Por: Carlos Roberto Ávila Aguilar/ En Colombia está garantizado constitucionalmente para los ciudadanos los derechos fundamentales a la vida, a la integridad personal, a la libre expresión y a la libertad para manifestarse públicamente ante las diferencias o aciertos del gobierno de turno.
Después de las protestas del 21 de noviembre de 2019, extendida por varios días, ahora, en el 2020 se activan como la del 21 de enero y las que vendrán, para seguir expresando los inconformismos en contra del gobierno y continuar exigiendo el cumplimiento de lo prometido.
Los alcaldes como en el caso de Bogotá con Claudia López y Bucaramanga con Juan Carlos Cárdenas, han venido manifestando públicamente en sus redes sociales el respeto y defensa al derecho a la protesta.
El Alcalde de Bucaramanga, desde su administración propende: “ser mediador entre la ciudadanía y la fuerza pública”. Ambos buscan no usar la fuerza del estado sino el dialogo. A pesar de ello, tuvieron que usar la Policía (Esmad) para contrarrestar la agresión de algunos pocos manifestantes que decidieron usar las vías de hecho violentas y no la protesta pacífica, decidieron alterar la movilidad, atacar a los civiles, a la fuerza pública y destruir bienes públicos y privados.
Difícil cuando se es gobernante y se quiere actuar con ecuanimidad o políticamente correcto, es decir, con todos quedar bien, pero el cargo les impone unas obligaciones, como la protección de la vida, honra y bienes de los ciudadanos, así como el restablecimiento del orden público y el bienestar del colectivo y deben asumir su papel, no de candidato, sino de gobernante.
Creo firmemente en las instituciones, en la Policía Nacional y las fuerzas militares de nuestra patria, este no debería ser un planteamiento político de derecha, de centro o izquierda, debe ser un postulado de toda una nación, con las deficiencias e imperfecciones que tenga la institucionalidad, merece todo nuestro respeto y respaldo, para que exista orden y se imponga la defensa e integridad de nuestra soberanía.
Repudio como algunas personas golpean y agreden física y verbalmente a miembros de la fuerza pública y viceversa, eso no está bien, defiendo la fuerza pública, porque nos cuidan de día y de noche, como también defiendo al manifestante, al ciudadano que se pronuncia, todos en fin, seres humanos, que tienen familia, padres, esposa e hijos, ostentan una dignidad y un compromiso patrio que defender, es decir, ningún manifestante, ni miembros de la fuerza pública, debe salir maltratado, ultrajado, lesionado o muerto en una protesta, debemos respetarnos como seres humanos, ser civilizados.
Los ciudadanos, deben denunciar los atropellos de la fuerza pública y exigir el respeto de sus derechos, usando la institucionalidad y no las vías de hecho violentas, debemos rescatar el principio del respeto a los demás, respeto al padre de familia, respeto a los mayores, respeto al prójimo, respeto al hermano, respeto al compatriota, respeto a la ley, viviríamos más tranquilos y en paz, estoy hablando, de aquello que parece trivial, aprender a amarnos.
Las protestas, deben respetarse, por ser una necesidad intrínseca del ser humano, porque buscamos que todo mejore o se aclare o se mantenga una situación, además, es tan humano este derecho, que está elevando al rango constitucional en nuestro país.
El respeto a las diferencias es esencial en nuestras vidas, ese respeto incluye, además, escuchar con atención, el clamor de un pueblo que reclama sus derechos y exige más inversión, menos pobreza, más equidad, más justicia social, educación, paz y búsqueda de soluciones.
LA vida es sagrada, debe respetarse, los manifestantes deben llevar ese postulado como bandera, estoy seguro, que la gran mayoría lo hace, lamentablemente unos pocos buscan arrebatar este grito de si a la vida, por lo tanto, los alcaldes como el gobierno nacional tienen la obligación de garantizar la seguridad, el orden público y la integridad de todos los colombianos.
Durante la existencia de la humanidad, los individuos nos hemos volcado a las calles, a levantar nuestra voz de protesta, en contra del orden social, económico, político, ambiental, educación y cultural de nuestras naciones, y cuando se protesta, es porque algo está pasando entre la gente, en el Estado y es ahí donde se muestra la capacidad del gobernante para interpretar a sus ciudadanos y hacer los movimientos que corresponden, o saber cuándo debe apartarse y dejar el poder en manos de otro, que interprete el sentimiento y avance por el camino correcto.
Lo demuestran hechos históricos en Colombia y en el mundo, como las manifestaciones de los años 1966, con la marcha del hambre, propuesta por los educadores del Magdalena en Colombia; en los años noventa, con el Movimiento Antiglobalización en Europa; Entre 2010 – 2012, la protesta conocida como La Primavera Árabe.
En Colombia en 1990, se vivió por los estudiantes, jóvenes y ciudadanos, un sentimiento de cambio que llevó a la séptima papeleta y a la creación de nuestra Constitución Política de 1991.
En 2019 fuimos testigos de los movimientos sociales en diferentes lugares del planeta, donde seres humanos han alzado su bandera para salir a las calles a exigir transformaciones reales, el cumplimiento de los compromisos o promesas de los gobernantes con su pueblo y de sus derechos, es el caso de Argelia, Sudan, Irán, Hong Kong, Egipto, Irán, Venezuela, Haití, Puerto Rico, Ecuador, Chile, Francia y nuestro país Colombia, así como muchos otros.
Todos los ciudadanos, poseemos derechos y exigimos su cumplimiento, pero no podemos olvidar, que también, tenemos deberes, obligaciones y prohibiciones con el Estado Social de Derecho, a veces, solo reclamamos y se nos olvida cumplir aquellos.
El ser humano es aquel individuo que tiene su nombre y apellido, es aquel manifestante, el policía, el político, el empresario, el padre o madre de familia, son los estudiantes, los educadores, los trabajadores, los gobernantes, los niños y niñas, los profesionales, los campesinos, los desempleados, los desadaptados, todo tipo de población, todos son seres humanos, con familia, con sueños, con ilusiones, dificultades y esperanzas, que debemos respetar, por amor a la vida.
Aquellos individuos, que aprovechan una manifestación legitima para atacar a la fuerza pública o al ciudadano de bien, buscando lastimar, lesionar, destruir los bienes o la muerte, deben ser sancionados.
La protesta debe ser pacífica, nunca en una protesta debe haber un lesionado o muerto, o un bien destruido por la marcha, paro o huelga, todos debemos vivir y actuar pacíficamente, expresar nuestras inconformidades, desacuerdos, posiciones ideológicas contrarias, posturas políticas diferentes, defender lo indefendible, gritar, marchar y protestar con o sin fundamentos, pero sin matarnos, sin destruirnos, somos los causantes de nuestra propia destrucción, vivamos en positivo, pensado que la vida es bella y debemos aprovechar las bondades y oportunidades que nos ofrece el estar vivos, amarnos, amar al otro, compartir con el otro, vivir la vida, porque mientras exista vida, se tiene futuro.
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