampliación de cobertura y calidad de servicios públicos). Y por último, una educación de calidad para sus hijos (educación con cobertura urbana y rural).
De esto se desliga hombres y mujeres, dispuestos a trabajar con agrado formal o informalmente, buscando un sustento diario, pero con la tranquilidad de una familia feliz y estable.
Es así que los gobiernos deben garantizar las inversiones en esos tres pilares importantes, la gente piensa que la felicidad es el éxito prematuro, la avaricia, los lujos, pero no, el mayor estado de plenitud, es cuando se tiene lo básico con calidad aceptable para la familia y la persona. El gobernante se enfrasca en buscar reconocimiento y triunfo, por medio de mucho cemento, pero es necesario recapitular los lineamientos de gestión, hacia una ruta de crecimiento del ser humano.
Los países más desarrollados han permitido que sus habitantes accedan a vivienda, servicios públicos, educación y otros más, de forma gratuita. Han logrado cambiar el chip de competitividad y emprendimiento, porque solo tienen que preocuparse por producir, lo que eleva el ingreso per cápita y PIB de la nación. La ruta es la felicidad = inversión + gobierno + ciudadanía.
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